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AFP

Cuando la guerra golpea la campaña

Jean-Louis Missika

8 mins - 28 de Marzo de 2022, 10:00

La campaña de las elecciones presidenciales francesas dio un nuevo giro tras el 24 de febrero. La invasión rusa de Ucrania dominará la agenda del próximo mes, hasta el 10 de abril. ¿Cómo transformarán estos dramáticos acontecimientos la competición electoral y el interés de los franceses por la confrontación de programas?

Y de repente, Vladimir Putin se auto-invitó a la campaña presidencial. Esta campaña, hasta entonces intrascendente, sin brillo, que apenas interesaba a los propios franceses, se vio afectada por un acontecimiento histórico de excepcional magnitud: el súbito estallido de la guerra en Europa, el cuestionamiento forzoso de las fronteras y del Derecho internacional y la obligación de los estados democráticos de responder a los objetivos expansionistas y bélicos de un dictador, apoyado por otros autócratas. A esta campaña sin programas, que no había logrado encontrar sus propios clivajes, se le han impuesto dos que la vertebrarán hasta el día de la votación y organizarán la vida política francesa en los años venideros. Estas líneas de fractura son Putin y Europa. Y, probablemente, por primera vez en la historia de la Quinta República, las elecciones se dirimirán en clave internacional y no nacional. 

Hay que recordar que la situación en Ucrania ha girado en torno a la cuestión europea. Las manifestaciones, que se iniciaron el 21 de noviembre de 2013 y provocaron la salida del presidente Yanukóvich en febrero de 2014, fueron precisamente por su negativa a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea y hacerlo, en su lugar, suscribiendo otro de asociación con Rusia. El 18 de marzo de 2014, la república autónoma de Crimea, creada dos días antes por referéndum, se unió a Rusia. Y en abril, las milicias pro-rusas declararon la independencia de las repúblicas populares de Donetsk y Luhansk. Los manifestantes no pedían la entrada de Ucrania en la OTAN, sino el acercamiento a la Unión Europea.

Putin interpreta la posición de Ucrania frente a Rusia en términos de pertenencia a una alianza militar y actúa como si Europa no existiera, aunque es la aspiración de los ucranianos a la libertad, la democracia y el modelo europeo lo que está en el centro del conflicto. Frente a la OTAN, Putin, el hombre del KGB, se encuentra en terreno conocido, el del poder militar, como señala acertadamente Anna Colin Lebedev, pero frente a Europa y su 'poder blando', está desarmado. De ahí la ficción de que Europa es sólo un peón en el juego de los estadounidenses y de la Alianza Atlántica.
 

La Rusia de Putin es una fuerza repulsiva para los pueblos de Ucrania, Georgia, Bielorrusia, Kazajistán y todas las antiguas repúblicas soviéticas, así como para los antiguos países hermanos de la URSS. La Gran Rusia sólo puede existir por la fuerza, no por la seducción de un modelo de sociedad y un modo de vida. Josep Borrell, Alto Comisionado Europeo de Asuntos Exteriores, publicó un 'post' premonitorio el 7 de febrero de 2021, tras una visita a Moscú en la que sufrió una sucesión de humillaciones deliberadas: "Parece que Rusia se está desconectando progresivamente de Europa y considera los valores democráticos como una amenaza existencial". Y el 24 de febrero de 2022, nos enteramos de que el atractivo de Europa, de la democracia y del Estado de derecho es tan perturbador para una dictadura que puede desencadenar una guerra.

Culpables y responsables
Todos los principales candidatos presidenciales han condenado la agresión rusa, pero una primera línea de división les separa en cuanto a las raíces del conflicto. Podemos distinguir entre los que se adhieren a la tesis de Putin de que su país se vería amenazado por la voluntad estadounidense de extender la OTAN hasta la frontera rusa, y los que ven en la sed de democracia y libertad de los ucranianos la causa principal de la intervención militar. Éric Zemmour resumió el primer punto de vista en una fórmula lapidaria: "Si Putin es culpable, Occidente es responsable". A principios de febrero, Jean-Luc Mélenchon defendió un punto de vista similar: "Los Estados Unidos de América han decidido anexionar Ucrania a la OTAN, y Rusia se siente humillada, amenazada, atacada". Con algunos matices, éste es también el punto de vista de Marine Le Pen y Fabien Roussel. Todos ellos piden que Francia abandone el mando integrado de la OTAN y son hostiles al principio de una política de defensa europea, defendida por Emmanuel Macron, pero también propuesta por Valérie Pécresse, Anne Hidalgo y Yannick Jadot. El punto ciego de esta explicación, que hace recaer la responsabilidad en la OTAN presentando la agresión rusa como una simple represalia es, por supuesto, la voluntad del propio pueblo ucraniano que, desde las manifestaciones hasta las elecciones, y ahora con su valor en la defensa de su patria, está demostrando que no es una marioneta de Occidente, sino un actor político por derecho propio.

