Estimadas lectoras, estimados lectores,
el 14 de marzo de 2020 se anunciaba el primer estado de alarma en todo el territorio español para afrontar la emergencia provocada por la Covid-19. Tres días antes, la Organización Mundial de la Salud había declarado la pandemia. Muchos presupuestos saltaron por los aires mientras se alteraban los modos de vida de formas hasta entonces impensables. Se detuvo, al menos por un tiempo, la movilidad en el espacio áereo y en el terrestre de buena parte de los países del mundo. Hubo un repliegue hacia el ámbito doméstico. Para millones de personas, la escuela y el trabajo se trasladaron a casa; los más afortunados. Para otros, el empleo y la educación quedaron en suspenso. La crisis económica fue inmediata.
Nada de esto fue, sin embargo, una vuelta al pasado. La creciente digitalización aceleró tendencias en lo que refiere al estudio o al
trabajo remoto. También se incrementaron mucho, y en apenas unos meses,
todas las desigualdades preexistentes (lo hablamos en
'Los perdedores de la pandemia').
Aumentó la violencia de género; la
salud mental se vio seriamente afectada; los colectivos más vulnerables, entre ellos
los mayores en residencias, se contaron entre los más perjudicados.
La gestión pasó al primer plano y se elaboraron indicadores para medir el impacto de la crisis sanitaria sobre el sistema político.
VDem creó el índice
Pandemic Backsliding para evaluar hasta qué punto los gobiernos habían violado los estándares establecidos en sus disposiciones orientadas a responder a la pandemia, identificando violaciones en un número importante de países (2020). En la misma línea se movió el indicador de
Freedom House, Democracy under Lockdown (2021). Hubo controversia: por ejemplo,
'The Economist' (2020) publicó un en apariencia desolador registro del retroceso de las libertades que no era más que la consecuencia obvia de las limitaciones a la movilidad y de reunión de personas, aprobadas para contener la propagación del virus. En buena parte de los países, estas decisiones fueron tomadas en el marco de la Ley y con el apoyo de parlamentos y/o cortes constitucionales en un contexto de elevado nivel de incertidumbre sobre las estrategias sanitarias a desarrollar para proteger a la población.
Ahora
The Economist Intelligence Unit (EIU) acaba de publicar su indicador sobre calidad de la democracia donde España baja (–0,4). Estos dígitos han causado cierto alboroto y el inmediato lanzamiento de platos (para unos, la culpa es del gobierno; para otros, de "los independentistas", o del Tribunal Constitutional; del Partido Popular o de Podemos…).
¿Qué nos dicen los datos? Diego Lombardi ha preparado para Agenda Pública las gráficas comparando la evolución de los indicadores de Vdem, EIU e Idea para España, Alemania (DEU), Italia y Francia en el periodo 2006-2020.
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Algunas reflexiones sobre lo que se observa: 1) los índices varían porque enfatizan elementos diferenciados que pueden siempre ser sometidos a discusión (tanto su relevancia como las formas de medición). No son ninguna verdad revelada, lo que no debe conducir a limitarse a desestimarlos porque las políticas públicas y, en un plano más general, el mismo debate político, necesita unas bases para la discusión que estos datos aportan. 2) Habiendo diferencias (evidentes en las oscilaciones entre los cuatro casos seleccionados y los indicadores para cada uno), éstas no implican cambios radicales en la clasificación final (más abajo, otro gráfico muestra con más claridad que hay correlación).
3) La democracia española ha experimentado estas oscilaciones, pero sigue puntuando muy bien. 4) Especialmente relevante:
la democracia es responsabilidad colectiva y no sólo de los gobiernos o del Poder Judicial (sin duda, la tienen y es mayor que la de la ciudadana de a pie, pero éste es un asunto de todos). La caída en la puntuación que registra Idea en 2008 lo pone sobre la mesa, ya que refiere a leves declives en varios indicadores que corresponden tanto al ámbito institucional como a otros que lo desbordan. Esto lo ilustra el declive en la libertad académica, que puede verse afectada por medios muy directos, como el cierre y persecución de la disidencia propios de sistemas autoritarios (la España del franquismo), y también por mecanismos más sutiles, como cuando se impide la toma de la palabra o la realización de actos a personas de signo ideológico diferente al de los grupos promotores de escraches, cada vez más frecuentes en el país (
aquí, un caso).
La crisis fue excepcional, los gobiernos se vieron obligados a tomar decisiones y comunicarlas y los líderes y lideresas del mundo quedaron expuestos, pero la investigación posterior ha mostrado que la responsabilidad era compartida también con sus oposiciones, siendo esta relación condicionante de
la confianza en los gobiernos. El
Estado recuperó centralidad y
la Unión Europea también lo hizo retomando,
no sin dificultades y arduas negociaciones, un liderazgo debilitado. Nuestros dos primeros artículos se ocupan del marco institucional que se activó en España para gestionar la crisis y de las lecciones que deja el proceso de vacunación (y su resistencia) en el caso francés. Cerramos con un análisis de las elecciones en Castilla y León.
Luces y sombras de la cooperación en la pandemia
Eva Sáenz Royo analiza la cooperación para la transferencia de recursos a las autonomías orientado a conseguir una respuesta homogénea en la gestión de la crisis y en la coordinación desde el Estado de las competencias autonómicas. La autora alerta sobre los riesgos de que el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud pretenda sustituir al Parlamento. Lectura recomendada.
'Joder' a los no vacunados: desigualdades y el ‘pasaporte’ Covid
Fuerte movimiento anti-vacunas y una tasa de vacunación del 80% parecen movimientos excluyentes, pero en Francia se combinan.
Aldo Rubert Echevarría analiza los datos socio-demográficos para identificar a quienes dudan o son hostiles frente a las vacunas. Una clave: la gestión importa. Imperdible.
Elecciones en CyL: Vox ¿la nueva normalidad?
Andrés Santana analiza unas elecciones autonómicas que han sido convocadas y leídas por buena parte del espectro político en clave nacional y señala que, aunque convocar nuevos comicios pueda servir para mostrar que el PSOE está débil, no servirán para mostrar que el PP tiene músculo. Pase, lea y comente.
Buena lectura,
Yanina Welp
Coordinadora editorial