Estimadas lectoras, estimados lectores,
con la consolidación del Estado-nación, los ejércitos, las fronteras y la seguridad, la
patria quedó ligada a la guerra y a la hombría. No hay, sin embargo, mayores pruebas que den cuenta de la adhesión acrítica y mucho menos apasionada a estos valores de los millones que han peleado y dejado sus vidas en las grandes guerras europeas de los dos últimos siglos. Apenas en tiempos más recientes hemos comenzado a acceder a formas de registro de datos que puedan identificar las creencias, valores y preferencias políticas de la población, e incluso éstos aparecen como insuficientes para comprender qué sienten las personas en relación a sus
comunidades imaginadas, parafraseando al gran historiador Benedict Anderson.
La Encuesta Mundial de Valores incluye esta cuestión:
¿Estaría dispuesto a pelear por su país? En España, Portugal, Eslovaquia o Italia una mayoría afirma que no. En Alemania, una mitad estaría dispuesta y la otra no. En Bielorrusia, Rusia y Ucrania una gran mayoría responde afirmativamente, cosa que también se observa en Noruega, Suecia y Dinamarca. ¿Cómo se interpreta en cada contexto
pelear por el país? ¿Cuánto influye la probabilidad de tener que hacerlo efectivamente en la adhesión o rechazo a la violencia? Más aún,
¿cuánto influye la probabilidad de una invasión externa (como acaba de ocurrir en Ucrania; como han vivido muchos países de Europa pero no España ni Portugal) en el imaginario sobre la patria y su defensa? Los datos disponibles no permiten responder a estas preguntas.
La defensa más básica de las libertades, contra el autoritarismo, suele también involucrar en algún momento la movilización ciudadana en formas de 'lucha colectiva' contra el despotismo. Buena parte de estas movilizaciones contra el fraude electoral y la persecución política, o para pedir la apertura democrática, son pacíficas. Por el contrario, no suelen serlo las reacciones de los gobiernos autoritarios que persiguen de forma selectiva o indiscriminada a quienes se movilizan, llegando al asesinato, la tortura y/o la detención ilegal. Con distintas características ha ocurrido en los últimos años en
Rusia,
Bielorrusia,
Hong Kong,
Nicaragua y
Cuba, entre tantos otros.
El pasado domingo,
Bielorrusia dio una nueva muestra de esta manera de actuar que busca la legitimación a golpes, activando su no tan particular modelo de 'participacionismo autoritario': un referéndum convocado por el presidente Alexandr Lukashenka ha habilitado una reforma constitucional que otorga aún más poderes al Ejecutivo,
avala el avance militar ruso en el territorio (que ya es un hecho) y pretende resguardar a Lukashenka de futuras investigaciones judiciales. Un 65,16% votó a favor (4.440.813 personas), con una participación del 78,61%. Un 10% (686.165) habría votado en contra en un proceso rechazado por la oposición y que, según han denunciado organizaciones de defensa de los derechos humanos como el centro Vesná, acabó con al menos 400 detenciones.
A mayor cerramiento represivo, más difícil es iniciar una apertura 'desde abajo' y más cabe especular, esperar –y apostar por generar condiciones para– la división de la élite en el poder que impulse la apertura desde arriba.
Lo que Putin ha hecho ha sido más de lo mismo.
Decía Nicolás de Pedro: "La sorpresa es marca personal de Putin. Es un recurso que lleva cultivando años en política doméstica y en su agenda exterior". Su relato mesiánico afirmando que ataca para "defender a las personas que han sido víctimas de abusos y genocidio" recurre al repertorio de siempre y va acompañado de la persecución de cualquier forma de oposición, mientras también ha ido avanzando hasta convertir Bielorrusia en un pseudo-satélite ruso.
En un momento en el que lo que abunda es la incertidumbre, cabe recordar la cumbre Rusia-Estados Unidos en Ginebra a mediados del año pasado. Señalaba
Florencia Rubiolo entonces que “la notoria ausencia de China pone sobre la mesa que
la pretensión del G-7 de mantenerse como selecta cúpula de deliberación de los destinos del globo es anacrónica y dogmática”. ¿Estaríamos mejor ahora si China hubiera participado de esa mesa? Otra pregunta que queda abierta.
Lo que la Unión Europea está haciendo no es más de lo mismo, aunque habrá que esperar para evaluar sus resultados. Las sanciones no sólo buscan penalizar el agravio, sino también incidir en los intereses de los grandes capitales rusos que podrían activarse contra las consecuencias de una invasión que no ha encontrado
mayor explicación racional. Las sanciones repercutirán sobre la población y también ahí puede esperarse la re-emergencia de la protesta, aunque los antecedentes no son prometedores, a juzgar por las mil formas en que algunos regímenes se han saltado las sanciones en el pasado y/o
a escasa incidencia que han tenido impulsando la apertura en países como Venezuela o Cuba, donde sí tienen dramáticos efectos sobre la población.
Nuestro primer artículo de hoy se ocupa de la posición de Rusia en el Consejo de Europa. De ahí pasamos a un análisis de la evolución del centro-derecha europeo. Hay más en esta Agenda España.
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Rusia pudo ser Europa
El Consejo de Europa se formó en 1949. Hoy incluye 47 estados, desde Portugal hasta Turquía y Rusia, que se sumó durante el gobierno de Boris Yeltsin. El Consejo ha funcionado como una plataforma política y jurídica de referencia.
Argelia Queralt Jiménez analiza el devenir de la presencia rusa en la institución y las tensiones actuales que provoca. Lectura recomendada.
Tiempos difíciles para la derecha europea occidental
Señalan
Tim Bale y
Cristóbal Rovira Kaltwasser que se ha prestado mayor atención al declive de la socialdemocracia europea y menos a la de los partidos de la centroderecha, pese a lo que es evidente que también presentan una crisis que afecta incluso a algunos de los partidos más fuertes del continente, como el Partido Popular español y la CDU/CSU alemana. Pase, lea y comente.
Destacados
- Especial-Putin invade Ucrania. Una selección de artículos que permiten dar un contexto histórico, económico, político y social a la invasión rusa de Ucrania, además de incorporar los artículos más recientes sobre el tema.
- 'Podcast'.- Erdogan y el populismo islamista. Golpes y contra-golpes, disputas religiosas y todo un trasfondo de estrategias geopolíticas que involucran a los países del entorno contribuyen, analizados, a entender cómo Turquía se ha convertido en un autoritarismo competitivo. Con la participación de Umut Aydin y Andrés Mourenza. Conducimos con Franco delle Donne.
Buena lectura,
Yanina Welp
Coordinadora editorial