Hasta hace bien poco, la lucha contra el cambio climático pasaba por descarbonizar totalmente la economía, desterrar los combustibles fósiles de nuestras vidas y dejar de emitir gases a la atmósfera. Por aclarar: emitir zero, o apenas una brizna. Sin despreciar la dificultad de conseguirlo, en todo el planeta y en un plazo cada vez más perentorio, el hecho es que la cosa se ha ido complicando en buena medida por procastinar, a gobiernos (y empresas) de todo el mundo les han entrado las prisas y a 120 países se les ha ocurrido, o han abrazado, apostar por un nuevo concepto: net-zero; en (o para) 2050.
Como en todo, ante este giro de los acontecimientos los hay más (o menos) optimistas y, también, más (o muy) críticos. Entre los primeros se puede encontrar la Agencia Internacional de la Energía que, en su macro-informe de mayo pasado ve factible el objetivo 2050: "Despliegue inmediato y masivo de todas las tecnologías energéticas limpias y eficientes disponibles" y "uso generalizado de las tecnologías que aún no están en el mercado", entre las que destacarían las "relacionadas con las baterías avanzadas, los electrolizadores de hidrógeno y la captura y almacenamiento directo [de carbono] del aire"; incluyendo el despliegue de "nuevas tuberías para transportar las emisiones de CO2 capturadas y sistemas para mover el hidrógeno, también entre puertos y zonas industriales".
Para los segundos, net-zero es un eufemismo y/o el reconocimiento (con la boca pequeña) de que el zero-zero original no puede ser. Y no les gusta nada que sigamos emitiendo neto hasta 2050 aunque vayamos enjaulando cada vez más carbono. ¿Y cómo se hace eso? Pues, básicamente, con árboles y tecnología. Entonces bien, ¿no? Veamos, porque hay unos problemillas.
El primero de ellos es que hay indicios de que lo del net-zero es, en realidad o en parte, un mcguffin; es decir, esa expresión acuñada por el director cinematográfico Alfred Hitchcock que vendría a definir un elemento sobre el que se fija intencionadamente la atención aunque no tiene relevancia en la trama. Una especie de maniobra de despiste, de distracción... o de comprar tiempo. En esa dirección apuntaba The Washington Post cuando, en la investigación de la que nos hicimos eco en la newsletter anterior, dice que "un área clave de controversia es que muchos países intentan compensar las emisiones de la quema de combustibles fósiles alegando que el carbono es absorbido por la tierra dentro de sus fronteras"; permitiendo a China, Rusia y Estados Unidos, por poner tres ejemplos relevantes, "resten cada uno 500 millones de toneladas de emisiones anuales de esta forma".
Sin quitar (insistimos) importancia a los impactos y desafíos sociales, políticos, geopolíticos, cronológicos y de otro tipo que implica centrarse en el zero-zero; y presuponiendo que al menos a parte de los gobiernos y empresas que defienden el net-zero les mueve la buena fe (a la par que la búsqueda de su propia supervivencia), hay quienes ven en éste la prueba de "cómo ciertos científicos y organizaciones medioambientales han asumido una parte del trabajo de relaciones públicas de la industria de los combustibles fósiles y de los países que no están dispuestos a realizar reducciones drásticas de las emisiones" (Doreen Stabinsky); o consideran "el almacenamiento de carbono en la tierra (una idea que tiene mucha aceptación)" como "científicamente erróneo" (Brendan Mackey 'et al'); o que lo de las emisiones netas cero ofrece "a los gobiernos y a los líderes empresariales lo que buscan desesperadamente: una forma cómoda de aparentar que están tomando medidas drásticas" (Oxfam); o que "confiar en la industria de los combustibles fósiles para la gestión del carbono sólo retrasará aún más la transición" (June Sekera y Neva Goodwin).
En @thejuicemedia tampoco ven con muy buenos ojos el net-zero (véase en el vídeo). Si se fijan en el fotograma que aparece en el 2:36, sus promotores no hacen hincapié en el punto en el que confluyen las dos líneas, sino en la superficie roja (emisiones, del net-zero), que se sumaría a la gris (también emisiones, del zero-zero) hasta 2050. Y ya sabrán que la parte de éstas que se escapa a la atmósfera es acumulativa.
