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¿Repetirá 'Lula' la hazaña de FHC?

Ana Tereza Duarte Lima de Barros, Marcelle Amaral

7 mins - 16 de Febrero de 2022, 16:24

La tercera ola de democracia llegó a Brasil en 1985, después de 20 años de dictadura militar. En ese año, la Constitución vigente era la de 1967, dictatorial, muy anticuada e incongruente con la democracia. Preveía la elección indirecta del presidente por el voto de la mayoría absoluta del colegio electoral.

Un año antes, las calles brasileñas fueron tomadas por el 'Diretas Já', un movimiento que pedía el regreso de las elecciones directas, un modelo que existió hasta 1964, cuando los militares tomaron el poder y lo reprimieron. En 1988 se promulgó la nueva Constitución con el rescate del sufragio directo y universal para todos los cargos de representación política. Las elecciones para el Poder Ejecutivo se decidirían en dos vueltas cuando ninguno de los candidatos obtenga la mayoría absoluta de votos válidos en la primera.

En el último número de #FarWest, Yanina Welp cuestionaba si la doble vuelta sería buena. Si bien la mayoría de los líderes políticos estarían a favor de la votación, los académicos tenderían al first-past-the-post, ya que en este modelo la proliferación de partidos y la aparición de outsiders sería más improbable. Brasil, el país con el mayor número de partidos políticos con representación en el mundo, adoptó la doble vuelta electoral en su nueva Constitución.

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Históricamente, el país ha tenido 12 elecciones presidenciales directas y plenamente democráticas frente a ocho indirectas, ya que hasta 1945 no hubo sufragio universal ni voto secreto. Hubo cuatro comicios generales antes de la dictadura militar y seis indirectos durante el periodo dictatorial. La apertura del régimen rescató elecciones democráticas.


En 1989 se celebraron los primeros comicios federales directos. Fernando Collor de Melo (PRN) superó a Luiz Inácio Lula da Silva (Partido dos Trabalhadores, PT), en el balotaje, con el 56,03% de los votos válidos. Collor, sin embargo, no terminó su mandato, ya que fue destituido cuando cumplía su tercer año en el poder.

En 1994 y 1998, Fernando Henrique Cardoso (FHC), del Partido da Social-Democracia Brasileira (PSDB), ganó en primera vuelta, con el 54,28% y el 53,06% de los votos, respectivamente. FHC ha sido el único presidente en la historia democrática brasileña elegido en primera vuelta. Por aquel entonces, Brasil era una democracia muy reciente cuyo primer presidente había sido destituido por llevar al país a su peor crisis económica. FHC era ministro de Hacienda del presidente interino Itamar Franco (PPS). Como solución a la crisis, diseñó el plan que estableció la moneda que aún se usa en el país, el real. Éste trajo estabilidad a la economía y detuvo la inflación galopante.

En 2002, después de tres intentos fallidos, Lula (PT) fue finalmente elegido tras disputar la segunda vuelta con José Serra (PSDB). La expresiva victoria (61,27%) frente a un candidato del partido del mandatario anterior se entiende como una respuesta ciudadana a las medidas demasiado austeras (o neoliberales) de FHC. Si no hubiera habido votación, igual habría ganado con el 46,44% de los votos. En la siguiente elección, en 2006, se enfrentó a Geraldo Alckmin (PSDB) y resultó electo con el 60,83% de los votos. Después del presidente ruso Vladimir Putin, 'Lula' es el candidato más votado en la historia (mundial). Sin balotaje, habría ganado con el 48,61% de los votos.

En 2010, Dilma Rousseff (PT) pasó a la segunda vuelta con José Serra (PSDB) y ganó con el 56,05% de los votos válidos. Sin balotaje, habría ganado con el 46,91%. Como sucesora designada por su antecesor, se benefició del efecto Lula. Rousseff, sin embargo, padeció el descontento del electorado con el empeoramiento de la economía. El clima de polarización política a favor y en contra del partido del presidente (el PT) se intensificó en el año electoral con las reformas para albergar la Copa del Mundo. Rousseff ganó los comicios en la segunda vuelta, pero su margen de victoria (51,64%) fue el más estrecho de la historia electoral brasileña. Cabe señalar que, sin el balotaje, Rousseff habría sido elegida con un margen mucho mayor que el segundo clasificado, Aécio Neves (PSDB): el 41,59% de los votos válidos frente al 33,55%, respectivamente.



