En Francia, el votante de izquierda parece pertenecer a una especie en peligro de extinción. Después de la eliminación del electorado comunista a finales del siglo XX, perdido en el limbo de la abstención y el voto de extrema derecha, asistimos a algo parecido para el electorado socialista, evaporado un día de abril de 2017. ¿Esta desaparición es temporal o permanente? ¿Las elecciones presidenciales francesas de 2017 son un accidente o son un big bang? ¿Está obsoleta la división izquierda-derecha? ¿Debiéramos ir en busca de divisiones nuevas o más relevantes? Para responder a estas preguntas, primero hay que interesarse por las peregrinaciones del votante de izquierdas de una elección presidencial a otra.
El éxito de la candidatura de Emmanuel Macron, que satisfizo el deseo generalizado en la opinión pública de
aclarar las cosas, debilitó a los dos partidos de gobierno que se habían alternado en la Presidencia de la República. Los casos de corrupción del candidato de derechas, François Fillon, así como la renuncia de François Hollande, dieron la impresión de que las circunstancias habían desempeñado un papel importante en la victoria de Emmanuel Macron, como suele ocurrir en política. La fragilidad y volatilidad del electorado socialista ya se había observado en las elecciones presidenciales de 2002, en las que Lionel Jospin (PS) y primer ministro de entonces, cayó eliminado en la primera vuelta; pero se interpretó como un
incidente aislado, ya que el Partido Socialista se impuso en las elecciones presidenciales y legislativas de 2012 y sus resultados fueron los mejores de su historia. Sin embargo,
en 2017, el PS colapsó y pasó (ver Tabla 1) del 28,6% al 6,4% de los votos. Al mismo tiempo, Jean-Luc Mélenchon (
La France Insoumise, de extrema izquierda) registró un avance muy notable, pasando del 11,1% al 19,6%. Por lo tanto,
la pérdida de votos de la izquierda fue esencialmente del Partido Socialista. Entre 2012 y 2017, el voto
total izquierda cayó 16 puntos, y las primeras encuestas para las elecciones de 2022 indican un estancamiento de este total.
Tabla 1.- Voto e intención de voto en las presidenciales de 2012 a 2022 (en %)
Fuente: encuesta Ipsos de febrero de 2021.
El electorado socialista se dispersó en 2017. Casi la mitad del de Hollande votó en la primera vuelta por Macron, y poco más de una cuarta parte por Mélenchon (Ipsos, abril de 2017). Esto reflejaba
la crisis que había sacudido al Partido Socialista a lo largo de los cinco años de la Presidencia Hollande, con el antagonismo entre 'izquierdistas' y 'legitimistas'. Las primarias socialistas confirmaron y amplificaron el antagonismo de estas dos izquierdas. Por último, el posicionamiento muy izquierdista del candidato, Benoît Hamon, ha tenido el efecto de fortalecer el atractivo de la candidatura de Macron para la mitad moderada del electorado socialista, sin lograr captar el más escorado a la izquierda que había visto en Mélenchon a un candidato más creíble. Así, el 23 de abril de 2017, el PS refundado por François Mitterrand se convirtió en un partido marginal.
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¿Es éste el final de la dispersión del electorado socialista? La Tabla 1 muestra que, según la encuesta Ipsos, sobre intención de voto presidencial para 2022,
el conjunto de la izquierda se mantiene en torno al 28%, con transferencias entre Mélenchon hacia el voto ecologista de Yannick Jadot (
Europe Ecologie-Les Verts) que se explican por el hecho de que no hubo candidato verde en 2017. Si bien es verdad que una encuesta de intenciones de voto tan alejada del escrutinio mide más bien el equilibrio de poder del pasado, debemos preguntarnos si los candidatos de izquierda tendrán éxito, en el clima político actual, y si recuperarían los 16 puntos perdidos entre 2012 y 2017. De hecho,
si toda la izquierda se estanca en el 28% es porque la mayoría de los votantes izquierdistas que votaron por Macron en 2017 planean repetir en 2022. Su electorado de primera vuelta estaba formado por el 62% de los que habían apoyado a la izquierda en 2012 y sólo el 19% de
volvería a sus orígenes el año que viene. Además, en la misma encuesta el 16,4% de los que dicen sentirse cercanos al Partido Socialista tiene intención de votar por Macron en la primera vuelta, mientras que sólo el 5% de los cercanos a
La République en marche (LREM) se plantea hacerlo por Anne Hidalgo (socialista). Incluso menguado, el electorado del PS sigue atraído por Macron, a pesar del deslizamiento de éste hacia la derecha.
