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Contra la naturalización de la violencia

Yanina Welp

6 mins - 26 de Enero de 2022, 19:07

Estimadas lectoras, estimados lectores,

San Salvador, febrero de 2021. En la campaña por las legislativas y municipales, dos simpatizantes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional fueron asesinados tras participar en un acto proselitista. Sobre el drama, el esperpento: el presidente Nayib Bukele llegó a hablar de un auto-atentado. Guayaquil, octubre de 2021. Un niño que tomaba un helado con sus padres y hermana fue asesinado en medio del fuego cruzado entre la Policía y unos ladrones. La indignación sacudió al país: no era un hecho aislado, sino la gota que colmó el vaso. Cualquier mes, todos los meses, Colombia: la Defensoría del Pueblo registró el asesinato de 145 líderes sociales durante 2021. Implica un leve descenso general y oculta el repunte en zonas especialmente concernidas por la implantación del Acuerdo de Paz, como Valle del Cauca y Antioquía. Honduras, enero de 2022: 20 diputados se agarran literalmente a golpes en el Parlamento dejando clara su renuncia a la política para adoptar otros medios y lo poco que les importa que la escena, televisada, recorra el país, la región y el mundo. México, también enero de 2022: tres periodistas han sido asesinados en lo que va del año.

Son pinceladas escogidas al azar. La lista amenaza con ser interminable. La violencia siempre es demasiada y lo peor es que se está naturalizando.

América Latina es la región con los mayores niveles de violencia interpersonal del mundo. El 63% de los homicidios se produce con armas de fuego. Se ha observado una relación positiva entre la disponibilidad de armas en manos de civiles y la tasa de homicidios (con Uruguay como curiosa excepción, acumulando la mayor cantidad de armas per capita y una baja tasa de homicidos; véase aquí).

México, Colombia, Brasil o Venezuela (junto con países de América Central como El Salvador y Guatemala) presentan altas tasas de homicidos. En Colombia las tasas han ido bajando, pero el asesinato de líderes sociales se ha recrudecido en algunas zonas (nuestros dos primeros artículos de hoy traen algunas pistas para entenderlo y también para pensar políticas que puedan contrarrestarlo).
 

La violencia toma diferentes formas y todas ellas, de alguna manera, atentan no sólo contra los derechos humanos, sino también contra la democracia. La libertad de expresión correlaciona con la violencia. Periodistas sin Fronteras elabora anualmente sus datos sobre la libertad de expresión. La categoría de 35 a 55 es definida como en situación difícil, y por encima de 55 como muy difícil. Ocho países se ubican en estos dos grupos, incluyendo a Colombia, Brasil, Venezuela y México, y la tendencia es al empeoramiento (véase el gráfico).
 

La violencia sexual es una arista cruda en la imagen general y está estancada o al alza. En Colombia ha ido aumentando, y es notable el caso de Costa Rica. Aquí una consideración obligada refiere a las denuncias. Se denuncia más donde las víctimas pueden alzar su voz y saber que serán escuchadas en lugar de victimizadas. Desnaturalizar la violencia es, primero, crear las condiciones para visibilizar lo que ocurre. Los datos disponibles puede que estén muy por debajo de las cifras reales de violencia sexual. Todas las violencias avanzan: la criminal, la política, la sexual y también verbal. Se naturaliza. Corremos el riesgo de aprender a vivir con el horror en lugar de combatirlo.
 

Violencia política y violencia criminal en la arena preelectoral colombiana
Juan Guillermo Albarracín y Juan Pablo Milanese señalan que el aumento de ciertas formas de violencia en el país se vincula con el desafío que los acuerdos de paz han generado para enclaves autoritarios. Estas formas de violencia confluyen, lo que se observa también en que los actores armados no estatales no actúan de forma autónoma, sino insertos en redes locales de poder. Comprenderlo permite diseñar estrategias más adecuadas para combatirlo.

En Colombia, el avance de la paz hunde al ‘uribismo’
Jerónimo Ríos Sierra recuerda que "una cosa es negociar y firmar el fin de una confrontación armada, y otra bien distinta, y más compleja si cabe, es transformar las condiciones estructurales, simbólicas e institucionales que, durante décadas, sostuvieron la violencia". En Colombia esto, con muchos matices, está dando algunos resultados, entre los que destaca que la opción por la paz o la guerra ya no es lo que divide principalmente al electorado.

El Gobierno de Boric recuerda al de 'Lula'
Muchas preguntas ha suscitado el anuncio del Ejecutivo que asumirá en marzo la Presidencia chilena. Andrés Schipani extrae unas cuantas conclusiones sobre lo que deja la elección de perfiles y partidos y sugiere que la estrategia de Boric se parece a la que siguió Lula durante su primer Gobierno: 1) el armado de una coalición legislativa amplia a través de nombramientos de miembros de otros partidos en el Gabinete y 2) el envío de algunas señales de continuidad a los mercados.

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Buena lectura y hasta la próxima, 

Yanina Welp
Coordinadora editorial
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