Así, para que las elecciones directas sean democráticas deben incluir el voto secreto y el sufragio universal. Sin esto, el criterio de representatividad se ve comprometido. Además, la doble vuelta sólo tiene lugar si el candidato no alcanza la mayoría absoluta de votos en la primera. Si, por un lado las dos vueltas son costosas para la sociedad, por otro fomentan la fragmentación política y permiten una mayor pluralidad de candidaturas en el proceso electoral sin renunciar a la mayoría absoluta. Como señaló Duverger, la votación por mayoría simple y una vuelta tiende a ser bipartidista. El balotaje ofrece a los votantes la opción de seleccionar un candidato en la primera vuelta y, si no llega, elegir la segunda opción que mejor se alinee con su línea ideológica. Su entrada en la Constitución de 1988 ha resultado ser un signo de inclusión.
 

Otro fenómeno concomitante del multipartidismo es la polarización ideológica. Mirando el caso brasileño, desde la re-democratización todos los candidatos que ganaron en la segunda vuelta habrían ganado igualmente si el modelo fuera el de 'first-past-the-post'. La diferencia es que, en algunos casos, el margen de victoria hubiera sido mucho mayor sin el balotaje. Las victorias estrechas a menudo indican una alta polarización ideológica en la sociedad, y eso es lo que observamos. Desde la re-democratización, la disputa entre la derecha y la izquierda sigue siendo feroz. Si la mayoría simple se reserva para la segunda vuelta, nuestro bipartidismo ha sido ideológico.
 

En 2016, la alta polarización, la elección de una legislatura predominantemente conservadora, los escándalos de corrupción y la crisis económica culminaron con el juicio político a Rousseff. La Presidencia interina fue asumida por su adjunto, Michel Temer (PMDB), y en 2018 se celebraron nuevas elecciones.

Jair Bolsonaro (PL) pasó con Fernando Haddad (PT) al balotaje y sus más de 57 millones de votos (55,13%) lo posicionaron como el segundo presidente brasileño con más votos después de Lula. Sin doble vuelta, la diferencia entre los dos candidatos hubiera sido aún mayor, con Bolsonaro ganando con el 46,03% de los votos válidos, mientras que Haddad obtuvo solo el 29,28%. La victoria del presidente actual se produjo en un contexto de denuncias de corrupción presuntamente cometida por miembros del PT. La operación Lava-Jato de la Policía Federal, encabezada por el entonces juez Sergio Moro, resultó en el arresto del expresidente Lula y lo mantuvo fuera de las elecciones de 2018. Demagogo y populista, ganó Bolsonaro con una impresionante cantidad de votos.En las elecciones de 2022, Bolsonaro (PL) competirá por la reelección y Lula (PT), ya liberado y absuelto, se postulará para su tercer mandato. Un dato interesante es que, de 1994 a 2014, el PT y el PSDB han sido los principales competidores en la arena política brasileña a nivel federal. Este año, 'Lula' (PT) y Geraldo Alckmin (PSDB), que compitieron en la segunda vuelta en 2006, ya han mostrado su disposición a formar una alianza entre candidato y vicepresidente, respectivamente.

Ver unir sus fuerzas a figuras centrales de la izquierda y de la derecha, históricamente rivales, no tiene precedentes y puede indicar una evolución en el proceso electoral. Candidatos que apuntan al centro del espectro político fomentan la moderación y captan votantes que huyen de la lógica maniquea de la polarización en un sano ejercicio democrático. Los sondeos de opinión incluso consideran posible que el candidato del PT gane en primera vuelta, reproduciendo lo que, hasta ahora, sólo había logrado FHC. Como el contexto de la pandemia es único, las predicciones siguen siendo audaces.
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