Estimadas lectoras, estimados lectores,
una encuesta registra, como si de una foto se tratara, unos posicionamientos colectivos en un momento dado. Si se asume que se ha hecho siguiendo los criterios que diferencian un estudio de opinión de calidad de una mera manipulación o una
chapuza, una encuesta permite obtener información relevante para caracterizar un escenario político, social y/o económico. En política, las encuestas son
un recurso necesario (aunque crezca la controversia sobre
su uso). Pero la política no funciona como una foto, sino como una película, y por más que algunas regresiones estadísticamente significativas permitan establecer relaciones causales entre variables –del tipo
el voto obligatorio incrementa la participación–, los contextos siempre importan y matizan cualquier afirmación con pretensiones de cerrar una discusión –por ejemplo, hay diferencias en la efectividad del voto obligatorio condicionadas por la penalización que se establezca; o el voto obligatorio deriva en desempeños diferentes a lo largo del tiempo, entre otros posibles–. Vale insistir: los contextos siempre importan.
Francia es un país referente para Occidente. De su pasado revolucionario derivan tanto principios como
mitos fundacionales de las democracias liberales contemporáneas, con sus aspiraciones no del todo simétricas ni realizadas plenamente: la libertad, la igualdad, la fraternidad. Francia fue pionera también en producir ofertas de la derecha radical, con Jean Marie Le Pen, y luego siguió tendencias a la hora de
barnizar los componentes más
ultra de aquel discurso, en
el partido ahora liderado por Marine Le Pen. La fragmentación partidaria proliferó y los partidos tradicionales fueron desplazados con más fuerza que en otros lugares de Europa Occidental (el triunfo con mayoría absoluta del socialista António Costas el pasado fin de semana en Portugal sería producto de la ciencia ficción en la Francia actual). Las protestas que dieron la vuelta a Europa también fueron particularmente virulentas en Francia, expresando
unos déficits notables en la representación.
El gráfico de abajo muestra la evolución de la participación electoral en Alemania, España, Francia, Italia y Portugal. La tendencia general es a la baja. Sin embargo, España parece haber sostenido sus niveles de participación más que otros países, mientras se observan mayores oscilaciones en Alemania y una clara línea descencente en Francia y Portugal. Cambio y recambio: el domingo en Portugal se habría dado cierto giro, con un aumento de la participación (en las pasadas legislativas, en 2019, fue del 51% y ahora habría aumentado hasta en ocho puntos).
Francia ha combinado en los últimos años tendencias centrífugas en la arena electoral con la resistencia del centro; cualquier aproximación simplista no podrá más que volverse una reducción infundada (lo demuestra con creces nuestro primer artículo de hoy). En el escenario europeo, la emergencia de la derecha radical produjo en muchos casos
la movilización de los desapegados. Pero sorprende que, pese a que se habla mucho de polarización en Francia, los datos no reflejan un cambio dramático en este sentido, como sí es notable su aumento en Alemania y España. Y sobre la correlación entre estas dos variables se observa que es menor de lo que suele anunciarse. El aumento acentuado de la polarización en España no ha tenido un efecto tan claro incrementando la participación, algo que sí es evidente en Alemania. En Portugal, en cambio la participación ha caído a pesar de cierto aumento de la polarización. ¿Qué nos sugieren todo esto? Que hay que prestar más atención y diferenciar entre la agenda de los medios, que amplifican a una minoría muy ruidosa, la polarización de las elites políticas y los posicionamientos sociales. (Véase
aquí,
aquí y
aquí). Sin más, les dejo la Agenda España de esta semana.
La paradoja francesa
Por extraño que parezca, afirma
Jean-Louis Missika, los franceses tienden a estar muy satisfechos con su vida y su trabajo y son cada vez más moderados políticamente. Cuando se les pide que se sitúen en un eje izquierda-derecha, eligen más el centro y se alejan de los extremos, y muestran muchos más acuerdos de los que el debate político parece amplificar. Lectura recomendada.
'Neorrancios': cualquier tiempo pasado fue mejor
Cambios sociales, económicos, políticos, culturales, tecnológicos. Todo cambia, y mientras todo cambia emerge una tendencia a idealizar el pasado en la caza por unos votantes más volátiles y fragmentados que subestiman los avances alcanzados en bienestar social. La reflexión de
José Rama Caamaño.
Destacado
Buena lectura,
Yanina Welp
Coordinadora editorial