No obstante, repasemos las dos formas de captura y/o eliminación de carbono que están en la base del cero-neto:
La propia naturaleza (bosques y otros ecosistemas), que capturan dióxido de carbono en la biosfera mediante la fotosíntesis; aunque también lo libera gracias a los incendios, las sequías y el calentamiento… causados precisamente por el cambio climático. La tesis de Stabinsky, que repite en esta ocasión con Kate Dooley, es que los defensores del (o resignados al) cero-neto esperan demasiado de la madre naturaleza. Más optimistas son Cécile A. J. Girardin et al, que afirman que estas soluciones "tendrán un importante papel en el enfriamiento planetario"... "en la segunda mitad de este siglo"; y ello "implicaría detener la destrucción de ecosistemas en todo el mundo (incluyendo 270 millones de hectáreas de deforestación), restaurar 678 millones de hectáreas (más del doble del tamaño de la India) y mejorar la gestión de unos 2.000 millones de hectáreas de tierra"... ah, y si empezamos ya mismo.
Uno de los acuerdos más sonados que se suscribieron en el marco de la COP-26 de Glasgow fue el referido a los bosques y el uso de la tierra para acabar con la deforestación en 2030... muy parecido a lo acordado en la COP-24 de Katowice (2018), en la Declaración de Nueva York sobre los Bosques (2015) y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (el 15º).
La tecnología: más concretamente, la dedicada a retener el carbono y almacenarlo bajo tierra. ¿Problemas? Entre algún otro, pues los mismos de otros frentes de la transición energética: su desarrollo tecnológico y, en caso de éxito, su implantación a escala suficiente requieren de tiempo (que no tenemos), de una cifra estratosférica de dinero (hay mucho, pero no infinito) y de grandes extensiones de terreno (muy disputado, porque también lo demandan, por ejemplo, las renovables y puede comprometer la seguridad alimentaria y la biodiversidad).
Otro método innovador consiste en extraer el dióxido de carbono directamente del aire pero, a día de hoy, su consumo de energía es inmenso, tanto como la inversión requerida: hasta Bill Gates, que respalda uno de esos proyectos, ha calculado que operar a escala con esta tecnología "costaría 5,1 billones de dólares anuales"; y deberían asumirlos los estados. Muy recientemente, arrancó en Islandia la mayor capturadora de CO2 del mundo… con la humilde capacidad de 4.000 toneladas anuales.
El consejero delegado de la multinacional eléctrica Enel, Francesco Starace, ha admitido que "hay una regla general: si una tecnología no se recupera en cinco años, y aquí estamos hablando de 15 por lo menos, es mejor dejarla. Hay otras soluciones climáticas: básicamente, dejar de emitir carbono". O, en palabras de Sekera/Goodwin: "Llevar la captura directa del aire a una escala que tenga un impacto significativo en el clima significaría desviar la financiación de los contribuyentes, la inversión privada, la innovación tecnológica, la atención de los científicos, el apoyo del público y la acción política (...) de la labor esencial de transición a fuentes de energía sin carbono".
Gráficos
El MSCI Net-Zero Tracker es un "indicador trimestral de los avances de las empresas cotizadas para reducir el riesgo climático" En su último informe, de octubre de este año, concluye que "las empresas del mundo se están quedando sin tiempo para frenar lo peor del cambio climático. Calculamos que las emisiones de las que cotizan en bolsa harían que el mundo se calentara aproximadamente 3°C (...) el 57% aún no se ha alineado con el objetivo (...) del Acuerdo de París (...) están emitiendo carbono a la atmósfera en cantidades que superan con creces la parte que les corresponde del presupuesto de emisiones que queda".
Un ejemplo: la multinacional Shell, que fue objeto de una sentencia histórica por la que se la obligó a reducir a la mitad sus emisiones, tiene entre sus planes compensar 120 millones de toneladas de CO2 al año mediante la plantación de bosques. ActionAid revisó su estrategia: requeriría 12 millones de hectáreas de tierra. Debajo, su ficha del MSCI Net-Zero Tracker.
Oxfam sumó a esta última compañía otras tres (BP, TotalEnergies y ENI) y calculó que sus planes, sumados, requerirían una superficie de tierra dos veces mayor a la de Reino Unido. Luego, lo extrapoló al conjunto de la industria del petróleo y el gas y le salió casi la mitad de Estados Unidos, o un tercio de las tierras de cultivo del planeta. Debajo, la ficha de Exxon, una de las más renuentes a asumir compromisos climáticos.
Volviendo a los países, recordar que dos gigantes como China e India se han comprometido a ser cero-netos... pero en 2060 y 2070, respectivamente.
Dejar de financiar las plantas de carbón en el extranjero, pero cerrar gradualmente las suyas. Apuntarse a la declaración contra la deforestación, pero quedarse fuera, con Rusia e India, del acuerdo para combatir el metano. El balance de Águeda Parra sobre China y la COP-26.
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