Viejos y nuevos 'clivajes'
El debilitamiento de la división izquierda-derecha se ha constatado en numerosos estudios. Una reciente encuesta de la Ifop (de febrero de 2021) muestra que los franceses han asumido este debilitamiento. Dos tercios de los encuestados cree que "la oposición entre la izquierda y la derecha está desfasada". Este debilitamiento se confirma en la encuesta Cevipof/Ipsos de octubre de 2020 (
Fractures Francaises): cuando se pidió al encuestado que eligiera de una lista una identificación política, sólo el 30% se autobicó de derechas (16%) o de izquierda (14%) (Tabla 2). El 31% prefirió identificarse como hombres o mujeres
del pueblo, rechazando así una identidad claramente política, y el 39% eligió otra identificación.
Tabla 2.- Identificación política. Primera opción
Fuente: Cevipof/Ipsos- 'Fractures' (octubre 2020).
Si la izquierda está débil, dividida e incierta no es porque sus representantes no puedan ponerse de acuerdo sobre una candidatura presidencial única, o sobre el nombre de tal o tal candidato único. Se debe a que
su identidad misma está cuestionada por la aparición de nuevas 'clivajes' que no encajan con el eje izquierda-derecha, están fragmentando su electorado tradicional y construyendo una nueva configuración política; y los diversos integrantes de la izquierda parecen incapaces de entenderla, y mucho menos de adaptarse a ella. Sin embargo, es esta configuración la que determinará las elecciones presidenciales del 2022.
En el mismo estudio de Cevipof, las personas preguntadas sobre su identidad política fueron invitadas a elegir una segunda opción. Y se suman ambas y observamos cómo se ubican en función del partido del que se sienten más cercanos, los datos dibujan un mosaico de identidades políticas, cada una correlacionada con un partido (Tabla 3).
Tabla 3.- Proximidad partidista y identificación política (porcentaje de encuestados que eligieron el ítem como primera o segunda opción; total entre 100 y 200)
Fuente: Cevipof/Ipsos- 'Fractures' (octubre 2020).
En general, el 44% se identifica como izquierda-derecha en primera y segunda opción, mientras que
el 49% prefiere hacerlo como hombres o mujeres 'del pueblo', lo que sugiere una división vertical pueblo-élite en lugar de una horizontal izquierda-derecha. Cada grupo de simpatizantes de un partido político elige una identificación política específica con la excepción de los grupo
La France insoumise (LFI) y, que hacen elecciones similares, identificándose como de izquierda o como hombres o mujeres
del pueblo. Los cercanos a
Europe Écologie Les Verts (EELV) se identifican como ecologistas, los allegados al LREM lo hacen principalmente como centristas o liberales, los cercanos a
Les Républicains (LR), como la derecha y como patriotas o nacionalistas los que simpatizan con
Rassemblement National (RN).
Estas diferentes identificaciones políticas no sólo están vinculadas a diversas afiliaciones partidistas; también con distintos sistemas de actitudes políticas (Tabla 5). Distinguimos tres grupos de actitudes:
- Hacia al liberalismo cultural y los valores humanistas.
- Hacia los valores de igualdad y justicia social.
- Hacia la relación con el mundo.
Surge entonces un fenómeno importante: los
clivajes entre los diferentes grupos de simpatizantes varían según los grupos de actitudes. No es posible reducir estas divisiones al eje izquierda-derecha, ni formar grupos homogéneos de
izquierda o de
derecha.
Tabla 4. - Actitudes políticas de acuerdo con la proximidad partidista
Fuente: Cevipof/Ipsos- 'Fractures' (octubre 2020).
En el primer grupo de actitudes, el liberalismo cultural y el humanismo, la división política enfrenta a los cercanos a LFI, EELV, PS y LREM con los simpatizantes de LR y RN.
