En su Barómetro de noviembre de 2020, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) preguntó a los ciudadanos de Cataluña cuál era el principal problema existente en su territorio. La categoría referente a la pandemia (los peligros para la salud: Covid-19, el coronavirus, falta de recursos suficientes para hacer frente a la pandemia) se situó en el tercer lugar, por detrás de la independencia de Cataluña y la crisis económica. Un mes después, se publicó en el Boletín Oficial del Estado el Decreto 147/2020, de 21 de diciembre, de disolución automática del Parlamento de Cataluña y de convocatoria de elecciones, previstas para el 14 de febrero de 2021.
La convocatoria se realizó en medio del inicio de la tercera ola (ese 21 de diciembre se notificaron 2.856 casos solamente en Cataluña) y a comienzos de las fiestas navideñas. Desde entonces, el número de casos ha repuntado, alcanzando cifras que han superado los 4.000 contagios diarios (véase Figura 1).
Al repunte de los contagios se le sumó la elección del actual ministro de Sanidad, Salvador Illa, como candidato a la Generalitat por parte del PSC. El anuncio revolucionó los medios y las encuestas preliminares, otorgando a los socialistas una sutil mejora del voto. A tenor de todo lo anterior, y con los contagios de la tercera ola en máximos previstos para mediados de febrero, el 'Govern', presidido por Pere Aragonés, pospuso las elecciones autonómicas del 14 de febrero al 30 de mayo, algo que podría (o no) tener efectos políticos más allá de los ya esperados, como argumentó J. Rodríguez Teruel en este análisis.
A medida que ha ido pasando el tiempo desde la aparición de la Covid-19, han sido muchas las elecciones nacionales o regionales que se han aplazado, especialmente durante la primera ola de la pandemia. Ejemplos dentro de España son el País Vasco y Galicia. Asimismo, se pospuso también la segunda vuelta de las legislativas en Francia, las departamentales en Uruguay, las presidenciales en Bolivia o, incluso, el plebiscito de Chile. Sin embargo, desde la segunda ola apenas se han dado casos de aplazamientos electorales (Bosnia-Herzegovina, que retrasó las municipales del 4 de octubre al 15 de noviembre de 2020 argumentando falta de recursos, es una excepción). De hecho, el 3 de noviembre el mundo miró expectante el desarrollo de las elecciones en Estados Unidos.
Desde un punto de vista analítico, entender si es mejor aplazar o celebrar elecciones durante la pandemia es difícil de responder. Lo que sí se podría intentar es examinar los efectos que puede tener en las decisiones de participación y en los resultados. Para ello, se expondrán dos artículos que estudian los efectos de la Covid-19 en los comicios, uno de ellos en el País Vasco y el otro en Estados Unidos. Es interesante estudiar los efectos de esta enfermedad en los escenarios vasco y estadounidense ya que, mientras que en el primero apenas se daban casos activos, las elecciones de EE.UU. se celebraron con unas cifras de contagios muy elevadas.
En un estudio reciente, los autores de este texto, junto a Tania Fernández-Navia, analizamos los efectos de la Covid-19 en las elecciones celebradas en el País Vasco el 12 de julio de 2020. Estos comicios, previstos inicialmente para el 5 de abril, se postergaron a un momento en el tiempo en el que apenas se daban casos activos de la enfermedad. Comparamos la tasa de participación de aquellos municipios en los que había positivos (220) con la de aquéllos en los que no hubo ningún infectado por la pandemia (31) desde que se dio el primer caso hasta el día de antes de las elecciones. Como detalle previo al análisis econométrico, en la Figura 2 se puede observar que las tasas de participación fueron menores en los municipios con más casos de Covid-19.
Para tener en cuenta todas las posibles diferencias entre estos municipios, controlamos por características como los niveles de desempleo, el porcentaje de población con educación terciaria y su distribución por tramos de edad en cada municipio, así como por las tendencias en elecciones anteriores. Los resultados principales del análisis muestran que aquellas localidades afectadas por la Covid-19 tuvieron una caída en la participación electoral cuya horquilla fue de 2,7-4,4 puntos porcentuales. Esto supone entre el 29,3% y el 47,8% de la caída de 9,24 puntos porcentuales que se registró en estas elecciones con respecto a 2016. Dado que en la jornada electoral apenas había casos positivos, nuestra hipótesis es que el miedo (y no la probabilidad de contagio real) está detrás de esta importantísima caída en la participación. De hecho, los comicios de 2020 fueron los que registraron una menor participación desde los de 1984.
Asimismo, nuestro estudio muestra un aumento del apoyo al nacionalismo vasco. Esto no es sorprendente, ya que estudios anteriores han demostrado que cuando los votantes se enfrentan a una amenaza global, como el terrorismo, tiende a aumentar la proporción de votos obtenidos por los partidos nacionalistas.
Una razón que podría explicar la disminución de la participación es el miedo al contagio al votar. Aunque esta presunción no se puede verificar de forma empírica, en nuestro estudio llevamos a cabo un análisis adicional orientado a entender si el miedo es uno de los mecanismos que influyen en nuestros resultados. En las elecciones, más del 90% de los municipios presentaba cero casos activos de Covid-19. Utilizando únicamente los municipios que no tuvieron casos y los municipios sin casos activos repetimos nuestros análisis, obteniendo resultados muy similares a los del análisis principal. Dado que en ese momento las probabilidades de contagio en esos municipios eran muy bajas, lo que nuestro análisis sugiere es que un posible miedo al contagio estaba ya instalado entre los electores.
Al contrario que en el caso del País Vasco y Galicia, en EE.UU. las elecciones se celebraron con unas cifras de contagios cada vez mayores (véase Figura 3) y una participación masiva. Un artículo reciente ha analizado este fenómeno y ha concluido que la pandemia disminuyó el apoyo electoral al Partido Republicano, encabezado por Donald Trump. Sus estimaciones exponen un mayor castigo en los condados urbanos, en los estados con mayores niveles de indecisión y en los estados en los que el candidato republicano había ganado en 2016.
Los autores esgrimen que el comportamiento de los votantes estadounidenses se puede explicar por dos vías. Por un lado, se pudieron inclinar por sancionar electoralmente al presidente por su gestión de la crisis sanitaria -en EE.UU., han fallecido más de 400.000 personas-, explicación en línea con algunos artículos que exponen que los votantes tienden a castigar al partido en el Gobierno cuando no maneja adecuadamente shocks negativos externos. Por otro, es posible que se diera un cambio en las preferencias electorales, es decir, que los ciudadanos se decantaran por el candidato que fuera más proclive a realizar políticas públicas cuyo fin fuera el alivio de los costes de la pandemia, como políticas de salud o programas de desempleo.
Por ende, es de interés considerar si ha habido un cambio en la actitud de los ciudadanos frente a la Covid-19, pasando de un miedo inicial a algo desconocido a un comportamiento sancionador en caso de que la gestión de la pandemia no haya sido adecuada. Esto es especialmente importante en el caso catalán, donde todos los análisis vaticinan un resultado ajustado, con una ligera mayoría independentista en escaños.
(Nota de los autores: las opiniones que figuran en esta nota son enteramente nuestras y no representan las de nuestros colegas o nuestras respectivas instituciones)