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¿Son 'buenas' las segundas vueltas?

Yanina Welp

7 mins - 9 de Febrero de 2022, 20:35

Estimadas lectoras, estimados lectores,

las elecciones son un componente fundamental, necesario aunque no suficiente, para calificar una democracia liberal (por cierto, éste es el único modelo que tenemos a mano, aunque China intente sugerir otra cosa). El conjunto de instituciones que ordenan el proceso electoral crea condiciones para el funcionamiento del sistema político y en especial para la competencia partidaria. Más aún, tienen efectos sobre cuestiones tales como el número de partidos existente y el nivel de polarización, y pueden aliviar o exacerbar problemas.

En los sistemas presidenciales latinoamericanos hay un componente del diseño electoral que ha tenido un rol destacado: la mayoría requerida para decidir quién gana la contienda. Hay dos modelos, el 'first-past-the-post' y la segunda vuelta o balotaje, en el que (de no darse una mayoría absoluta –más del 50% de votos– o una distancia muy amplia –por ejemplo, el 40% y una distancia mayor a 10 puntos con el siguiente postulante–) las dos primeras candidaturas en la primera vuelta se disputan el sillón presidencial en una segunda jornada electoral (la próxima en la agenda, la de la Costa Rica en abril).

Hay argumentos para apoyar o rechazar ambos modelos. Es interesante, además, ver quién apoya qué. La gran mayoría de los líderes políticos se decanta por la segunda vuelta, como muestra la encuesta producida por el Observatorio de Elites Políticas Latinoamericanas (Pela), mientras que en la comunidad académica prima el escepticismo frente a las  bondades del balotaje y cierta tendencia a apoyar el first-past-the-post. El argumento típico a favor de este último es que inhibe la proliferación de partidos políticos y, en consecuencia, disminuye el riesgo de emergencia de outsiders y los bloqueos Ejecutivo-Legislativo que pueden provocar la caída de gobiernos. La segunda vuelta, en cambio, alentaría la proliferación de partidos y abriría las puertas a los 'outsiders', pero conferiría mayor legitimidad al presidente al garantizarle una mayoría contundente, aunque sea en última instancia. También se supone que fortalece la representación al disminuir el peso del voto estratégico (o voto útil) en la primera ronda.

El ejemplo clásico para alentar la discusión latinoamericana es el de Salvador Allende en Chile. Allende fue elegido en 1970 con el 36,6% de los votos, mientras que el candidato de la derecha obtuvo el 35,3% y el candidato del centro el 28,1%. El defecto de nacimiento del Gobierno de Allende sería la elección por mayoría simple. Ahora, un dato curioso es que el sistema chileno establecía que si ningún candidato alcanzaba la mayoría, el presidente sería elegido entre los dos candidatos más votados, algo que por tradición no ocurría (pasaba el que obtenía más). Lección recurrente: no se trata sólo de las reglas, también de su aplicación. En cualquier caso, en las últimas décadas se observa una creciente difusión institucional de la segunda vuelta.
 

Si antes de 1970 la segunda vuelta solo existía en Costa Rica, desde 2016 está en uso en 12 de los 18 países latinoamericanos (en el mapa, Sudamérica; para más detalles, véase el Observatorio de Reformas Políticas en América Latina). Y tal como sostenían sus críticos, han proliferado los partidos en cada elección: 25 en Costa Rica, 20 actualmente en carrera en Colombia, 16 se inscribieron en Ecuador y otros tantos en Perú en los procesos electorales de 2021. Esto tiene efectos sobre las mayorías parlamentarias, que son cada vez más un recuerdo del pasado o una aspiración inalcanzable… aunque Amlo, Bukele, Ortega y Maduro son excepciones.

Hoy no vamos a responder a la pregunta de la #FarWest, pero prometemos seguir dándole dando vueltas. Menos espacio para el debate parece dejar otra reforma en que América Latina destaca y en estos días merodea por México y Venezuela: la revocatoria de mandato que, o bien no se intenta activar jamás o se intenta sin éxito, o se activa pero no cumple su función de incrementar el rendimiento de cuentas y la legitimidad del sistema político (una panorámica por acá). Les dejamos un panorama electoral de las presidenciales de mayo en Colombia donde, como en Costa Rica (análisis post-electoral que también se incluye) lo único sobre lo que había certezas era sobre la inevitabilidad de la segunda vuelta. Seguimos con la fallida revocatoria de mandato contra Nicolás Maduro en Venezuela (segundo intento, con dinámicas muy diferentes a las observadas en 2016 pero con similar resultado). Cerramos con Chile y el fracaso de Unidad Popular.
 
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Guía para las arenas movedizas de las elecciones colombianas
Figurita repetida. Como en Peru o en Costa Rica, también en Colombia se multiplican los candidatos y escasean los votantes. Con más de 20 aspirantes a la presidencia, coaliciones que apenas cuajan y un electorado descontento, hacer pronósticos tiene riesgo. Ninguno de los candidatos supera el 30% de intención de voto y la gran mayoría no llega ni siquiera al 10%. En un electorado corrido a la derecha, la ventaja de Petro es novedad. Por Sandra Botero, de Agenda Pública para El País.

La alarma de la desilución en Costa Rica
Se apuntaron 25, pero en carrera había 6. No lograron incentivar la participación, que cayó 6 puntos en relación a 2018. Quienes lideran los resultados electorales son José María Figueres Olsen (Partido Liberación Nacional-PLN) y Rodrigo Chaves Robles (Progreso Social Democrático-PPSD). Es la tercera vez consecutiva que la definición sobre quién va a llegar a la Casa Presidencial se dirime en un balotaje. El análisis de Carolina Ovares para El País

El referendo revocatorio que no fue
En el discurso, el Gobierno de Maduro y las instituciones de control y contrapesos de las que sólo queda su cáscara vacía habilitaron el proceso de recogida de firmas. En la práctica, lo hicieron de tal manera que fuera imposible cumplir el procedimiento. Un detalle de varios: el cronograma estableció que la recolección del 20% de firmas (4,2 millones de electores) se realizara, en una única jornada de 12 horas, el día 26 de enero a través de 1.200 centros de recolección de apoyos cuya distribución geográfica no fue dada a conocer hasta el sábado 22 de enero. Por Héctor Briceño.

El Gobierno de Castillo, sin liderazgo, sin rumbo
En una sociedad clasista y discriminadora como la peruana, señala Maritza Paredes, es fácil acusar al presidente Castillo de ignorante, pero el liderazgo político no se aprende en la universidad –como muestran las experiencias de Evo Morales en Bolivia y Lula en Brasil, ambos surgidos del movimiento obrero y campesino. La autora resalta que lo que ocurre en la actualidad en el país andino es síntoma de la ineptitud peruana de construir organizaciones: “Ya es hora que nos demos cuenta que la salida no es que se vayan todos, sino que entremos todos”. De Agenda Pública para El País.

Industria y poder popular: Chile 1972-1973
Luis G. Velásquez Pérez identifica un punto de quiebre en octubre de 1972, en vísperas de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. La huelga duró un mes, pero se convirtió en una estrategia esporádica para el colapso general de la economía apoyada por Estados Unidos, que además de intereses geopolíticos tenía intereses económicos sobre el cobre chileno. Aquellos hechos condujeron a un reacomodo en la composición de los apoyos y Fuerzas de Unidad Popular. 


Buena lectura y hasta la próxima, 

Yanina Welp
Coordinadora editorial


 
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