Diariamente, atendemos a un trágico recuento de fallecidos por la pandemia que afecta de forma desproporcionada a las personas mayores. La Covid-19 es una enfermedad en la que el pronóstico está drásticamente determinado por la edad y, en consecuencia, el coste humano que nuestra sociedad está pagando entre las personas de edad más avanzada es abrumador. Sin embargo, las consecuencias de un fenómeno de la magnitud como el que estamos viviendo se dejarán sentir en todas las dimensiones y en todos los estratos de nuestra sociedad.
En el caso de las personas más jóvenes, se produce la paradoja de que, siendo el grupo etario que presenta una mortalidad más baja por el virus y los síntomas más leves en la mayoría de los casos, a largo plazo su vida se puede ver afectada de forma desproporcionada por las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. Desgraciadamente, este diagnóstico no es una novedad: durante la crisis financiera que arrancó en 2008, expertos y analistas ya advirtieron del impacto que la Gran Recesión tendría en las generaciones que estaban entonces iniciando su periplo por el mercado del trabajo, viendo diezmadas sus oportunidades futuras y experimentando una intensa precariedad laboral. Apenas una década después, tienen que afrontar la realidad de un contexto económico que les es una vez más adverso, cuando muchos de ellos aún sufrían las consecuencias de la anterior recesión o estaban comenzando a estabilizar sus carreras, en medio de unas tasas de paro juvenil desorbitadas y unos niveles muy bajos de emancipación y tenencia de vivienda.
En este contexto, el presente estudio realizado por el instituto de investigación 40dB a iniciativa de la Fundación Felipe González y la Fundación Europea de Estudios Progresistas (FEPS), y con el apoyo financiero del Parlamento Europeo indaga sobre las repercusiones generacionales de la pandemia. Basado en una encuesta de 1.000 entrevistas en España, la investigación hace hincapié en aspectos como las consecuencias económicas, educativas o de salud emocional de cada una de las generaciones que componen nuestra sociedad.
El primer dato que destaca con fuerza es cómo la crisis del coronavirus se presenta con claridad como la principal preocupación vital de la sociedad en general y de cada una de las generaciones. En una escala de 0 a 10, siendo el 0 la mínima preocupación y el 10 la máxima, la pandemia obtiene una media muy elevada, un 8,6, seguida por la reducción de las desigualdades sociales y la pobreza (8,3). Por edades, son los más mayores, con edades comprendidas entre los 65 y 75 años (boomers mayores), los que manifiestan una mayor preocupación por la crisis del coronavirus 8,9 de media y los millennials (entre 24 y 39 años), quienes manifiestan una preocupación ligeramente menor (8,4), si bien también es su principal preocupación. Estos datos muestran cómo la pandemia es un fenómeno que condiciona totalmente la vida de la sociedad de forma transversal, posicionándose como el principal problema a afrontar independientemente de la generación a la que se pertenezca.
Los 'millennials'sonla generación que ha vivido de forma más directa ambas crisis: la Gran Recesión estalló cuando estaban terminando sus estudios o dando sus primeros pasos en el mundo laboral, y la pandemia ha aparecido justo cuando estaban sobreponiéndose a las consecuencias de aquélla. Por ello, según los datos del estudio, son la generación que más está sufriendo los efectos económicos del coronavirus: el 66% afirma que ha visto reducidos sus ingresos, ya sea de forma permanente o temporal; y, junto a los jóvenes de entre 16 y 23 años (generación Z), son los que más se han visto abocados a reducir sus gastos en productos de primera necesidad (un 30,4% de los millennials) y a reducir su gasto en ocio y tiempo libre (un 60%).
Esta situación económica se deriva de una cruda realidad laboral. Los millennials son quienes más se han visto desempleados como consecuencia del coronavirus (un 8,5%), y también cómo su jornada laboral se reducía por la Covid-19: casi la mitad de los miembros de esta generación un 48,9%. Además, han sufrido en mayor medida cómo su educación se truncaba por la crisis sanitaria: un 21,4% ha tenido que abandonar sus estudios de forma definitiva o temporal, y un 16,5% ha tenido que reducir sus gastos en educación o formación.
Otro aspecto que los jóvenes están sufriendo con particular crudezasonlas repercusiones en su salud emocional. Acostumbrados a una vida en la que la interacción y la socialización desempeñan un papel protagonista, su realidad ha cambiado radicalmente por las medidas de contención del coronavirus. Tras casi un año en estas circunstancias, las consecuencias psicológicas les afectan especialmente: un 78% de los integrantes de la generación Z y un 66% de los millennials dicen sentirse más desanimados y/o pesimistas.
El contrapunto a este panorama se encuentra en las medidas de protección social y el amplio apoyo que reciben. La mayor parte de la población (un 51,6%) cree que, en comparación con la crisis de 2008, esta vez se han puesto en marcha mayores medidas de protección social. Con la salvedad de los integrantes de la generación Z, todas las demás generaciones comparten mayoritariamente este punto de vista. Además, el estudio indica que iniciativas concretas como los ERTEs, el Ingreso Mínimo Vital o el Fondo de Recuperación de la UE obtienen un apoyo amplio de toda la sociedad para hacer frente a la crisis, y tres de cada cuatro personas creen que la pandemia está demostrando que las políticas sociales son más necesarias que nunca.
A pesar de la popularidad de que gozan estas medidas, la valoración que la sociedad hace de la gestión de la pandemia por parte de los distintos niveles de la Administración e instituciones internacionales es relativamente mala. Los ayuntamientos, las comunidades autónomas, la UE y la Organización Mundial de la Salud llegan justos al aprobado en una escala del 1 al 5, mientras que el Gobierno de España queda algo por detrás, con una nota media de 2,5. No obstante estas valoraciones, los datos del estudio también revelan que los ciudadanos creen que instituciones internacionales como la UE o la OMS son más importantes que nunca (un 55,8% y un 55,4% respectivamente). Este apoyo es transversal, con la salvedad de la generación Z, que manifiesta un grado de acuerdo ligeramente inferior: un 38,8% en el caso de la UE y un 45,1% en el de la OMS.
Finalmente, nuestro estudio pone el foco en otro aspecto clave: cuáles serán las consecuencias sociales a largo plazo y cómo será la sociedad resultante. El primer punto de consenso es que la crisis del coronavirus acentuará las desigualdades económicas; así lo piensa el 71,4% de la población. Además, casi un 40% cree que su vida nunca volverá a ser como antes, mientras que quienes creen que todo volverá a la normalidad son sólo el 18,5%. Hay hábitos de vida que cambiarán: un porcentaje importante en torno al 40% dice que tratará de tener unos hábitos de consumo más sostenibles, y particularmente los millennials parecen orientados a desarrollar una vida más basada incluso en internet cuando termine la pandemia: un 38,5% cree que teletrabajará más que antes, y un 41% que realizará compras en línea. Además, la mayor parte de la población un 56,8% cree que esta crisis tendrá un impacto negativo aún mayor que la de 2008 sobre las condiciones laborales de la juventud, afectando a su capacidad de encontrar o mantener un empleo un 59,5% o a su capacidad de acceder a una vivienda 60,5%.
En conjunto, la población española es muy consciente de los riesgos a largo plazo que afrontan los jóvenes: un 65,5% piensa que tendrán una calidad de vida peor que la de sus padres.