en una de sus últimas obras, The Rethoric of Reaction. Perversity, Futility, Jeopardy(1991), Albert Hirschman identificó unas narrativas típicas de resistencia al cambio que han aparecido en distintos momentos históricos. A la primera la denominó la tesis de la perversidad; es la más agresiva, al proponer que los efectos de una reforma empeorarán cualquier aspecto –social, político o económico– al que la misma buscaba solucionar y, por tanto, insistir con ello tiene algo de maléfico (“el statu quo o el caos”). La tesis de la futilidad es más suave, contradictoria en teoría, pero en la práctica complementaria de la primera: señala que cualquier reforma tendrá un efecto nulo o mínimo y, por tanto, es sencillamente cosmético (aplicaría a los que piensan que en la España de 1979 no había cambiado nada en relación a la del 1969 y que los mismos seguían controlando el poder). La última, la tesis del riesgo, es bastante más sútil, propone que los costes de una reforma pueden ser tan altos como para poner en peligro otros logros precedentes (la ejemplifican los que plantean que “aumentar el ingreso mínimo tendrá efectos negativos sobre la economía y acabará generando desempleo a costa de mejorar las condiciones de unos pocos”). Hirschman analiza sus tesis siguiendo las reacciones de una selección de pensadores que resistieron tres grandes hitos de su tiempo, aunque fueron posteriormente incorporados al ideario general europeo y, en buena medida, occidental: la Revolución Francesa, los movimientos sufragistas y de ampliación de derechos civiles de principios del siglo XX y la formación de los estados de bienestar tras la Segunda Guerra Mundial.
Cuenta Santiago Gerchunoff en su Epílogo a una de las traducciones de La retórica reaccionaria (Clave Intelectual, 2020) que cuando el libro ya estaba casi listo Hirschman intentó infructuosamente reemplazar en el título reaccionaria por intransigente. Quería resaltar –algo explícito en la obra– que lo que comenzó analizando como una característica propia del pensamiento reaccionario (conservador y de derechas) también es aplicable al campo progresista. El punto entonces no está en el posicionamiento ideológico –aunque en las últimas décadas esa retórica había estado dominada por el pensamiento conservador–, sino en un empecinamiento, necedad u obstinamiento teórico (los calificativos son de Gerchunoff) que bloquea la reflexión y el análisis de la simple posibilidad del cambio. Traigo esto a colación hoy porque creo que, de aprobarse la Renta Básica Univeral (RBU), podría ser tratada como uno de esos hitos que Hirschman analiza. La cuestión en esta newsletter no es proponer que la RBU es sin duda viable y positiva (me gustaría, pero escapa a mis competencias), sino invitar a no caer en la intransigencia y dejar espacio para analizar como se merece una reforma compleja.
En Agenda Pública, se le presta atención al tema desde hace años. Por ejemplo, José Antonio Noguera señalaba en 2018 que algunos de los problemas reiterados con que se ha tropezado la RBU tenían que ver con cuestiones de 'marketing' político y electoral que el autor resumía así: su apoyo marginal (por pequeños partidos), el apoyo político barato (posturas simbólicas, cheap talk); el apoyo ingenuo o irrealista (podía traducirse como “mucho anuncio y cero presupuesto”), las falsas rentas básicas (el ingreso mínimo u otras experiencias más o menos puntuales, o limitadas o condicionadas) y, por último, el quemar la propuesta (con iniciativas poco realistas, mal planteadas o mal explicadas; me temo que puede haber sido el caso reciente en Argentina). Entre otros, Borja Barragué (aquí) y Encarnación Carmona (aquí) defendieron la implantación de una RBU en tiempos de pandemia (no permanente, pero como un avance en ese camino).
Nuestro primer artículo de hoy se suma a esta saga con el estudio del apoyo de la ciudadanía a la RBU y encuentra que la fórmula de financiación condiciona el respaldo o rechazo: así, “el apoyo aumenta si estas medidas se financian vía un impuesto sobre la renta de las personas con los umbrales de renta más altos”. Con Diego Lombardi nos preguntamos entonces por el “margen de maniobra” de los gobiernos en cuanto a poder subir impuestos con este fin. El gráfico de abajo parece sugerir que España ha seguido la tendencia opuesta, gravando cada vez menos a las corporaciones y, por tanto, podría haber margen. Lo cierto es que dato y relato van de la mano, y, por ejemplo, la información sobre el coste de los servicios públicos afecta a las actitudes de la ciudadanía hacia los impuestos. Con el análisis de los condicionantes del apoyo a la RBU comenzamos. De ahí pasamos a Italia, que elige a su presidente. Cerramos con una propuesta de fórmula de financiación educativa orientada a la equidad.
De qué depende el apoyo a la renta básica universal
Definida como un ingreso incondicional y universal, la RBU es una propuesta conocida. A pesar del creciente apoyo político y credibilidad que está ganando, se sabe poco del grado y los condicionantes del respaldo de la ciudadanía: ¿bajo qué condiciones la ciudadanía está dispuesta a suscribir esta propuesta? ¿Qué aspectos generan mayor rechazo y por qué? La novedosa investigación de Leire Rincón aporta respuestas claves para pensar el futuro de la renta básica universal.
¿Qué presidente para Italia? Andrea Pertici hace un repaso por los diferentes presidentes que ha tenido Italia y dibuja el escenario actual para extraer algunas lecciones sobre las mejores perspectivas. También lanza un pronóstico: “Esta situación hace sustancialmente imposible la elección de un presidente que sea claramente una expresión de uno de los dos partidos principales, como es ciertamente el caso de Berlusconi, cuyo historial institucional y personal (basta pensar en su condena por fraude fiscal) milita contra su elección”.
Una fórmula para financiar la educación con equidad Marcel Pagès y Miquel Àngel Alegre señalan que los recursos materiales y financieros no lo son todo en la provisión educativa y tampoco pueden garantizar de facto una mejor equidad en los resultados educativos, pero a la vez son una condición necesaria para asegurar la calidad de los sistemas. Para cumplir esta condición, proponen una detallada financiación for fórmula en función de equidad.
Este artículo pertenece a Agenda Educación, sección coordinada por Xavier Bonal.
Cristina Monge: "Ninguna transición es gratis, ninguna: todas tienen ganadores y perdedores, y pocos temas hay más ideológicos y más políticos que la transición ecológica".