Alrededor del 80% de los holandeses acudió este miércoles a las urnas para votar en las elecciones nacionales. Fue la participación más alta desde 1986, a pesar de las dificultades derivadas de la crisis sanitaria por la Covid-19. Hace dos meses, el Gobierno Rutte III, formado por la coalición de cuatro partidos (VVD, CDA, D66 y CristenUnie), se encontraba en una situación políticamente insostenible debido a un escándalo administrativo relacionado con subvenciones sociales. Tras varias semanas de presión social y política, el primer ministro asumió su responsabilidad y declaró el 15 de enero 2021 la disolución del Gobierno.
Sin embargo, la caída del Ejecutivo no le ha costado la cabeza al primer ministro holandés, en el cargo desde hace ya 11 años. La formación que lidera desde 2006, el Partido Liberal (VVD), ha ganado estas elecciones con 35 escaños, dos más que en las de 2017. Jamás en la historia democrática del país un partido había ganado tantos comicios consecutivos. Por eso, en los medios de comunicación holandeses se habla de victoria histórica. Este voto de confianza puede convertir a Rutte en el primer ministro que más años ha liderado los Países Bajos.
¿Por qué resulta a los holandeses tan atractivo el partido VVD? Su misión política, inspirada en el liberalismo económico, se basa en la reestructuración económica del país junto a un apoyo total a los derechos sociales que fomentan la autonomía, la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos. De esta forma, el Partido Liberal apoya, por un lado, un aumento de la edad de jubilación, la flexibilidad laboral y la desregulación del mercado de trabajo, y, por otro, los derechos del colectivo LGTBI, el aborto y la eutanasia (legalizada en 2002). Durante la breve campaña electoral, el VVD ha incidido en la experiencia de su líder y en la continuidad y estabilidad de la misión del partido que, según los resultados electorales, cuenta con el apoyo de una gran parte de la sociedad; eso sí, una gran parte, no una mayoría.
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Con 35 escaños en el bolsillo, el VVD está obligado a formar una coalición con al menos otros dos partidos si quiere alcanzar la mayoría absoluta que otorgan los 76 escaños. Aunque apostar por un Gobierno de minoría es también una opción es, sin duda, la menos probable. Si nos fijamos en la distribución de los escaños actuales (150, distribuidos entre 17 partidos), uno puede pensar que va a ser un sudoku de los difíciles. Pero mientras que la formación de coaliciones ha sido hasta ahora poco común en España, nunca en la historia democrática de los Países Bajos un partido ha logrado por sí mismo la mayoría absoluta. La cultura política del país se caracteriza por una aceptación de la heterogeneidad y una actitud favorable al consenso. Existe un reconocimiento pragmático del pluralismo y de las bondades de la cooperación para trabajar conjuntamente a pesar de las diferencias.
Un candidato perfecto para construir el nuevo Gobierno Rutte IV puede ser el partido D66 (Demócratas'66), liderado desde el pasado septiembre por Sigrid Kaag, política con aspiraciones a ocupar el puesto de primera ministra. Su formación ha ganado de manera sorprendente cinco escaños más con respecto a 2017, convirtiéndose en el segundo partido por representación (24 asientos). El D66 es ideológicamente de derecha y, al igual que el VVD, defiende la libertad económica e individual. Sin embargo, se diferencia del partido de Rutte por ubicarse más en el centro de espectro político y mantener una posición claramente pro-europea. Sus grandes preocupaciones son la calidad de la educación, el clima y la democratización del sistema político.
Pero la suma de los escaños del VVD (35) y del D66 (24) no da mayoría absoluta. Para alcanzarla pueden valerse de algunos de los 29 escaños que aglutinan otros partidos de derechas, pero de corte populista: el PVV de Geert Wilders, con 17 escaños; el FvD, con ocho, y el Ja21, partido nuevo con cuatro. Sin embargo, es muy poco probable que suceda, ya que en diferentes ocasiones los líderes del VVD y el D66 han insistido en que no cuentan con ellos para una futura colaboración de gobierno.
Un candidato más atractivo puede ser el CDA (el partido democristiano) que, a pesar haber perdido cuatro asientos con respecto a 2017, cuenta con 15 diputados. Aun con eso, seguirían faltando dos, que podrían proporcionar el CristenUnie (Unión de Cristianos, con cinco escaños). Quien haya leído con atención el primer párrafo de este análisis se dará cuenta de que el nuevo Gobierno holandés posiblemente acabe con una coalición formada exactamente por los mismos partidos que en la última legislatura, aunque con unos equilibrios algo distintos. No se espera, por tanto, que en esta nueva etapa cambie mucho el paisaje político holandés.
Pese a todo, la llegada de nuevas formaciones al Parlamento (como, por ejemplo, el Ja21, con cuatro escaños, y el Volt, con tres) pueden romper el continuismo de la coalición de Rutte III si el VVD y D66 les dan entrada en el Gobierno. Las opciones de incluir algún partido de izquierda también existen, pero son muy pocas dadas las diversas alternativas que proporciona el bloque de la derecha. Además, el apoyo electoral a aquéllos ha disminuido considerablemente con respecto a 2017, lo cual dificulta esta eventualidad. Por ejemplo, el PvdA (equivalente a los socialistas en España) ha conseguido nueve escaños y Groenlinks (el partido verde) ha perdido la mitad de sus escaños, pasando de 14 a siete.
Las elecciones del 17 de marzo han supuesto un éxito para la derecha moderada, ya que ha sabido frenar a la derecha populista y superar con creces a la izquierda. De esta manera, Rutte tiene luz verde para formar su cuarto Gobierno consecutivo. El futuro dirá si el eslogan utilizado por el VVD durante la campaña electoral, Samen Sterker Verder (Juntos más fuertes seguimos), se materializa en un clima de estabilidad política, sin duda necesaria en un contexto tan inestable tanto en términos sanitarios como sociales y económicos.
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