En el segundo grupo, el de la igualdad y la justicia social, se forma un
clivaje que opone a los cercanos a LFI, EELV, PS y RN a los de LREM y LR.
Por último, en cuanto a la relación con el mundo, no hay una única división. Las respuestas de los distintos grupos de proximidad partidista forman una curva en forma de
U o campana, en la que las posiciones más alejadas enfrentan a los cercanos a LREM con los de LFI y a RN, los simpatizantes de EELV y el PS están en una posición intermedia entre LFI y LREM, lo mismo que los de LR entre LREM y RN.
La bipolarización, en el punto de mira
Estos datos ayudan a entender la nueva configuración política de 2017 y por qué
la división izquierda/derecha ya no domina el funcionamiento de la política. En el periodo anterior, las dos principales divisiones ideológicas, el liberalismo cultural/humanista y la igualdad/justicia social, estaban basados en ese eje izquierda/derecha. La bipolarización política funcionaba todavía, aunque desde principios de la década de 2000 el ascenso del Frente Nacional y luego, en 2007 y 2012, la formación de un electorado centrista ya habían provocado un primer debilitamiento de esta bipolarización. Desde entonces, el nacimiento del electorado
macronista y
mélenchonista ha venido a
complicar la relación entre los
clivajes ideológicos y los políticos.
El eje izquierda/derecha ya no abarca la diversidad de sensibilidades culturales, sociales e identitarias. Por lo que se refiere a la división del liberalismo cultural/humanista, el electorado
macronista está cerca del electorado de los partidos de izquierda y ecologistas, mientras que en el ámbito de igualdad y justicia social lo está más del electorado republicano de derechas. Además, con la creciente importancia de la cuestión de las relaciones con el mundo (apertura o cierre), el
clivaje izquierda/derecha ya no es operativo: los votantes
macronistas se oponen radicalmente en estos temas a los del RN (Marine le Pen) y a los que votan a la extrema izquierda (LFI).
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El resultado de todo esto es la
despolarización del sistema político. La multiplicidad de divisiones va acompañada de la fragmentación partidista y política. Debilitada, la división izquierda/derecha no ha sido reemplazada por un nuevo
clivaje dominante, sino por varias fracturas en diferentes planos. Esto se evidencia en el hecho de que los únicos electores que se sitúan a la izquierda (primera o segunda opción), LFI y PS, tienen opiniones profundamente diferentes sobre la cuestión de la relación con el mundo; ya sea proteccionismo, globalización o integración europea. De la misma manera, ninguno de los seis grupos de simpatizantes está cerca de otro grupo, a excepción de los del PS y la EELV (ecologistas). Pero, por otro lado, el electorado ecologista se niega a posicionarse claramente en la división izquierda/derecha y, en cualquier caso, ambos grupos sólo representan una pequeña minoría del electorado. Las tres principales divisiones ideológicas se entrelazan para producir una ruptura del sistema partidista en seis elementos (LFI, EELV, PS, LREM, LR y RN) que, dependiendo de los temas, sensibilidades y valores, dibujan una multiplicidad de configuraciones, impidiendo el regreso a un sistema bipolar o incluso tetrapolar.
La hipótesis de un nuevo duelo entre Macron y Le Pen en la segunda vuelta de las próximas elecciones presidenciales ilustra el gran desorden que afecta a las diferentes sensibilidades políticas no representadas en este duelo. Entre los votantes de derecha, de izquierda y ecologistas, a los que se les pide que elijan entre Macron y Le Pen, una minoría elige a ésta última: alrededor del 20% de los votantes de Mélenchon y Xavier Bertrand, un 15% de los de Yannick Jadot (ecologista) e Hidalgo. Y, sobre todo, muchos de ellos se niegan a expresar su opción. Es el caso de la mayoría de los votantes
mélenchonistas (50,5%), pero también del 47,8% de los de Jadot y el 38% de los de Hidalgo. Para estos electores, una segunda vuelta Macron-Le Pen es
algo inaceptable. Los ciudadanos que todavía se sitúan en la vieja división, se niegan por el momento a posicionarse, y si este duelo se llevará a cabo su resultado dependerá esencialmente de su decisión final.
