-
+

Elecciones en Brasil a la sombra de su crisis institucional

Desde la redemocratización hasta 2018, el sistema político brasileño estuvo dominado por dos partidos políticos: el Partido de los Trabajadores (PT), de centro-izquierda, y el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), de centro-derecha. Las últimas cuatro elecciones en ese periodo las ganó el primero. El descontento popular con la recesión económica y los escándalos de corrupción recurrentes alimentaron un fuerte sentimiento de anti-política (es más, de antiPTismo) y ansias de renovación urgente. Un malestar generalizado con las instituciones representativas tradicionales, como los partidos políticos, creció desenfrenadamente.

En medio de todo estaba la operación Lava-Jato, un grupo de trabajo del Poder Judicial, el Ministerio Público y la Policía Federal destinado a combatir la corrupción. Lava-Jato intensificó la sensación de que los políticos "son todos ladrones" y de que era necesario acabar con la llamada vieja política. Surgieron figuras heroicas, como el entonces juez Sergio Moro, responsable de la detención de Luiz Inácio Lula da Silva, sacándolo de la carrera presidencial de 2018. El encarcelamiento de Lula fue fundamental para el crecimiento del rechazo hacia el PT y el fortalecimiento de la imagen de Jair Bolsonaro como el único capaz de acabar con la corrupción en el país.

Posteriormente, Bolsonaro nombró al ex juez Moro ministro de Justicia, pero tras un cúmulo de diferencias y acusaciones dejó el Gobierno y ahora es pre-candidato a la Presidencia para 2022. Hoy, muchas decisiones de la Lava-Jato han sido anuladas, incluida la detención de Lula, debido a diversas irregularidades. El legado de la operación es bastante controvertido.

[Recibe los análisis de más actualidad en tu correo electrónico o en tu teléfono a través de nuestro canal de Telegram]

Una vez en el poder, Bolsonaro hizo todo lo que aconseja el manual del líder autoritario: persiguió a los
críticos, interfirió en las instituciones de control, amenazó la libertad de prensa, acosó a los intelectuales críticos al intelectuales que no apoyaban al Gobierno y puso fin a diversas instancias de representación.

Los problemas del sistema político brasileño

Bolsonaro no habría logrado tales hazañas sin tener en cuenta los diversos problemas del sistema político brasileño, que siempre han pasado desapercibidos o ignorados desde la re-democratización. Los destacamos:
  • Las Fuerzas Armadas no acometieron un proceso de democratización tras el fin de la dictadura militar (1985) y siguen siendo, hasta hoy, instituciones guiadas por mentalidades autoritarias e interfieren constantemente en la política nacional.
  • Las instituciones de control se hicieron con poderes excesivos, actuando sin monitorización externa y acumulando una serie de privilegios corporativistas.
  • El excesivo número de partidos y el perfil predatorio y autorreferencial del Legislativo dificultan la gobernabilidad y fomentan acuerdos heterodoxos, como el que se ha alcanzado recientemente entre Bolsonaro y la parte fisiológica del Congreso (la que se dedica prácticamente a la compraventa de votos). Bolsonaro es el presidente que más enmiendas paga al Congreso.
  • El Parlamento brasileño falla en su función de supervisión y de veto al Poder Ejecutivo. Desde 1894, el Senado brasileño no ha ejercido su prerrogativa de vetar una nominación presidencial al Supremo Tribunal Federal (STF).
  • La Legislatura convive pacíficamente con parlamentarios que apoyan un discurso anti-democrático y dictatorial. La inmunidad parlamentaria en Brasil se pensó como una compensación por los tiempos de represión, pero hoy sirve de refugio no sólo a los políticos corruptos, sino también a los congresistas que defienden medidas incompatibles con la democracia. Éste fue el caso de Bolsonaro, quien dedicó a un notorio torturador su voto a favor del juicio político contra la entonces presidenta Dilma Rousseff.
Así como Trump fue un fruto podrido de los problemas del sistema democrático estadounidense (como bien se documenta en el bestseller How Democracies Die y señalaron anteriormente politólogos como R. Dahl), Bolsonaro es una consecuencia de varios problemas no resueltos de la democracia liberal brasileña.

La gestión de la pandemia

El segundo año de gobierno de Bolsonaro coincidió con el inicio de la pandemia de Covid-19. Su inacción e irregularidades en la compra de vacunas y su desprecio por el medio millón de muertos hizo que muchos de sus votantes comenzaran a desencantarse. También llevó al Congreso Nacional a crear una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) para indagar sobre los crímenes supuestamente cometidos por el presidente y su Gobierno en la gestión de la pandemia. Cuando terminó, la CPI (que sólo investiga, no juzga) le imputó nueve delitos.



Las elecciones de 2022: ¿Vuelve 'Lula'?

La desastrosa gestión gubernamental deja a su líder como el candidato con mayor rechazo popular (del 60% según PoderData). Por otro lado, si el antiPTismo fue el sentimiento que ayudó a Bolsonaro a acceder al poder, ahora es el rechazo a su desempeño lo que hace posible que el ex presidente Lula vuelva "en los brazos del pueblo", como diría Getulio Vargas.

Absuelto y en libertad, Lula vuelve con toda su fuerza y simbolismo de resistencia y de salvador de la patria (rol que en la elección anterior se adjudicó a Bolsonaro). Es el candidato con menor índice de rechazo (el 39%, según PoderData) y lidera las principales encuestas de opinión con un margen muy amplio (el 59%, según DataFolha). Además de Lula (PT) y Bolsonaro (PL), también se postulan:
  • El ex-juez Sergio Moro (Podemos) quien, irónicamente, fue el juez de la operación Lava Jato y el responsable de la orden de aprehensión que encarceló a Lula. Es probable que capture el voto de ex bolsonaristas.
  • João Doria, actual gobernador de São Paulo, del tradicional partido de centro-derecha PSDB. Ganó visibilidad y aprecio porque fue quien tomó la iniciativa de importar vacunas cuando el presidente estaba parado.
  • Ciro Gomes (PDT), de centro-izquierda, que peleará por los votos de la izquierda moderada que ya no quiere más Lula y PT.
Las elecciones de este año representarán un desafío para la joven democracia brasileña. Sea cual sea el resultado, el ganador tendrá que lidiar con una nación fracturada por la polarización, la inflación galopante y con la inseguridad alimentaria de regreso. Bolsonaro destruyó los últimos vestigios de institucionalidad y reputación que tenía Brasil. Lula ya está de gira mundial y se reúne con jefes de Estado como Emmanuel Macron (Francia) y Alberto Fernández (Argentina), que lo reciben como si él aún (o ya) fuera mandatario. ¿Estará cometiendo el error de cantar la victoria demasiado pronto? Queda por ver si el país logrará regresar, a medio plazo, al estatus de país emergente respetado, o si quedará atrapado entre trampas populistas y ciclos de crecimiento insostenibles.
 
¿Qué te ha parecido el artículo?
Participación