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Fredy Builes (Reuters)

La redistribución, el gran reto en Colombia

Óscar Barrera, Ignacio Flores Beale, Thomas Piketty

5 mins - 2 de Marzo de 2022, 16:14

El país destaca dentro de una de las regiones ya de por sí más desiguales del mundo. La persistencia de esta realidad lo ha fragilizado y generado crecientes demandas por una mayor igualdad

Según el último informe mundial sobre la desigualdad del World Inequality Lab (WID.world), el 10% más rico de la población recibe poco más de la mitad de los flujos de renta anuales, mientras que la mitad más pobre captura apenas uno de cada 10 pesos. La distribución del patrimonio, que es un stock acumulado, es aún más desigual: el grupo más rico concentra el 65% de la riqueza total, mientras que la mitad más pobre apenas posee un 4%. 

En el caso de la tierra agrícola la situación es aún más extrema. De las más de 70 millones de hectáreas censadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), el 61% se concentra en el 0,2% de los propietarios; entretanto, el 3% de los terrenos le pertenece al 74% de los propietarios. 

Un desequilibrio similar se ve reflejado en la huella medioambiental anual. En promedio, un integrante del 10% más rico emite cerca de 14 toneladas de gases carbono-equivalente. Un individuo de la mitad más pobre emite, apenas dos toneladas anuales. Las desigualdades de género también son tarea pendiente para el país, pues las mujeres perciben tan sólo 37% del total de los ingresos laborales.
 

Este panorama clasifica a Colombia como una de las sociedades más desiguales del mundo.

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Crecimiento económico y desigualdad
Algunos proponen que estos niveles de desigualdad son naturales e inevitables, ya que serían necesarios para el funcionamiento del sistema económico. Sin embargo, la evidencia histórica sugiere que los países más prósperos son aquéllos que han logrado redistribuir los ingresos, ya sea con transferencias directas, implementando sistemas de seguridad social o aumentando el gasto público en educación y salud. 

Basta con revisar la historia para observar que el nivel de desigualdad de un país es una decisión política y que una mayor redistribución no compromete necesariamente su crecimiento económico. En Estados Unidos, la tasa más alta del impuesto a la renta era del 82% de promedio entre las décadas de los 30 y los 80 del siglo pasado, llegando al 91% durante la Segunda Guerra Mundial y al 70% cuando Ronald Reagan llegó al poder. El aumento de la tributación a los privados permitió una redistribución de recursos de uso hacia el sector público para, entre otras cosas, invertir en educación. Como resultado, en 1970 nueve de cada 10 jóvenes americanos tenían completada su educación secundaria, frente a los sólo dos de cada 10 en Europa. Estas políticas redistributivas no destruyeron al capitalismo americano; por el contrario, coincidieron con una era de prosperidad inédita, con bajos niveles de desigualdad y un nivel de productividad que llegó a ser dos veces más alto que en Europa.
 
Durante siglos, el mundo ha presenciado movimientos sociales que han promovido reformas hacia una mayor igualdad entre los individuos. En países como Alemania, Francia o Suecia, el gasto social público ha aumentado progresivamente, alcanzando un porcentaje cercano al 30% del PIB. Tal es la inversión que han tenido los estados de bienestar en estos países, que han logrado ofrecer bienes y servicios públicos de calidad a su población.


 
Reducir la desigualdad
Si bien no existe una fórmula perfecta para atender a todos los problemas de Colombia, no cabe duda de que los esfuerzos para reducir la desigualdad han sido insuficientes. El gasto social público se limita a 13% del PIB y la recaudación del impuesto a la renta pesa menos proporcionalmente sobre los individuos más ricos que sobre el resto de la población.

Existe consenso sobre algunas medidas para mejorar la distribución nacional: (1) Un desmonte progresivo de las exenciones fiscales que benefician principalmente a grandes contribuyentes; (2) un impuesto progresivo al patrimonio total neto; (3) la actualización de los valores catastrales, considerando el uso y vocación del suelo; (4) en el largo plazo, un sistema universal de educación y salud pública de calidad para promover la movilidad social y la innovación.

Un requisito esencial para conseguir este objetivo es la transparencia y libre acceso a datos sobre la distribución del ingreso y del patrimonio. Destacan, por ejemplo, los registros de declaraciones fiscales, cuya restricción compromete la precisión de las estimaciones.   

La popularidad electoral de Gabriel Boric en Chile y de Lula da Silva en Brasil se debe en gran parte a que ambos han logrado dar voz al descontento social y promover soluciones razonables a la extrema desigualdad. La crudeza de las cifras en Colombia, reflejada en la informalidad, la miseria, la indigencia y la inseguridad, ya ha encendido algunas alarmas expresadas a través de las violentas protestas sociales en 2021. Las próximas elecciones son la oportunidad para que los colombianos, al igual que sus vecinos, expresen esas mismas preocupaciones, esta vez en las urnas.
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