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con la colaboración de

COP-26: de brechas y grietas

Guillermo Sánchez-Herrero

9 mins - 11 de Noviembre de 2021, 20:59

Estimadas lectoras, estimados lectores

La Presidencia de la Cumbre del Clima (COP-26) de Glasgow presentó ayer el primer borrador de declaración final y la reacción del ecologismo fue poner el grito en el cielo por considerarlo obscenamente insuficiente. Puede aducirse que este mundo del activismo medioambiental nunca está satisfecho, es agorero y siempre pide más; pero da también la impresión de que esta vez es diferente.

La puntilla la ha dado una exhaustiva investigación de The Washington Post que, por resumir, demostraría que el mundo está emitiendo muchos más gases de efecto invernadero de lo que resulta de los informes de descarbonización presentados por 196 países para dar cumplimiento al Acuerdo de París; más concretamente, los equivalentes a añadir a la contabilidad otro Estados Unidos, en el supuesto más optimista, u otra China, en el menos. Por dejarnos de circunloquios, esta frase del texto del Wapo: "El plan para salvar al mundo de lo peor del cambio climático se basa en datos; pero los datos en que se basa el mundo son inexactos [y bastante peores]".

Es decir, que mientras la Presidencia de la COP-26 pergeñaba un texto de partida (que, con toda seguridad, será rebajado y amansado para atraer a los países más huidizos), el periódico estadounidense añadía una quinta brecha a las cuatro que Samuel Martín-Sosa describía en el análisis publicado por esta casa (el enlace, más abajo); y no una cualquiera, sino la madre de todas las brechas porque afecta, al empeorar en origen, a las demás; concretamente, un 23% más.

Por ponerlo en contexto: el objetivo es que el calentamiento global no supere los 1,5ºC o, si no puede ser, los 2ºC; y con los datos oficiales de los 196 planes nacionales, de cumplirse a rajatabla estaríamos en 2,7ºC.

Una vez expuesto lo que pasa por arriba (gobiernos, cumbres, acuerdos históricos) vayamos un momento abajo, al ciudadano de a pie. Según una encuesta realizada por Kantar Public en 10 países, incluidos Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia y España, no andamos mal en conciencia y consciencia climáticas (el 62%) y estaríamos dispuestos a aceptar regulaciones más estrictas (¡un 76%!)... pero donde sí vamos sobrados es en autoestima (el 74% se siente orgulloso de lo que está haciendo ya por el planeta); y, quizás por eso, no creemos necesario (sólo el 46%) cambiar nuestros hábitos. O sea, que lo de las regulaciones más estrictas no va por nosotros. Aquí asomaría una sexta brecha o, tomando prestado el término argentino, una grieta que, como la del país latinoamericano, es muy complejo salvar.
 

Entre las justificaciones para no hacer más contra el cambio climático, un peligroso no hay acuerdo entre los expertos (va calando este mantra tóxico; para un 72%) y la bofetada de realidad de los no puedo permitírmelo (60%) y me falta información (55%). Preguntados por las medidas necesarias, es descorazonador ver que favorecer el transporte públicoreducir los viajes en aviónprohibir los coches contaminantes y consumir menos carne aparezcan en el furgón de cola.

Coincidiendo con la COP-26 se ha conocido también que China ha marcado un nuevo máximo histórico de producción diaria de carbón y que su plan, presentado días antes del comienzo de la cumbre, fue un jarro de agua fría para los expertos; que Bruselas estudia incluir la energía nuclear y el gas entre las fuentes de energía para luchar contra la crisis climática (provocando el choque frontal entre Alemania y Francia) y que los sindicatos europeos presionan para incluir la nuclear en el mix energético limpio. Las dos primeras noticias hablarían del desbarajuste, de la descoordinación, del cada uno por su lado en que la crisis energética está convirtiendo la lucha contra la climática. Las dos últimas, de cómo el agravamiento de la situación está forzando a la región del mundo con mayor ambición a cambiar de planes a última hora para intentar resolver un problema para el que la tecnología, la innovación (mercado lo dicen menos, pero forma parte del pack de sus defensores) no son, tampoco, suficientes por sí solos.

Si se hace un collage con todos estos fotogramas, igual vemos con ojos menos críticos a los (más) aguafiestas del activismo.

