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'Neorrancios': cualquier tiempo pasado fue mejor

José Rama Caamaño

5 mins - 31 de Enero de 2022, 07:00

La nostalgia se ha adueñado de la política de nuestros días. Para muchos, cualquier tiempo pasado fue mejor y el progreso de la sociedad actual se mira con recelo. Esta idea encaja a la perfección en la etiqueta de neorrancios: aquéllos que ven en la vida de sus padres un tiempo plagado de optimismo; que consideran que las dificultades del presente para tener lo que entienden una vida plena (casa, piso y trabajo fijo) no son comparables a las que afrontaron sus progenitores; y que, mientras hoy es imposible llegar a fin de mes, décadas atrás todo era éxito y gloria. 

Este énfasis en exaltar el pasado y en denostar la vida actual ha sido canalizado políticamente por parte de nuestros representantes. La crisis económica y financiera que hemos vivido recientemente les ha invitado a pensar en el pasado como solución de los problemas del futuro y, por ello, no ha habido partido que se precie que no haya creído que volver a las políticas de antaño, explorar en sus votantes tradicionales y en sus viejas ideas era la mejor forma de renacer de sus cenizas políticas y volver a volar como el ave fénix. Indistintamente del color político del partido, sea a izquierda o a derecha, esta idea de reivindicar el pasado y criticar el presente ha cuajado significativamente entre nuestros líderes. De ahí que las llamadas a la refundación y la vuelta a los orígenes estén a la orden del día. 

Desde la izquierda, además, hay un claro sector que considera que centrarse en el lenguaje inclusivo, las políticas de igualdad de género o la economía sostenible y el respeto al medioambiente estaría alejándolos de su arquetipo de votante: el hombre obrero que, lejos de ubicar entre sus problemas principales los citados, está más preocupado por el empleo, el precio de los bienes de consumo y su identidad nacional dentro del mundo globalizado. A esta izquierda que tanto le irrita la nueva política y ve en las viejas luchas su razón de ser se les conoce como 'rojipardos'.

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En los últimos años, estos votantes
rojipardos se han sentido engañados por las formaciones de izquierda y socialdemócratas, más preocupadas en dar la batalla en el eje posmaterialista que en el materialista, y han visto en los discursos nativistas de la derecha radical (con tintes populistas) la respuesta a sus problemas. Así, cuando la derecha radical enfatiza que los trabajos de los nacionales están en peligro debido a la amenaza de los inmigrantes que vienen a arrebatarles sus oportunidades laborales, o cuando esgrimen discursos de corte nacionalista, que vienen a defender sus tradiciones y cultura frente al cosmopolitismo, este grupo de electores se siente identificado y, lo más importante, el día de las elecciones termina por dar su apoyo a estas formaciones. 

No es de extrañar, por tanto, que la derecha radical empezase a ver un nicho electoral significativo entre aquellos votantes con trabajos no cualificados o pertenecientes a las clases sociales más bajas. Por ello, desde España hasta Italia, pasando por Francia, hoy día escuchamos referencias a los trabajadores manuales, agricultores, ganaderos, cazadores, etc. dentro del discurso de la derecha radical, mientras que las fuerzas socialdemócratas han ido dejando de lado paulatinamente a estos votantes. Del mismo modo, la izquierda radical ha entendido que, si la socialdemocracia ya no seduce a estos electores, no estaría de más competir con la derecha radical para poder atraerlos. Así, ante la orfandad de estos votantes, la izquierda radical se ha lanzado a esgrimir mensajes muy similares a los que utiliza su opuesto en la derecha, basados en la reivindicación de un pasado mejor, cuando los trabajadores gozaban de oportunidades laborales y los salarios permitían capacidad de ahorro y prosperidad; y en los que, además, los derechos laborales eran mayores a los actuales. De este modo, a nadie sorprende que tanto en el caso griego como italiano, sus recientes gobiernos (caso de Syriza y los Independientes Griegos, Anel, y del Movimiento 5 Estrellas y la Lega)  hayan sido coaliciones de formaciones ubicadas en las antípodas ideológicas.  



El mapa de los tradicionales alineamientos políticos, entre votantes y partidos, ha cambiado bastante en los últimos años en Europa. La reconfiguración de los sistemas partidistas no sólo es fruto de votantes menos anclados ideológicamente con las formaciones políticas, menos identificados con las mismas y más volátiles, sino de profundos cambios en la sociedad. De esta manera, mientras una gran parte del electorado pide vivir, al menos, como lo hacían sus padres y mira con pesimismo al futuro y añoran el pasado, se olvidan, a su vez, de los muchos avances que, en términos de igualdad y bienestar social se han producido en las últimas décadas. Descuidan, también, el creciente acceso en la educación, que dota a los ciudadanos con mejores herramientas para ser críticos con cómo funcionan las democracias y cómo sus representantes toman decisiones sobre su futuro, y para enfrentarse a los cambios sociales que están por venir: la transformación (aún mayor) de las estructuras de trabajo, la globalización creciente o la mayor digitalización de la sociedad. 
 
(Estas ideas y muchas otras aproximaciones se encuentran en el libro 'Neorrancios. Sobre los peligros de la nostalgia'coordinado por Begoña Gómez y publicado por Península)
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