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Ramil Sitdikov (Efe)

De la purificación rusa al mundo libre

Mario Riorda

11 mins - 6 de Abril de 2022, 10:00

Andrew Lautz ofrece opciones del discurso político: sostenidos en la verdad, en lo que es conveniente o en lo que ayude a ganar. Muy práctico para entender que existe una nada inocente y muy perturbadora discursividad internacional frente a la invasión rusa en Ucrania, lo que hace dudar de sus límites éticos y, mucho más, de sus consecuencias. Hablo de discursividad internacional porque, mientras los liderazgos se posicionan en sus realidades domésticas, también ven a parte del mundo como su audiencia.

Mucho de lo que vemos o leemos tiene algo de gestión del riesgo. Esta gestión proclama una función orientadora para sus destinatarios. Desde un marco de incertidumbre, gestionar el riesgo acarrea siempre una pretensión de incidencia cultural. Algunas veces grandes, otras más discreta, pero es puro push empujando un estado de cosas y tratando de activar cambios conductuales creando conciencia. El riesgo, como, construcción social, instala un gran radar generado de la percepción de alarmas: peligros, amenazas o vulnerabilidades. Siempre trabaja sobre este trípode perturbador de la tranquilidad, desestabilizante de la paz o de cualquier orden que se tenga. Que se le haya dado chances a un nuevo apocalipsis (llámese tercera guerra mundial) no es nada menor para debatir el riesgo en tamañas discursividades.

Putin, la pura amenaza y la purificación
Desde que el comunismo era abrazado tempranamente por Rusia, y desde que el capitalismo se representaba mundialmente en la expansión norteamericana como un american way of life, pujaban las ideas de una Santa Rusia, colectivista y solidaria, versus la idea de una América Feliz sostenida en la vida, la libertad y búsqueda de la felicidad.

Hoy no hay comunismo en Rusia pero la idea santa, de redención, de una sociedad con una misión moral sigue vigente en el discurso de su presidente, Vladimir Putin, a tal punto que hace días habló de "purificación".


El líder ruso era celebrado antes de su intervención en Ucrania. Sus memes personales como campeón de la virilidad eran, de uno u otro modo, un soft power que le permitía una expansión bastante bien lograda, junto al hard power de sus recursos, de un modo de democracia iliberal relativamente aceptable. Ante la amenaza frecuente mediante palabras cargadas de una intencionalidad oculta, éstas se hicieron realidad. Actualmente, Putin prácticamente no accede a la prensa occidental si no es para ser estigmatizado como un peligro para el mundo, como criminal de guerra y autócrata (citando literalmente a Joe Biden), y no son pocas las noticias que hablan de su personalidad, desvíos psicológicos e incluso para ensayar conjeturas de su perfil psicopático; todo esto, bloqueo digital mediante de plataformas y medios digitales a la expansión de la discursividad pro rusa.

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Desde su clásico sillón tapizado frente a una sólida mesa en un imponente salón, hasta su alocución en un estadio con más de 80.000 personas,
Putin no logra ensamblar un discurso con adhesión internacional. Como paria en el concierto de naciones, ensaya amenazas y su discursividad genera preocupación, temor e ira.

Mostrándose inaccesible y brutal, llama a la invasión "operación especial militar" y se despega violentamente de Occidente afirmando: "Detrás del discurso hipócrita y de las acciones actuales del autodenominado colectivo occidental hay objetivos geopolíticos hostiles. Simplemente no quieren una Rusia fuerte y soberana… Occidente ni siquiera se molesta en ocultar que su objetivo es perjudicar a toda la economía rusa, a todos los rusos. Se imponen paralelismos con los programas antisemitas".

Y no sólo es crítico de la vida occidental por sus excesos, sino también por las fortunas rusas que se convirtieron en consumidoras privilegiadas (y ostentosas) de lo Occidental: "Desde luego que ellos (Occidente) apostarán por la llamada quinta columna; por los traidores nacionales; por aquellos que ganan dinero aquí, con nosotros, pero viven allí. Y viven (fuera) no en el sentido geográfico, sino según su pensamiento, según su conciencia de esclavos. Yo no juzgo a aquellos que tienen una villa en Miami o en la Riviera francesa. Los que no pueden vivir sin el foie gras, las ostras o las llamadas libertades de género… muchas de estas personas, por su propia naturaleza,  están situados mentalmente allí, no aquí, no con nuestro pueblo, no con Rusia... eso es una señal de que pertenecen a una casta superior, a una raza superior… Pero cualquiera, y en especial el pueblo ruso, podrá distinguir a los auténticos patriotas de la chusma y los traidores, y simplemente los escupirá como si fueran una mosca que ha entrado en la boca".

La idea de la 'Santa Rusia' incluye una función moral que el discurso de Putin está reactualizando: "Estoy convencido de que esa necesaria y natural auto-purificación de la sociedad fortalecerá a nuestro país, nuestra solidaridad, nuestra cohesión y nuestra capacidad para responder a cualquier desafío". En el acto masivo en el estadio, que se dejó ver en el mundo, reafirmaba: "Tormentas como ésta siempre irán a la gloria de Rusia. Así fue entonces, así es hoy y así será siempre".
 
Y hasta un formato de guerra santa adquiere la defensa de esa unidad/moralidad rusa. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, asegura: "Tenemos una doctrina de seguridad interior, y es pública, puedes leer en ella todas las razones para el uso de armas nucleares… Si es una amenaza existencial para nuestro país, entonces puede usarse de acuerdo con nuestra doctrina… conoces la famosa maleta negra y el botón rojo", aludiendo a la arbitrariedad del jefe de Estado ruso respecto a la opción nuclear.

