No es ningún secreto que muchas de las economías europeas dependen en gran medida del gas ruso. Que Alemania tardase tanto en sancionar el gasoducto
Nord Stream 2 en respuesta a la preparación y actual invasión rusa en Ucrania es uno de muchos síntomas de esa dependencia. Hoy, y a pesar de las sanciones de la Unión Europea contra Rusia,
sigue fluyendo el suministro de gas hacia Europa y, curiosamente, su volumen es mayor ahora que a principios de año. Sin embargo, existe el riesgo de que ese suministro disminuya considerablemente o pare por completo precisamente por las sanciones europeas o la reacción a las mismas por parte de Rusia. ¿Qué significaría ese recorte o interrupción total de entregas de gas para la transición energética? ¿Puede ser la invasión rusa de Ucrania un punto de inflexión en la transición energética europea?
Estado actual
El gas natural es actualmente una fuente de energía sumamente importante para la economía europea y, según todos los planes de
descarbonización y transición energética y sostenible,
tiene un rol central en el camino hacia la neutralidad climática en el año 2050. Esta relevancia se debe a varios factores, entre los que destaca que la gran mayoría de las tecnologías renovables, como la fotovoltaica y la eólica, dependen del recurso natural, por lo cual no son
gestionables y sólo producen electricidad cuando lo permite ese recurso natural (luz solar o viento). Existen otras tecnologías
gestionables cuya producción eléctrica no depende tanto del recurso natural como la solar termoeléctrica o la hidroeléctrica con bombeo; pero son caras, cuentan con restricciones en su expansión o ambas. Por ello, su presencia en los
mixes eléctricos europeos es menor.
Hasta ahora, el suministro de electricidad ha sido respaldado con tecnologías no renovables como el carbón y gas. La gran ventaja de las centrales térmicas de gas, pero también de carbón, es que pueden asumir la producción independientemente del sol y del viento y pueden activarse de forma relativamente fácil y rápida. Su desventaja es obvia: no son neutrales en emisiones y dependen del precio y de la disponibilidad de las dos materias primas. Desde un punto de vista puramente tecno-económico, es perfectamente posible que tecnologías renovables como las anteriormente mencionadas asuman la función de respaldo en los sistemas eléctricos.
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Más allá del sector de la electricidad, cuya transición hacia sistemas completamente renovables se encuentra relativamente más avanzada,
el gas es necesario también en otros sectores económicos, sobre todo los relacionados con la generación de calor. Los procesos industriales de alto calor, pero también las calefacciones de particulares en sus casas, dependen de esta fuente energética. Para el sector industrial, la electrificación de dichos procesos compite con soluciones basadas en hidrógeno para reemplazar al gas.
Mientras que las tecnologías necesarias para ambas opciones ya existen en principio, la mayoría no se han probado a nivel comercial o a gran escala, por lo cual las empresas dudan en qué tecnología invertir.
En el sector residencial, todo apunta hacia una electrificación de la mayor parte de la generación de calor que se realizaría a través de bombas de calor descentralizadas (en casas) o de manera centralizada (en redes de calor), donde son económicamente factibles.
El escaso avance en la transición de este sector se debe a la inercia de los actores y a los largos ciclos de vida de los sistemas de calefacción que, una vez instalados, funcionan durante muchos años o décadas.
Por éstas y otras razones, muchos expertos y políticos ven el gas natural como un
puente hacia da
descarbonización.
Prescindir de él ahora es simplemente imposible. A los esfuerzos planeados de reducir la dependencia del gas por motivos climáticos y de sostenibilidad se unen los esfuerzos geopolíticos de reducir la dependencia energética europea de Rusia y otros países.
Estrategias de reemplazo
A corto plazo, poco se puede hacer para reducir esa dependencia estructural. La UE y los países miembros intentan diversificar a toda velocidad el origen de las importaciones. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, asegura que para lo que queda del invierno no hay riesgo de que la demanda europea quede sin cubrir. Para ello, se ha asegurado el suministro de gas natural licuado (LNG) de países como Noruega, Japón y Estados Unidos. La infraestructura necesaria para descargar el LNG que se importa a Europa en barco se extiende:
Alemania, por ejemplo, va a abrir dos nuevos terminales con este fin.
Una vez en Europa,
el LNG se puede distribuir a través de los gasoductos existentes. Además, la Comisión Europea ha hecho hincapié en la
compatibilidad de las nuevas infraestructuras con el hidrógeno: son "
hydrogen-ready".
A medio plazo, los gobiernos tienen más herramientas para reemplazar el gas en sus economías. La actualización de la directiva europea de la eficiencia energética (EED) es clave porque la energía que no se consume no se tiene que generar o importar. Un estudio reciente estima que
un aumento en este terreno en edificios del 1% reduce la importación de gas en un 3%. Sin embargo, las medidas para aumentar la eficiencia energética no son suficientes ni siquiera para alcanzar los objetivos sectoriales o las contribuciones correspondientes de cara a 2030.
La expansión acelerada de las tecnologías renovables en combinación con la electrificación es otra herramienta muy importante. La electrificación directa es hoy la alternativa más eficiente en coste en muchas de las aplicaciones de las energías fósiles. La gran mayoría de estudios científicos actuales coinciden en que
se debe electrificar la mayor parte del tráfico terrestre, el calor industrial y residencial y otros procesos industriales donde existe esa posibilidad tecnológicamente si el objetivo es alcanzar la neutralidad de emisiones al mínimo coste posible.
Como consecuencia, la demanda de electricidad renovable subirá en las próximas décadas de forma considerable; una realidad que no debe pillar desprevenidos a los gobiernos, que deben anticipar este desarrollo con una gestión inteligente de su expansión. Por ejemplo, el ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, ha asegurado que priorizará y aumentará la financiación del despliegue renovable, que él ha empezado a llamar "la energía de la libertad".
El hidrógeno es otro vector energético esencial para la transición energética. En pequeñas cantidades, se puede mezclar con el gas natural
(blending) aprovechando la infraestructura existente. En cuanto a su difusión masiva y su aplicación energética, todo depende de la infraestructura y dónde estará disponible. Está claro que
la producción de hidrogeno verde mediante electrolisis es más viable donde haya abundante electricidad de fuentes renovables; esto es, el sur de Europa respecto a la fotovoltaica y el norte y noroeste a la eólica en mar y en tierra. Lo que actualmente no está decidido es qué sectores demandantes de hidrógeno se priorizan y adónde llegará geográficamente este vector. Lo que sí está claro es que en los próximos años el hidrógeno verde se tendrá que gestionar apropiadamente porque seguirá siendo un bien muy escaso.
¿Estamos, pues, presenciando un punto de inflexión en la transición energética y sostenible? Es probable que los aspectos geopolíticos jueguen a favor de su aceleración, pero es improbable que se cambie radicalmente el rumbo de la misma. Visto desde esta perspectiva, una economía sostenible será beneficiosa tanto para el clima y el medioambiente como para la sociedad y economía.