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¿Se avecina un golpe militar en Brasil?

Suzeley Kalil Mathias, Ana A. Penido Oliveira

6 mins - 7 de Abril de 2021, 18:26

Los militares han vuelto al centro del poder en Brasil. Ocupan alrededor de 10.000 puestos en el Poder Ejecutivo, destacando siete ministerios, la Vicepresidencia y la dirección de importantes empresas públicas como Petrobras. Además, han alcanzado puestos en las legislaturas, conservan intacta la Justicia Militar y han logrado ocupar algunos puestos en la Justicia común, incluyendo un puesto en el Tribunal Supremo. Además, han estructurado un Gabinete de Seguridad Institucional, inflándolo y transformándolo en un deep state adaptado a la realidad brasileña. Hay un proyecto de poder militar en marcha.
 
Para volver al poder, este grupo de militares necesitaba comprometerse con una candidatura que tuviera el potencial de ganar el Gobierno. Procedente de las filas castrenses, el actual presidente Jair Bolsonaro fue un diputado sin expresión nacional, pero que asumió agendas preciadas para la institución militar, como la defensa irrestricta del golpe de 1964. El candidato también cautivó a diferentes sectores de la derecha dispuestos a tomar cualquier medida para derrotar a la izquierda, que había tenido un éxito electoral continuo. Así se forjó la alianza en torno a la campaña de Bolsonaro.

El presidente brasileño siempre se ha caracterizado por su comportamiento intempestivo y disparatado. Por ello, sectores de la Prensa presentaron a los militares como racionales y capaces de controlar al presidente extremista. Una vez en el cargo, la forma de gobernar de Bolsonaro es producir el caos; de ahí la sucesión de crisis que han sacudido al país desde hace poco más de dos años. Sin embargo, en contra de la creencia general, la secuencia de crisis ha revelado que los militares también forman parte de ella, aunque quieran deshacerse de sus resultados negativos. Por si fuera poco, el principal partido que apoya al Gobierno es el Partido Militar.

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Esta formación aúna las diferentes voluntades individuales en un discurso partidista fuertemente ideológico, y para ello se ocupa de la formación política de sus cuadros. El partido representa los intereses corporativos de los miembros de las Fuerzas Armadas (FF.AA.), priorizando las políticas públicas y la ocupación de cargos por parte de su propia base; participa en las elecciones e interpreta la Constitución de acuerdo a sus intereses, deseando expandir en la sociedad su forma de entender el país. Su núcleo duro es permanente y se encarga de establecer alianzas y hacer articulaciones políticas que, en algún momento, aumentan su poder.

La estructura organizativa del Partido Militar reproduce la de las Fuerzas Armadas, basada en la jerarquía y la disciplina, y aprovecha las estructuras estatales para su funcionamiento; tiene una alta disciplina de partido y procesos de toma de decisiones simples y jerárquicos. Los oficiales de la reserva disfrutan de un papel especial, ya que tienen mayor libertad de acción. Traslada a la política las ideas de guerra y paz, amigo y enemigo, lo que tiene un profundo impacto en el sistema político.

El Partido Militar no es monolítico ni homogéneo, pero está cohesionado ideológicamente. Hay al menos cuatro grupos que apoyan al Gobierno de Bolsonaro: 1) los que reivindican la dictadura, defensores intransigentes de sus métodos y acciones; 2) los que aglutinan a los que piensan que todo vale para derrotar al PT (Partido de los Trabajadores); 3) los compuestos por oportunistas de distintos matices, ávidos de aumentar sus ingresos ocupando puestos y cargos en el Gobierno; 4) los formados por los que siguen a la mayoría, en este momento bolsonarista. Hay que recordar que todos los grupos son interseccionales, es decir, pueden identificarse entre sí.



Estar en el Gobierno, sin embargo, genera beneficios y cargas. Las bonificaciones se identifican en las ganancias colectivas, como las reformas de la carrera y de las pensiones, que promueven ventajas sobre los funcionarios; en los privilegios individuales, como la nominación de designados políticos y familiares para los puestos gubernamentales; y las ganancias para sus agendas prioritarias, como la expansión del Presupuesto de Defensa en un escenario de recesión económica y en medio de una pandemia.

La carga recae sobre la institución en su conjunto. La imagen de la FF.AA. se ha visto continuamente empañada en la Prensa convencional, que ha buscado (y encontrado, ¡por docenas!) pruebas de crímenes cometidos e históricamente encubiertos. Por si fuera poco, el Gobierno es un desastre y las Fuerzas Armadas corresponsables, sobre todo de los cientos de miles de muertos acumulados por la pandemia, porque hasta hace poco un general en activo estaba al frente del Ministerio de Sanidad. Pero no sólo: las otras carteras con ministros militares no presentan mejores resultados, como lo demuestra el apagón en Amapá, bajo el mando de un almirante en Minas y Energía; o el desmantelamiento de las universidades públicas, promovido por el coronel de la Aviación Marcos Pontes.

La crisis militar detonada por la renuncia del ministro de Defensa general, seguida por la de los comandantes de las tres Fuerzas Armadas tuvo la clara intención de liberar a éstas de toda la carga, construyendo una narrativa de distanciamiento del Gobierno. Para ello, se movilizó el relato de somos instituciones del Estado, no gobiernos. Sin embargo, esto no significa una salida del Ejecutivo, o una ruptura, ya que el Partido Militar sigue siendo el pilar del Gobierno de Bolsonaro; pero señala al presidente que los militares tienen un proyecto de poder que va más allá de su presencia, y cuyo principal cliente no es el presidente, sino los militares amigos.

Pero, ¿se puede avecinar un golpe militar? Del afán autoritario del presidente no hay duda. Sin embargo, no existen hoy condiciones relevantes que contribuyan al resultado favorable de un golpe de Estado, como el apoyo internacional, de la Prensa y de la élite económica interna. Tampoco hay razones para que las Fuerzas Armadas apoyen un autogolpe de Bolsonaro: se conforman con el regreso al poder por la vía electoral. Y la sociedad, ante el caos que se ha instalado, sin vacuna, sin ayudas de emergencia y acumulando miles de muertos, sigue con muchas dificultades para reaccionar.
 
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