Estimadas lectoras, estimados lectores,
la semana pasada nos preguntábamos en #FarWest si
se puede evitar el estallido. Una de las variables que se puso en consideración fue
la incapacidad de las élites para actuar ante las evidencias de creciente malestar de la ciudadanía. Chile es un caso paradigmático en la historia reciente, pero no hace falta sumergirse mucho para encontrar unos cuantos ejemplos, también de décadas previas. Uno de los grandes estallidos registrados en la región ocurrió en Venezuela en 1989, conocido como el
Caracazo. En febrero de aquel año estalló una protesta masiva que incluyó marchas, disturbios y saqueos. Las razones de aquella irrupción combinaron lo que en octubre de 2019 habría dado el pistoletazo de salida en
Ecuador (la subida en el precio de la gasolina) y
Chile (el aumento de precio del transporte urbano). Siempre, por supuesto, el estallido se produce por la gota que rebalsa el vaso, pero encarna y expresa un hartazgo generalizado.
En 1989, el reporte oficial de muertos da cuenta de cientos, otros informes llegan a hablar de miles.
Hasta ese momento Venezuela había sido uno de los países más estables de Latinoamérica. Sectores de la política intentaron dar respuesta. Con ese fin se instaló una Comisión Bicameral para la Revisión de la Constitución que iba haciendo su camino cuando, en marzo de 1992, se produjo el alzamiento militar del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) liderado por Hugo Chávez. Ante el fallido intento de golpe, las elites se replegaron y se dio marcha atrás con las reformas. Aquel
no hacer nada tuvo consecuencias sobre lo que vendría posteriormente.
En la estela de los estallidos de 2019,
Dinorah Azpuru se preguntó por los condicionantes de la legitimidad en Chile, Ecuador, Perú y Bolivia (
'¿Afronta América Latina un problema de legitimidad?'). Además de ratificar el peso de variables estudiadas por las Ciencias Sociales, destacó el de
una percepción en auge: que los gobernantes no se interesan por la gente. Las percepciones son alimentadas por hechos y lo peor son las consecuencias. En el caso de Venezuela, el problema es que ahora, en 2021, lo que hay es una dictadura cerrada (véase
aquí,
aquí y
aquí). El 21 de noviembre hubo
elecciones locales y regionales, sin mayores sorpresas pese a las expectativas de tibios cambios, el Polo Patriótico (coalición de gobierno) se llevó la mayor parte de las gobernaciones y alcaldías. Quedaba en disputa Barinas, cuna de Chávez y su familia. Por el Polo Patriótico se candidateó Argenis Chávez, hermano del
comandante eterno. Perdía por unos 1.500 votos cuando… se suspendió el recuento y, tras demoras injustificadas, se suspendió el proceso. Un diputado de oscuro curriculum presentó un amparo constitucional alegando que sobre el candidato opositor pesa una inhabilitación administrativa. Sobre esto seguiremos reportando.
En Honduras los senderos que sigue la disputa electoral parecen echar un poco de aire en otra historia turbia. Con los votos escrutados hasta el momento (a tres días de la elección el contador sigue clavado en poco más del 50 % de voto escrutado; informantes clave señalan que la demora sería impensable en otros países, pero no debe alarmar en éste).
Xiomara Castro (Libertad y Refundación, Libre) se convertiría en la primera presidenta del país, superando en unos 20 puntos al candidato oficialista. Tras el golpe de 2009 y el fraude electoral de 2017, estos comicios inauguran nuevas regulaciones electorales. De momento, cabe destacar que tras un silencio inicial, el partido actualmente en el gobierno, el Partido Nacional, ha reconocido su derrota. ¿Ventana de oportunidad? Probablemente sí, pero no será fácil y los retos son muchos.
La región sigue convulsa, tras un año intenso. En Perú se ha presentado una moción de censura contra Pedro Castillo (nadie puede sorprenderse, viendo el historial del país). Mientras, Chile se prepara para la segunda ronda de las presidenciales. En la estela del complejo campo que dejan estas pinceladas de lo que ocurre en la región, hoy comenzamos por un artículo que se pregunta por el perfil democrático de las elites latinoamericanas, con comentario y gráfico de la Unidad de datos de Agenda Pública. Seguimos con un análisis de lo que depara la salida de Nicaragua de la OEA, y cerramos con las elecciones hondureñas.
¿Están las clases altas de América Latina desvinculándose de la democracia?
Jon Subinas y
Sergio García proponen una vía para analizar el apego a la democracia de los sectores con más recursos. Su análisis cierra con un alegato a favor de repensar la noción de
bienestar para la investigación académica sobre la democracia en que aluden a la célebre frase del ex presidente argentino Raúl Alfonsín cuando: "Con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura".
Ante la salida de Nicaragua de la OEA
Las elecciónes del 7 de noviembre en Nicaragua se desplegaron con irregularidades, violencia y una abstención del 81,5%. Las condenas internacionales no tardaron en llegar. El régimen de Ortega-Murillo ha reaccionado denunciado la Carta de la Organización de Estados Americanos y anunciado su salida. Las piezas ya se están moviendo, y Nicaragua se alinea con otras autocracias de la región. Sin embargo, la salida no es automática y quedan obligaciones pendientes. Lo explica
Alina Ripplinger.
Honduras: una mujer pondrá fin a un siglo de hegemonía de liberales y nacionales
A más de una década del golpe de estado contra Juan Manuel Zelaya (28/6/2009), su esposa y desde entonces activista por la democracia y la condena al golpe, Xiomara Castro, se convertirá en la primera presidenta mujer y la primera que no procede de partidos tradicionales. Mucho más para entender el contexto de lo ocurrido y las claves de lo que se viene, en este análisis que elaboramos con
Harry Brown Araúz.
Destacados
- La silla presidencial peruana también está 'embrujada' ¿Por qué los presidentes son tan impopulares en Perú?, se preguntó en este análisis Aarón Quiñón Cárdenas y dio cuenta de tres claves rotundas: debilidad y delegación de toma de decisiones en tecnócratas, ausencia o fragilidad del aparato partidario y ausencia de políticas que apuesten por el crecimiento con desarrollo y bienestar social.
Hasta la próxima,
Yanina Welp
Coordinadora editorial