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En geopolítica, querer no es poder

Yanina Welp

25 de Octubre de 2021, 18:51

Estimadas lectoras, estimados lectores,

la geopolítica estudia la interacción entre el poder político y el espacio geográfico para explicar las relaciones internacionales. Se trata de comprender cómo se ubican los actores principales en el tablero global y, mirando el escenario, anticipar los movimientos de las piezas y las reacciones que éstos puedan producir. Fascinante. En ocasiones puede ser aterrador, y casi siempre es preocupante. Uno de los grandes retos para sostener la paz y la concordia proviene de la conjugación de necesidades y demandas con valoresprincipios y expectativas, y esto tanto en lo doméstico como en el plano internacional. Se puede representar con una de esas esculturas móviles de Alexander Calder, donde la magia está en el equilibrio. Lo cierto es que el equilibrio en relaciones internacionales es siempre inestable, lo que para nada conduce a negar el peso específico de cada pieza: ni todos son la reina ni tiene el mismo coste coste arriesgar un alfil que un peón.

La gobernanza energética es, con pocas dudas, el campo en el que más evidente se hace el cúmulo de variables que afectan el estado de cosas en la actualidad. Ha señalado Gonzalo Escribano que los "petro-estados" padecen la maldición de los recursos y, en ausencia de instituciones que generen contrapesos, se convierten en estados rentistas controlados por elites extractivas, proclives al conflicto interno y externo; pero señala también que nada asegura que los electro-estados del futuro mejoren sus instituciones. La Unión Europea necesita fortalecer su autonomía estratégica, pero esto no resolverá de un plumazo; por ejemplo, su dependencia energética. En las antípodas de esa discusión, otra que representó muy bien la Francia del estallido de los chalecos amarillos: el reto de conjugar políticas que pueden generar enorme acuerdo en la comunidad científica con el consentimiento ciudadano, el reto de combinar transición con justicia social (véase aquí y aquí).

La UE expresa querer, y así se evidencia en sus políticas más recientes, impulsar la transición verde, liderar el crecimiento económico con innovación y promover la justicia social y el fortalecimiento democrático. Son objetivos loables que suponen retos titánicos y a cada paso amenazan con cortocircuitarse cuando se rozan. La actual crisis energética lo muestra con creces. El problema es la disponibilidad de materias primas (energéticas y no energéticas) y la ruptura de la cadena de suministro global, que producen desajustes entre la oferta y la demanda, escaladas de precios y problemas con el transporte marítimo con repercusiones sobre la economía global.
 

Las renovables son una solución parcial que todavía queda lejos a muchos países, a pesar de los avances (véase en el gráfico la proporción general que significan para cada país de la UE y el avance entre 2009 y 2019 para una selección que incluye a España). En este último hay voces críticas con seguir recurriendo al gas, pero la dependencia del mismo y la actual subida de precios de la electricidad muestran que no hay solución fácil (aquí, unos cuantos ingredientes del lío geopolítico y geo-económico). Y ahora, encima, el conflicto entre Marruecos y Argelia amenaza seriamente con complicar aún más las cosas. Nuestro primer artículo de hoy se ocupa de trazar un recorrido histórico del conflicto y aporta un marco posible para sentar las bases de una negociación. El conflicto del Sahara Occidental es parte del problema, aunque como ha dicho Pau Solanilla, podría ser que las relaciones estratégicas entre Marruecos y España sean más fuertes que el ruido que generan las crisis diplomáticas (véase Marruecos y España, la diplomacia de las emociones).

Un mediador para las relaciones entre Argelia y Marruecos

Esta semana finaliza el contrato para el tránsito de gas argelino a España a través de Marruecos. El conflicto entre los países del norte de África deberían resolverse. Pero, ¿quién podría mediar, si España no aparece para Marruecos como un mediador válido? Lo analiza Maciej Pawlowski.


'Austeridad encubierta': la fórmula de Costa para Portugal

Catherine Moury explica cómo el primer Gobierno socialista de António Costa (2015-2019) logró alcanzar tres objetivos que,, juntos parecían imposibles: revertir la austeridad, reducir el déficit y ganar las elecciones siguientes. Aquí, su versión en inglés.
Este artículo forma parte de Agenda SocialDemque impulsamos con la Fundación Friedrich Ebert en España.


La agenda de la ultraderecha marca la carrera al Elíseo

Arsenio Cuenca pone la mirada sobre el proceso de radicalización que está viviendo Francia. Más allá del resultado inmediato de las presidenciales, las perspectivas son poco alentadoras; no sólo para el país, sino también para la Europa progresista. No se lo pierda. 

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Yanina Welp
Coordinadora editorial
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