No por ser un discurso desagradable carece de credibilidad. Lo creíble es que la trayectoria expresada pudiese llegar a cumplirse. Hay credibilidad internacional en la amenaza rusa. No hay carisma, no hay empatía, pero credibilidad sí, especialmente para dar vida a sus designios expansionistas que amenazan el orden global e instala el riesgo del uso nuclear con fines bélicos. Robert Ivie afirmaba que el desafío de la democracia es legitimar el disenso, no poner fin a la polémica, a la disputa, la controversia y la protesta. Pero claro, el problema es que Putin ya no es fácilmente ubicable en lo democrático ni su disenso es pacífico: arranca desde la agresión armada y su responsabilidad comienza con una crisis humanitaria.

Zelensky y el discurso del mundo libre que también preocupa
Volodymyr Zelensky, presidente ucraniano, es ahora "un líder del mundo libre", afirma Andriy Yermak, su jefe de gabinete. Desde hace dos semanas sus afirmaciones se acercan a proposiciones como estas: "¡Todo el comercio con Rusia debe ser detenido! Para que no pueda patrocinar la matanza de nuestros niños… Para que sus dólares y euros no paguen por nuestra sangre"; "todos en el mundo deben tomar una posición moral"; "recuerden el 11 de Septiembre. Ucrania está sufriendo esto todos los días. Un terror que Europa no ha visto en 80 años".

Le habla al mundo. Aparece en las calles de Kiev o en su despacho. Aparece en transmisiones en congresos o parlamentos; en las redes, dando cuenta de diálogos bilaterales con líderes de todo el mundo. Es el principal lobbysta internacional en la actualidad. Es resistencia, es arenga, y también el símbolo de la victimización de un David que a cada rato expone a la crueldad de Goliat. Relata el dolor y éste se hace cada día más grande a medida que las imágenes de semejante masacre se hacen visibles. Sus discursos son directos y breves: "El pueblo de Ucrania quería vivir libre y no someterse a otro país"; "la amenaza de un uso en gran escala de armas químicas por parte de Rusia en territorio de Ucrania es real… Para salvar a la gente y nuestras ciudades, Ucrania necesita una ayuda militar sin restricciones, igual que Rusia usa sin ellas todo su arsenal contra nosotros… El Ejército ucraniano resiste desde hace un mes en condiciones desiguales. Repito lo mismo desde hace un mes".



Aparece Zelensky en cuanto organismo internacional pueda hablar. En la ONU, Otan o Doha, y cuanto más aparece más consignas proclama: "Necesitamos una reforma de las instituciones internacionales de manera que un país no pueda hacer lo que quiera… La intimidación con las armas nucleares (que hace Rusia) es una amenaza para todo el planeta… Necesitamos garantizar que las capacidades nucleares de un país no se usen para cometer injusticias contra otras naciones… Rusia aún no ha sido castigada por lo que ha hecho en Ucrania… ningún país puede usar la energía como arma para chantajear al mundo". Insta a negociar, al cese del fuego, a la retirada de las tropas rusas antes de firmar la no incorporación de Ucrania a la Otan, insta a recibir más armas, a bloqueos comerciales, a un juicio internacional a los líderes rusos, a generar compasión, a la resistencia, a desmoralizar las tropas rusas, al respeto de los corredores humanitarios, a la reforma de organismos multilaterales, insta a la Otan siempre.

Sus palabras incluyen repetidamente la calificación de la acción rusa en su país como genocidio, destrucción y el exterminio de todas las nacionalidades que conforman Ucrania. Pero poco a poco, en las intervenciones de Zelensky comienza otro discurso.
"Para salvar a la gente y nuestras ciudades, Ucrania necesita una ayuda militar sin restricciones". Pide tanques y aviones. En Doha dijo que la comunidad internacional había sacado algunas lecciones de la agresión rusa a su país: "La conclusión es que todos los países necesitan armas nucleares para poder defenderse de una invasión". Y es ahí donde el cálculo internacional, más allá de un apoyo material y económico a Ucrania, de los bloqueos económicos de la política y el mundo privado a Rusia, de una amplia mayoría de la opinión pública internacional afectivamente cerca de Ucrania, conmovida de semejante dolor, no termina de despegarse del riesgo de esos discursos. Los Estados Unidos son beligerantes; apoyan, pero se despegan de una acción directa y no dan garantías; no muy diferente de la Otan y sus países miembros salvo que medie una acción directa en su contra; o de China con su neutralidad en aras de la paz afirmando que las relaciones de Estado a Estado no pueden llegar a la fase de confrontación militar, y que la paz y la seguridad son los tesoros más preciados de la comunidad internacional.

Roger Scruton es un pensador ultraconservador que escribe como una daga. Es difícil citarlo sin algo de incomodidad, pero señalaba que la esperanza sin evidencia es un activo peligroso que deja expuestos a quienes quedan alcanzados en sus ilusiones. Y que muchas veces, los "peores" lo son por la "apasionada intensidad"con la que exigen unidad, que genera un yo colectivo beligerante por sobre la política consensuada, donde la protección y el compromiso de la vida es preciosa y hay que negociar para protegerla. En esa liga de malos ubicaba a Hitler, Mao, Lenin entre otros. Pero la respuesta a esa apasionada intensidad suele ser igual de intensa.

Arnold Toynbee sostuvo una vez que, si se seguía la escalada armamentista de la Guerra Fría, ésta iba a ser tan efectiva que, en una analogía con una pelea, no sólo acabaría con el contrincante, sino con el árbitro, el ring y todos los espectadores. Aun con legitimidad diferente, aun con impotencia desde Ucrania, la escalada de las acciones es también una escalada discursiva plagada de riesgos. En juego, ni más ni menos que un riesgo nuclear.
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