Politización de los sentimientos y los afectos
¿Es esta situación coyuntural el síntoma de un periodo de recomposición política? ¿Debiéramos esperar la aparición de una nueva división dominante, como algunos predicen?
¿Un 'clivaje' entre progresistas y populistas, o entre nacionalistas y globalistas, como proponen los partidarios de Macron o los de Le Pen? Es poco probable. En primer lugar, porque la división izquierda-derecha, incluso debilitada, resiste. Todavía estructura un tercio del electorado y determina los resultados de las elecciones locales, regionales y las del Senado. En segundo lugar, porque la cuestión del cambio climático, que está en el centro de la sensibilidad de los ecologistas, no puede reducirse a estas divisiones. Y, por último, porque la identidad política está cada vez menos anclada en grandes ideologías y cada vez más en la experiencia personal y emocional.
El barómetro de confianza del Cevipof proporciona información valiosa sobre esta dimensión emocional de las afinidades políticas y las elecciones. Un
estudio del Cepremap identifica dos variables clave. La primera es un índice de satisfacción en la vida. La pregunta que se hace es:
¿Cómo estás de satisfecho con la vida que llevas?, en una escala de 0 a 10. La segunda es una pregunta sobre la confianza en los demás:
En general, ¿dirías que puedes confiar en la mayoría de la gente, o crees que nunca se es demasiado cuidadoso cuando se trata con los demás? El siguiente gráfico recoge estas dos cuestiones y esboza un mapa de la distribución subjetiva del electorado.
Gráfico 1.- Voto en la primera vuelta de las presidenciales de 2017
Fuente: Algan et al (2018). Datos de la Encuesta electoral francesa (EnEF) Cevipof. SciencesPo.
Si bien los electores de Le Pen y Mélenchon tienen niveles de ingresos similares, existe una polarización respecto a la confianza interpersonal. Los votantes de Mélenchon y Fillon (derecha republicana) tienen niveles similares de estudios universitarios, pero difieren fuertemente en el sentimiento de satisfacción con su propia vida. Una divergencia similar separa a los dos electorados de izquierdas, el de la
France Insoumise y el socialista. Y, por supuesto, la diagonal de los contrarios enfrenta al electorado de Macron y Le Pen con su electorado de extrema derecha, que acumula insatisfacción con la propia vida y desconfianza hacia los demás.
Tan pronto como exploramos esta politización de sentimientos y afectos, descubrimos cosas interesantes. Por ejemplo, que el miedo a perder su rango en la sociedad ha estructurado más el voto de Donald Trump que la pérdida de rango misma; o que la
dimensión emocional es particularmente fuerte en el voto extremo. El sentimiento de aislamiento, la necesidad de indignarse, el resentimiento, el odio hacia los demás, se convierten en factores clave en el comportamiento político.
Las pasiones siempre han gobernado la política. En el siglo pasado, fueron canalizadas, organizadas por ideologías y grandes narrativas históricas, difundidas y mantenidas por organizaciones políticas y religiosas. En el siglo XXI parecen menos filtradas, están ancladas en sistemas de valores cuya dimensión colectiva es modulada por la experiencia individual y el curso de la vida. Constituyen uniones electorales menos duraderas y más frágiles, donde el estado de ánimo del momento y las circunstancias políticas desempeñan un papel esencial, como ocurrió en 2017. La multiplicidad de divisiones, y todas las combinaciones que permiten, explican esta inestabilidad. El electorado pueden recomponerse en función de la oferta política, del dominio de un
clivaje sobre otro y de la experiencia sensible que permite expresar.
El voto sigue basado en las relaciones sociales, las afinidades políticas, los valores morales, pero la libertad que el votante se permite para compaginar estas dimensiones ha crecido considerablemente.
Los votantes de izquierda y de derecha no han desaparecido, se han emancipado de los partidos; navegan entre sus convicciones, sus valores y sus experiencias vitales. La oferta y el clima políticos tienen una mayor influencia en sus decisiones. Y su número ha disminuido a medida que crecen los votantes que se reconocen a sí mismos en las nuevas divisiones.