El Instituto Interactivo Harris preguntó a los franceses sobre la guerra[2], esto es lo que respondieron sobre esta cuestión de la responsabilidad:
 
Pregunta: En su opinión, ¿tiene cada uno de los siguientes actores cierta parte de responsabilidad en la guerra actual?

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El juicio de los franceses es muy claro sobre la responsabilidad de Vladimir Putin en el estallido del conflicto. Hay una clara diferencia entre los partidarios de Mélenchon y Zemmour, por un lado, y los de Le Pen, por otro: los primeros son más críticos con la OTAN, Biden y Zelenski, mientras que los segundos se sitúan en el centro. Además, la opinión pública francesa está movilizada por Ucrania: el 92% de los encuestados se declara interesado en las noticias sobre la guerra (de los cuales el 53% se muestra muy interesado), y el 94% es 'solidario' con los ucranianos (de los cuales el 61% es muy solidario).

Por último, los sondeos de intención de voto que se realizaron tras el estallido de la ofensiva rusa dibujan un cuadro contrastado de los impactos de este acontecimiento: aumento de Emmanuel Macron, que sube cinco puntos, hasta el 29%, en el sondeo de BVA para RTL publicado el 5 de marzo; caída significativa de Le Pen (16%, -1,5 puntos) y Zemmour (13%, -1,5 puntos); cuasi estabilidad de Valérie Pécresse (13%, -0,5 puntos) y subida de Mélenchon (11,5%, +1 punto). Pero la onda expansiva de la guerra en la campaña aún no ha surtido todo su efecto.

Cómo vuelve Europa a la campaña
En esta campaña, Europa ocupaba un lugar mucho menos importante que en 2017, gracias a la voluntad de Le Pen y Mélenchon. Ambos han renunciado a plantear cualquier idea de salida del euro o del Frexit, en favor de una actitud más ambigua, constituida por la desobediencia a los tratados o las promesas contradictorias con los mismos. Pero cerrada la puerta, Europa vuelve a entrar por la ventana y ya no se debate el mercado único, los criterios de Maastricht o la moneda común, sino la Europa como potencia, la defensa europea y la idea de autonomía estratégica. Los candidatos anti-europeos se ven así sorprendidos por una cuestión sobre la que no querían debatir, lo que les pone a la defensiva y les obliga a entrar en el terreno favorito del presidente de la República. La gran novedad de esta campaña es que las opciones geoestratégicas, que normalmente no pesan en los determinantes del voto, han adquirido un peso considerable a causa de la guerra, ya que el 65% de los encuestados por Harris Interactive estima que esta guerra tendrá un papel importante en su voto en las elecciones presidenciales.



¿Qué soberanía?
Finalmente, la derecha y la extrema derecha se encuentran debilitadas en el terreno que habían elegido para luchar: la soberanía. ¿Qué importa la soberanía doméstica frente a la soberanía geopolítica? Las estadísticas de violencia y agresión parecen irrisorias en comparación con la amenaza de un conflicto nuclear en Europa. La 'inmigración incontrolada' parece una pequeña ola comparada con los millones de refugiados que vienen de Europa del este; y los franceses, al igual que otros europeos, tienen un fuerte sentimiento de solidaridad hacia estos refugiados.

En definitiva, el terreno que la derecha y la extrema derecha habían construido pacientemente para convertirlo en el principal teatro de la batalla electoral está ahora vitrificado por la crisis ucraniana. La potestad del Estado se centra en lo militar y en las relaciones internacionales; por tanto, en la función presidencial. Y a partir de ahora, quien ostenta esta potestad es el propio Macron.


Por lo tanto, esta campaña será completamente inédita hasta su fin. Comenzó siéndolo sin agenda, pero termina con una sola: la guerra en Ucrania y sus consecuencias geopolíticas. Nunca antes una crisis internacional había ocupado tanto espacio político, congelando otros clivajes. Nunca antes un candidato a la reelección había tenido tanta necesidad de hacer campaña por sí mismo, hasta el punto de fundirse con el ejercicio de la función que ocupa. Y nunca antes Europa había sido tan consciente de sí misma y de lo que la define
 
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