Los gráficos
​Entre tanto desasosiego, nos hemos desayunado con una revisión de los datos de emisiones mundiales de CO2 que nos indicaría que no han aumentado en la última década. Una buena noticia, sin duda, que no obstante habrá que reajustar (o poner en paralelo) con los resultados de la investigación de The Washington Post.


También es verdad que a poco de arrancar la COP-26 conocimos que, al calor de la recuperación económica, esas emisiones han recuperado ya los niveles pre-pandemia (la otra crisis), como puede observarse en el siguiente gráfico publicado en El País.
 

Uno de los aspectos más positivos del borrador de declaración final de la Cumbre del Clima es que, por primera vez (sí, por primera vez) se hace un llamamiento para que se termine con las ayudas públicas (sí, ayudas públicas) al petróleo, gas y carbón. Otra cosa es si (o en qué términos) figurará esa reclamación en el texto final.

Para terminar este bloque, una adivinanza: ¿cuál creen que ha sido la mayor delegación de la COP-26? Pues si hablamos de países, la brasileña, con 479 delegados; pero si lo hacemos en general, y según Global Witness, la más nutrida (503 acreditaciones) ha sido la de personas vinculadas a la industria de los combustibles fósiles.

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¡Nuevo! Las cuatro brechas de la acción climática
Como prometíamos más arriba, serían la de ambición (entre lo prometido por los gobiernos y lo necesario); la de cumplimiento (entre lo que los países prometen y lo que cumplen realmente); la de realismo (entre lo que se promete y lo que realmente es posible), y la de justicia (entre lo que los países prometen y lo que es realmente justo). Por Samuel Martín-Sosa.

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¿Transformará esta crisis energética la política como en los 70? Por si no fuera suficiente con lo descrito más arriba, al circo de la acción climática le ha crecido el enano de la crisis energética. Sobre sus eventuales consecuencias políticas, Simon Reid-Henry sostiene que la historia puede repetirse, en esta ocasión, "llegar a poner en duda la gran agenda climática de Europa, enfrentando a los ciudadanos, a los gobiernos nacionales y a la Unión Europea de forma inquietante y generadora de caos".

Sin que sirva (necesariamente) de precedente, recordamos a continuación dos análisis del archivo reciente que ahondaron en las aristas de este problema añadido: éste, donde Marc Ibáñez se preguntaba si el encarecimiento de la electricidad supondrá el final de las ambiciones verdes europeas; y éste otro, en el que Anna Gumbau ya avisaba de que la Comisión Europea parecía tentada de lavarse las manos.

¿'Quo vadis' la política climática y energética alemana?
Ayer mismo los grupos de trabajo de los tres partidos que negocian la formación del Gobierno semáforo entregaron a sus jefes respectivos sus conclusiones sobre este asunto. Los puntos de partida de los Verdes y los liberales (FDP) eran muy distintos, y el ganador de las elecciones (el SPD) se ha mantenido en silencio. El análisis de Christoph Kiefer.

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Iosu IribarrenFernando de la Cruz y Soraya Cuesta sostienen que el mecanismo de ajuste en frontera por emisiones de carbono puede beneficiar especialmente a  América Latina y el Caribe al servir de "palanca que les permita avanzar en la adopción de estándares productivos medioambientalmente sostenibles".

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El 'podcast'
Ante el panorama descrito, no está de más volver a los 'orígenes', cuando el reto ya era enorme pero desde luego no estaba tan enrevesado. Eran los tiempos en los que hablaba de que la electrificación era (es, sigue siéndolo) el principal vector para la descarbonización, aunque todavía representa menos del 25% de la energía final que consumimos. Assumpta Farran, patrona de la Fundación Renovables y ex directora de Calidad Ambiental de la Generalitat de Cataluña; David Ribó, ingeniero la energía de la Cátedra de Transición Energética Urbana de la UPV, y Pedro Fresco, por entonces coordinador de esta iniciativa y actualmente director general de Transició Ecològica de la Generalitat valenciana debatieron sobre lo que podemos hacer para avanzar en la electrificación, sus retos y sus consecuencias sobre el modelo energético y económico.


Buena lectura

Guillermo Sánchez-Herrero
Editor

 
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