Lo primero que estas elecciones dejan claro, por si alguien tenía alguna duda, es que los únicos tres partidos nacionales relevantes son PSOE, PP y Vox. Las dos formaciones que abrieron el sistema de partidos y soñaron con el
sorpasso están en la UCI.
Que Ciudadanos es irrelevante no es nuevo para nadie. El PP no necesitaba convocar ningunas elecciones para rematar a quienes ya se habían suicidado solos con su gestión de los resultados de las generales de abril de 2019. Por si fuera poco, ni siquiera los remata, porque Francisco Igea consigue mantener su escaño. Igea debería respirar aliviado, porque nadie, excepto José Félix Tezanos, barajaba ningún escenario mejor para su partido. A todo esto, ¿alguien se acuerda de una tal Inés Arrimadas?
Que Unidas Podemos (UP) también es irrelevante ha pasado más desapercibido. El caso es que, aunque Podemos e IU se han presentado juntos, el resultado de UP ha sido exactamente el mismo que el de Cs: un único escaño de los 81 en juego. Con su nivel de apoyo (el 5%), no obtendrían ningún escaño en esta autonomía en las generales. De hecho,
si UP repitiera en las generales los resultados obtenidos en Galicia (4%), País Vasco (8%), Cataluña (7%), Madrid (7%) y Castilla y León, obtendría entre cinco y seis diputados en estas cinco autonomías. En noviembre de 2019 le dieron 17 de sus 35 escaños. Ya puestos, ¿dónde está Yolanda Díaz y dónde estuvo durante la campaña?
¿Hay un cambio de ciclo entre PSOE y PP?
El PSOE cae, pero da la sensación de ser una caída contenida, quizá, porque quedó en la parte media-alta de las predicciones de las encuestas (excluyendo la del Centro de Investigaciones Sociológicas).
Los resultados de los socialistas son peores de lo que parece. Lo cierto es que éste es su tercero peor en escaños, sólo por encima de 2015 (25) y 1995 (27). Es una situación bien diferente de la de 2019, en la que, probablemente aupado por el
efecto Sánchez, obtuvo 35, igualando su mejor resultado desde 1991. Quizá no sea casualidad de que el presidente siguiera el recuento de resultados desde Moncloa en lugar de acudir a la sede de Ferraz.
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El PP, por su parte, sube dos escaños y obtiene 31. Sin embargo,
visto en perspectiva, no deja de ser su segundo peor resultado, por debajo incluso de los que obtuvo como Alianza Popular en 1987 (32) y Coalición Popular en 1983 (39). Justo al contrario de lo que Génova quería demostrar,
Madrid no fue una cuestión de 'marca PP', sino de Isabel Díaz Ayuso. Ni su resultado ni su liderazgo son extrapolables al resto del país. El error consiste en creer que el colapso de Cs espolearía de manera natural el voto a los
populares: a veces será así (Madrid), otras veces favorecerá al PSOE (en Cataluña, parte importante del voto anti-secesionista confió en el PSC, y aun en otras se repartirá entre PP, Vox, partidos locales y abstención (probablemente, lo que sucedió en Castilla y León). Si a esto le sumamos que la captación de votos de Ciudadanos puede verse compensada con la pérdida de apoyos en el flanco derecho a manos de un Vox indudablemente fuerte, el crecimiento del PP puede ser mucho más incierto de lo que desearían en Génova.
Así las cosas, el cambio de ciclo es sólo parcial.
Convocar elecciones puede servir para mostrar que el PSOE está débil, pero no para certificar que el PP tenga músculo. Fuera de Madrid y Galicia, cualquier opción del PP de gobernar pasa necesariamente por Vox. Mejor que se vayan acostumbrando: las demandas de este partido en Castilla y León serán la nueva normalidad.
¿El primer Gobierno de España con Vox?
Su eventual entrada en el Ejecutivo es clave para Castilla y León y para el resto del país.
El PP tiene poco margen de maniobra. Dejar el Gobierno en manos del PSOE si no llega a un acuerdo es obviamente un farol (y tendría un castigo mayor que el de pactar con los de Santiago Abascal). Convocar de nuevo elecciones sería excesivamente arriesgado: podría perder numerosos apoyos y, quizá, el Gobierno. Apoyarse en el PSOE invalidaría su estrategia de presentar al
sanchismo como un mal que hay que desterrar a toda costa de La Moncloa.
La situación de Vox tampoco está exenta de complicaciones. Esta formación ha avisado durante toda la campaña de que iba a vender caros sus votos, y ayer dejó claro que quiere entrar en el Gobierno. Renunciar a ello con los resultados que ha obtenido podría resultar tan costoso para el partido como no llegar a un acuerdo con el PP. Por eso,
si los 'populares' le pusieran entre la espada y la pared, podría tener sentido que escogiera la espada.
Teniendo todo esto en cuenta, diría que hay una probabilidad no despreciable de que Castilla y León sea el primer Gobierno autonómico con participación de Vox. Si así ocurre, me parece que
el PP gobernará bastante menos cómodo que con Igea y los suyos.