Estimadas lectoras, estimados lectores,
disputa de ideas respecto a cuál es la mejor forma de organizar la sociedad y pujas por acceder, concentrar y/o mantener el poder. Ésas dos claves marcan el devenir de las reformas políticas, pero no lo determinan: el contexto, las trayectorias previas e incluso la (mala) suerte hacen su parte en lo que acaba resultando. Encima, lo que
acaba resultando sale en una foto, mientras la realidad es siempre una película interminable. La última transición a la democracia en Brasil se inició
desde arriba. Los militares, en el poder desde 1964, habían aprobado una nueva Constitución en 1967, mostrando su intención de
romper con la tradición de intervenciones militares esporádicas y breves para instalarse en el poder. Disolvieron los partidos existentes, establecieron la elección indirecta del presidente y crearon un bipartidismo ficticio: la Aliança Renovadora Nacional (Arena) apoyaba al Gobierno militar y el Movimento Democrático Brasileiro (MDB) ejercía de oposición. Como en otros países de América del Sur y del continente, a las protestas que se multiplicaron por aquellos años el régimen respondió con represión.
Para 1974, las pujas entre
duros y
moderados decantaron el nombramiento como presidente del general Ernesto Geisel (un moderado, en términos relativos). Geisel apostó por una apertura (en sus palabras) “suave, gradual y segura”; un proceso de liberalización más que de democratización. A mediados de la década de los 80 se produjeron las primeras señales de apertura política, catapultadas por
el movimiento 'Diretas já!'. El 16 de abril de 1984, un millón y medio de personas en São Paulo pedían elección directa del presidente.
El 15 de enero de 1985 se convocaron elecciones, pero la decisión final la tomó un colegio electoral (como en Estados Unidos hasta la actualidad, como en Argentina hasta 1994) controlado por el régimen autoritario. Triunfó Tancredo Neves, pero el mismo día de la toma de posesión cayó gravemente enfermo y murió (la mala suerte mencionada más arriba). Esto abrió una discusión sobre quien debía asumir la Jefatura del Estado, si José Sarney (miembro del Partido Democrático Social, PDS, formación que había apoyado el golpe militar para impedir el avance de la izquierda y partidario de la elección indirecta del presidente) o el presidente de la Cámara de Diputados, Ulysses Guimarães (un militante de la democratización completa y de la elección directa del presidente). Respaldado por los militares, triunfó la opción de Sarney.
Las negociaciones secretas mantenidas antes por Neves y los militares habían establecido las bases de la transición y de la nueva Constitución que se había acordado elaborar. En esas conversaciones,
los militares habían vetado la convocatoria a una asamblea constituyente, un reclamo del movimiento 'Diretas já!', temiendo que escapara a su control. En cambio, habían propuesto un congreso constituyente formado por miembros del Parlamento. Otro acuerdo refirió a que ningún miembro del antiguo régimen
iba a ser juzgado por abusos contra los derechos humanos. A diferencia de Adolfo Suárez en España, Sarney no percibió su mandato como interino y decidió gobernar durante todo el periodo en lugar de convocar elecciones. El país estaba atravesando una profunda crisis económica. Frente a la oposición de los grupos que querían una democratización plena Sarney, respaldado por los militares, buscó prolongar su mandato otros cinco años para mantener su influencia en el proceso constituyente. Entre otros, se discutió entonces si optar por un
sistema presidencialista o parlamentario.
El control de los militares se combinó con un
amplísimo movimiento participativo. Se presentaron 72.719 peticiones impulsadas por 122 asociaciones, que reunieron unos 12 millones de firmas. De ellas, 83 (pocas, para tener en cuenta a la hora de contrastar con lo que ocurre estos días en Chile), reunieron los prerrequisitos formales para ser presentadas en el Congreso; se promovieron unos 400 encuentros ciudadanos a nivel local que generaron alrededor de 2.400 sugerencias; y, una vez presentado el primer borrador del texto constitucional, las asociaciones con registro legal pudieron hacer nuevas sugerencias cuando consiguieron el respaldo de 30.000 firmas.
El 5 de octubre de 1988, fue promulgada la nueva Constitución por la misma Asamblea Nacional Constituyente. En aquel momento se convirtió en una de las más largas del mundo (con 246 artículos) y con una extensa ampliación de derechos sociales (derecho a trabajar, a un salario decente, a vacaciones pagadas, educación, seguridad social, baja maternal y paternal, etc.) que motivó que se la conozca como la
Constitución ciudadana (
Constituiçao Cidadana). Los militares respaldaron la opción presidencialista. Con 559 representantes presentes en el momento de votar, 343 votaron a favor del sistema presidencialista y un mandato de cinco años para Sarney, mientras 213 se opusieron (por cierto, la Constitución estableció la convocatoria obligatoria de un referéndum en 1993, en que se votó entre presidencialismo o parlamentarismo y monarquía o república). He aquí una breve muestra de lo complejidad de algunos procesos de reforma. La democracia brasilera inauguró entonces un momento expansivo, que comenzó a decaer bruscamente a partir de 2015 (en el gráfico, la evolución comparada con Argentina, Chile y Uruguay).
En la
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Armando Chaguaceda que la agenda de una democracia robusta, con Estado social de derecho y ciudadanía integral, es una meta a alcanzar en la región, y que su logro no es monopolio de una ideología o corriente política particular. Pase, lea, comente.
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Buena lectura y hasta la próxima,
Yanina Welp
Coordinadora editorial