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Erdem Sahin (Efe)

El primer 8-M en Turquía tras su retirada del Convenio de Estambul

Oya Yeğen

16 de Marzo de 2022, 15:00

Desde 2003, las organizaciones por los derechos de las mujeres y las miembros del movimiento feminista toman las calles del centro de Estambul para conmemorar el 8 de Marzo. La marcha nocturna feminista anual se celebra en la histórica calle Istiklal de Estambul, pero este año la oficina del gobernador anunció un día antes que había prohibido las protestas y manifestaciones en la zona. La decisión de suspender los derechos constitucionales mediante órdenes administrativas se ha convertido en una práctica habitual bajo el gobierno del AKP y su líder, el presidente Erdoğan.

El 8-M, al igual que el año pasado, fue testigo de cómo la Policía se enfrentaba a las mujeres, utilizando gas pimienta y escudos policiales para bloquear su paso a la calle principal. Al menos 38 de ellas fueron detenidas. También en otras ciudades del este y el oeste del país se celebraron actos para conmemorar el tan señalado día, con escenas similares de confrontación con la Policía.

A mediados de marzo del año pasado, el presidente anunció la retirada del país del Convenio de Estambul, el tratado del Consejo de Europa para prevenir la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica. El histórico tratado lleva el nombre de Estambul porque se abrió para su firma en 2011 en dicha ciudad, siendo Turquía el primer firmante. El país estuvo muy implicado en los preparativos y negociaciones de este tratado, siendo no sólo la primera en firmarlo, sino ratificándolo también sin reservas y aprobando dicha ratificación por unanimidad con el apoyo de todos los partidos políticos con representación parlamentaria.

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De hecho, fue un caso de feminicidio en Turquía ('Opuz contra Turquía') el que inspiró a Europa a elaborar un tratado que abordara específicamente la violencia contra las mujeres. El caso se presentó ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que reconoció que los estados tienen obligaciones positivas de prevenir esta realidad y dictaminó que la violencia de género es una forma de discriminación según el Convenio Europeo de Derechos Humanos.

Con la decisión del presidente Erdoğan de retirarse del Convenio de Estambul, irónicamente Turquía también se convirtió en el primer miembro del CdE en salir del tratado. A pesar de la movilización social, las protestas, los llamamientos de las organizaciones de la sociedad civil y los litigios contra esta decisión de retirarse, Turquía lo abandonó oficialmente el 1 de julio de 2021.

Más allá de lo que supone la legalidad de la retirada de un tratado sobre derechos humanos mediante una decisión presidencial en el marco del nuevo sistema presidencialista de Turquía, que abre el camino a la autocratización del régimen, el hecho constituyó un enorme revés para la lucha feminista. Es cierto que la legislación nacional que se adoptó para alinear la legislación interna con los requisitos de la Convención sigue en vigor y proporciona importantes mecanismos para prevenir y castigar la violencia contra las mujeres; pero, como su propio nombre indica (Ley nº 6284, de Protección de la Familia y Prevención de la Violencia contra la Mujer), su objetivo central no es la desigualdad de género, sino la protección de la familia. Incluso antes de la retirada, Turquía no había aplicado adecuadamente este proyecto de ley ni había salvaguardado eficazmente a las mujeres contra la violencia.



A pesar de la obligación de Turquía, en virtud del Convenio de Estambul, de recopilar datos sobre todas las formas de violencia contra las mujeres, nunca lo hizo. Según el recuento realizado por un medio de comunicación independiente,
Bianet, los hombres mataron al menos a 339 mujeres en 2021, frente a las 284 que fueron asesinadas en 2020. En los últimos años se han dado casos muy brutales de feminicidios encubiertos como suicidios. Aunque la violencia contra las mujeres es la consecuencia más visible de la desigualdad de género, los indicadores sociales globales más generales muestran que Turquía ocupa el puesto 133º de 155 países en este ámbito. Por ejemplo, la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo era en 2019 del 38,5%, según las estadísticas anteriores a la pandemia. 

Tras la fundación de la República, el país reconoció los derechos políticos y abolió la poligamia, otorgó la igualdad de derechos en el divorcio y garantizó las oportunidades educativas para las mujeres. Sin embargo, no fue hasta la década de 1980 cuando surgió una lucha feminista organizada que cobró fuerza en el contexto de la liberalización política y el deseo de adhesión a la UE. Cuando el partido gobernante, el AKP, llegó al poder en 2002, el movimiento feminista había conseguido muchas de sus reivindicaciones, como la ratificación en 1985 de la Convención de la ONU sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer y la modificación del Código Civil en 2001. El AKP, en su primer mandato, llevó a cabo nuevas reformas en materia de derechos de la mujer, lo que contribuyó a legitimar el partido conservador con raíces en el Islam político. Sin embargo, a medida que el partido ganaba fuerza electoral, se acentuó su desprecio por la igualdad de derechos y la promoción de los roles tradicionales de género. Por ejemplo, el ya por entonces primer ministro Erdoğan dijo en 2014: "No se puede llevar a las mujeres y a los hombres a posiciones iguales; eso va contra la naturaleza porque su naturaleza es diferente". Desde entonces, los altos cargos del Gobierno han repetido en numerosas ocasiones ideas de tono similar.
Los ataques desde arriba a los derechos y logros de las mujeres en Turquía no pueden evaluarse sin tener en cuenta el retroceso democrático experimentado en el país en la última década ni la creciente ideología de género conservadora e iliberal existente en todo el mundo. Sin embargo, no todo son malas noticias. El municipio de Estambul, dirigido por el miembro del partido de la oposición, Ekrem İmamoğlu, ha prometido una "democracia sub-nacional" en un régimen autoritario competitivo. Desde que llegó al poder, el municipio ha creado centros de acogida para refugiados, casas solidarias y guarderías, y ha realizado importantes avances en materia de empleo femenino. Otras ciudades lideradas por la oposición, Ankara e Izmir, también han desarrollado y aplicado políticas dirigidas específicamente a la capacitación de las mujeres y a la lucha contra la violencia y la discriminación.

Aunque es demasiado pronto para hacer predicciones creíbles sobre las perspectivas del Gobierno de Erdoğan en las elecciones que se avecinan, da confianza el hecho de que el movimiento de mujeres siga siendo fuerte y desafiante y que los gobiernos locales, al menos en algunas partes del país, proporcionen un apoyo institucional más que necesario.
 
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