Hemos oído en estos últimos meses la oportunidad que representa para España la industria de las energías renovables y, más concretamente, el
hidrógeno verde. Para aquellos que no estéis muy familiarizados con esto último, es la herramienta que nos va a permitir extender el uso de las renovables. Daos cuenta de que, en las próximas décadas,
vamos a tener que instalar cada dos años el mismo número de placas solares y molinos de viento que hemos puesto en los últimos 20 para satisfacer toda la demanda energética. Esto significa que España se encuentra ante un gran reto de almacenamiento energético, ya que los dispositivos que todos conocemos como grandes instrumentos de almacenamiento, las baterías, no son capaces de satisfacer esa demanda energética de una sociedad cada más electrificada y
descarbonizada.
Las baterías son excelentes para usos energéticos relativamente pequeños (< 1 MW) y rápidos (varios días), pero en cuanto a aplicaciones mucho más exigente energéticamente y mayores variaciones estacionales o picos de demanda muy grandes (
Filomenas y demás), las baterías no son suficientes. Es en estas situaciones donde el hidrógeno desempeña un papel fundamental como método de almacenamiento y, por lo tanto, como vector energético.
Por otro lado, habréis oído hablar de los
diferentes colores del hidrógeno: gris, azul o verde... El primero es aquél que es producido a partir de combustibles fósiles y, por lo tanto, con emisión de gases de efecto invernadero; en el azul la mayor parte de estos gases son capturados, y el verde es aquél completamente libre de emisiones y producido a partir de agua. Es éste último el que
está llamado a ser una de las soluciones a los problemas de almacenamiento pero, como probablemente también habréis leído,
su precio es todavía entre tres y cinco veces más caro que el hidrógeno gris, haciéndolo poco competitivo.
Por esta razón, la Comisión Europea (y en consonancia con muchos otros países miembros,
incluido España) ha decidido impulsar su desarrollo para que, debido a su gran potencial, la tecnología de producción de este hidrógeno verde, conocida como electrolisis, pueda bajar de precio y sustituir a las
formas del gris.
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Uno de los requerimientos que tiene este hidrógeno verde para ser producido es la necesidad de electricidad y, por lo tanto, para que de verdad sea verde y barato esta electricidad tiene que ser renovable y también barata.
España tiene un gran potencial de producir electricidad renovable a un precio muy bajo debido a su gran disponibilidad de sol y viento y, de esta forma, producir hidrógeno verde a un precio muy competitivo. Esto nos coloca ante la gran oportunidad de poder producir para nuestras propias necesidades, pero también exportarlo a nuestros vecinos europeos, cuyas necesidades energéticas son incluso mayores que las nuestras por su mayor tamaño y capacidad de producción de hidrógeno verde. A día de hoy, ya se conocen las mil millonarias inversiones que prevén las grandes energéticas españolas como
Naturgy,
Endesa e
Iberdrola para producir hidrógeno verde.
La exportación de hidrógeno verde barato no es la gran oportunidad que España tiene como país, sino
la posibilidad de reindustrializarlo generando tecnología propia. Es decir,
construyendo electrolizadores 'marca España' (y los posteriores facilitadores de este hidrógeno verde: las pilas de combustible o de hidrógeno), que a su vez se alimenten de componentes también desarrollados en España y de nuevo con tecnología propia. Esto nos puede permitir crear toda una industria tecnológica en torno a este vector energético clave para el cambio de modelo que el mundo necesita desplegar en las próximas décadas. ¿Y cómo propiciamos este avance tecnológico? Con la investigación y el desarrollo.
El I+D es el instrumento fundamental para que España no desaproveche la oportunidad que representa el hidrógeno verde. Ya se sabe lo que es intentar competir por producir algo de forma barata y a lo que te lleva, ya sea en la industria manufacturera o incluso en la del turismo. Se requiere que una parte el dinero que se va a recibir de los fondos de recuperación europeos se invierta en desarrollar tecnología española y que no nos limitemos simplemente a copiar las de otros. De la misma forma, se necesita que todo el dinero que las empresas van a ganar en los próximos años sea reinvertido en crear departamentos generosos de I+D y en apoyar la creación de nuevas empresas tecnológicas que, a su vez, nos permitan dar
oportunidades a todo ese talento científico que España tiene a su disposición, ya sea en situación precaria en nuestras universidades y centros de investigación o desperdigados por medio mundo. No es una opción
estar a la cola en inversiones, tanto privadas como públicas, de Investigación y Desarrollo y que las empresas nacionales no figuren prácticamente en los
rankings de compañías que más y mejor invierten en I+D.
Por último, quería hacer un llamamiento a esos inversores españoles que quieran dejar un legado diferente, ver cómo sus hijos y nietos no sólo disfrutan de un país más próspero y avanzado, sino también con una calidad del aire mucho mejor o con unas costas habitables gracias a que hemos combatido eficientemente el cambio climático. Les pido que, por favor, apuesten por proyectos de generación tecnológica y por la generación de propiedad intelectual, de patentes, de nuevas generaciones de productos; y les pido que tengan paciencia, que comprendan que la resolución de los grandes desafíos que tenemos por delante no podemos alcanzarla de la noche a la mañana; y que requiere que esas personas, a veces un poco locas, que somos los y las científicas, tengamos el tiempo y el apoyo para superarnos. Les garantizo que no sólo tendrán un gran retorno económico a sus inversiones, sino que conseguirán lo mejor: hacer que su tierra y que los suyos sean más prósperos y avanzados y, sobre todo, que esa gente les esté eternamente agradecida por cómo, en una situación tan difícil como la actual, apostaron por la tecnología.