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La democracia en América Latina a las puertas de un nuevo año

Dinorah Azpuru

7 mins - 15 de Diciembre de 2021, 18:29

De los 19 países latinoamericanos, 12 fueron invitados a la recién terminada Cumbre por la Democracia convocada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Sin embargo, siete quedaron fuera. A las puertas de un nuevo año, y tras de intenso ciclo electoral en la región en 2021, cabe preguntarse cuál es realidad el estado de la democracia en América Latina.

Los académicos que estudian la democracia saben que su concepto mismo tiene múltiples acepciones que enfatizan aspectos diversos. Una de las definiciones más aceptadas es la basada en el concepto de poliarquía de Robert Dahl, la cual tiene ocho componentes que enfatizan la inclusión y la competencia para llegar al poder y generalmente se asocia al concepto de democracia electoral. Más allá de esos ocho componentes, una concepción más profunda es la de democracia liberal, que requiere un Estado de derecho fuerte, la igualdad ante la Ley y la protección de las libertades civiles, la independencia judicial y un sistema efectivo de pesos y contrapesos. En el Gráfico 1 se observa que las democracias de la tercera ola en América Latina han avanzado más en los componentes de una democracia electoral.
 

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Al otro lado están los países con regímenes autoritarios, que también pueden ser de dos tipos: dictaduras (regímenes autoritarios no cumplen con los requisitos de una democracia electoral y, mucho menos, con los requerimientos de una democracia liberal, ni siquiera la competencia) y los autoritarios electorales (que celebran elecciones como fachada, supuestamente competitivas, en las que el partido de gobierno tiene garantizado un resultado favorable). 

Los indicadores agregados de democracia compilados anualmente por organizaciones como V-Dem, Freedom House, The Economist e International Idea pueden dar una perspectiva comparativa general del estado de la democracia en la región latinoamericana. Es importante tener cuenta que los indicadores pueden tener limitaciones. Uno de los mayores inconvenientes es que cada organización utiliza criterios diferentes para construir su índice. V-Dem tiene los indicadores que más se acercan a la discusión académica de tipos de régimen político. Los ocho componentes de la poliarquía de Dahl están incluidos en su Índice de Democracia Electoral, mientras que el nivel más avanzado de democracia se mide mediante su llamado Índice de Democracia Liberal.  En el otro extremo, The Economist incluye en su índice criterios de política social y de cultura política (entre otras cosas) que no se apegan a la definición académica estricta de democracia. A fin de cuentas, cada organización ha decidido incluir variables distintas y, de hecho, la única incluida en todos los indicadores es el requisito de realizar elecciones libres y justas.

A pesar de las diferencias en la metodología y en los componentes utilizados, cabe preguntarse si producen resultados disímiles para los países de la región latinoamericana. La Tabla 1 permite hacer una comparación de los índices más recientes para la región.
 

El Gráfico 2 muestra más claramente la ubicación de los diferentes países latinoamericanos en dos de los indicadores: el Índice de Democracia Liberal de V-Dem y el Índice de Democracia de The Economist.
 

Aunque no hay espacio en este artículo para analizar en detalle la Tabla 1 (y el Gráfico 2), es importante resaltar algunos puntos:
 
  • Hay coincidencia en todos los índices en cuanto a los tres países más democráticos, aunque en diferente orden (Chile, Uruguay y Costa Rica).
  • Asimismo, en cuanto a los tres países menos democráticos, aunque también en distinto orden (Venezuela, Nicaragua y Cuba).
  • Los países latinoamericanos puntúan mucho más alto en el Índice de Democracia Electoral que en el de Democracia Liberal. Esto significa que los procesos electorales y los elementos democráticos de procedimiento se han desarrollado mucho más en las democracias de la región de la tercera ola, mientras que los elementos liberales siguen siendo débiles.
  • Los tres países considerados autoritarios en todos los índices (Venezuela, Nicaragua y Cuba) fueron excluidos de la Cumbre por la Democracia; pero los otros cuatro que tampoco fueron invitados (Bolivia, Guatemala, El Salvador y Honduras) puntúan bajo en la mayoría de los índices (con excepción del Índice de Democracia Electoral para El Salvador y Guatemala). La exclusión de la Cumbre de estos últimos se relaciona con un deterioro democrático sufrido en 2021, en particular con relación a la independencia de poderes.
  • El análisis de cada país puede hacerse viendo si está por arriba o por debajo del promedio regional. En general, este promedio es bajo.



¿En qué medida puede esperarse que estos índices cambien en 2022? La siguiente entrega de la mayoría de ellos se presenta públicamente en el primer trimestre del año. 

El ciclo electoral de 2021 en América Latina fue intenso y la forma en que se desarrollaron los comicios en varios países también puede influir en los distintos indicadores en 2022. Por ejemplo, es probable que mejore un poco la puntuación de Honduras dada la alta participación y transparencia en las elecciones del 28 de noviembre; es factible que los índices de democracia de Ecuador y Argentina también se vean beneficiados por sus respectivos procesos electorales; y el efecto de los comicios de 2021 en los resultados democráticos en 2022 para Perú y Chile es menos claro (en este último, aún no ha tenido lugar la segunda vuelta electoral). 

En el otro extremo, las elecciones en los países considerados como regímenes autoritario-electorales no cambiarán su estatus o puntuación. El proceso en Venezuela fue desigual (con ventajas para el partido de gobierno). Y es indudable que las elecciones de fachada y el encarcelamiento de los opositores en Nicaragua bajarán aún más su calificación.

Es importante recordar que la democracia (y, por tanto, sus indicadores) van mucho más allá de las elecciones. En tal sentido, puede preverse que algunos países sufran una caída en los índices por medidas tomadas por sus mandatarios, en especial aquéllas que buscan la concentración del Poder Ejecutivo a expensas de otros poderes del Estado (por ejemplo, El Salvador, México y en alguna medida Brasil). En países en los que se han producido protestas contra el Gobierno, la reacción de éstos también puede influir en la calificación para 2022 (por ejemplo, es posible que bajen aún más los indicadores para Cuba).

Finalmente, en la Tabla 1 también se incluyen dos indicadores no relacionados directamente con el nivel democrático (pueden correlacionarse con la democracia, pero no son elementos de ésta): el Índice de Corrupción de Transparencia Internacional y el porcentaje de apoyo a la democracia de Lapop. En términos generales, se observa que los tres países latinoamericanos que mejor puntúan en los índices de democracia también muestran niveles de transparencia más elevados, así como de apoyo a la democracia más altos que el resto de los países. 

A modo de conclusión, la democracia en Latinoamérica afronta serios desafíos en 2022. Si bien los procesos electorales formales continúan celebrándose con éxito en muchos países, los altos niveles de polarización existentes, la continuada y aparentemente irresoluble corrupción y el deterioro de la situación económica y social (en particular, por los efectos de la pandemia) dibujan un panorama preocupante. Muchos países están lejos de mejorar su Estado de derecho, la protección de libertades civiles, la independencia judicial y un sistema efectivo de pesos y contrapesos. En otras palabras, América Latina está lejos de convertirse en una región en la que prevalezcan las democracias liberales, y tendrá que conformarse con mantenerse como una de las pocas áreas del mundo en desarrollo con predominio la democracia electoral, pese a los retrocesos producidos en algunos países en 2021.
 
(Aquí, la versión en inglés)
 
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