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Valery Hache (AFP)

Auge (y declive) de la extrema derecha

Yanina Welp

8 mins - 25 de Abril de 2022, 18:09

Estimadas lectoras, estimados lectores,

no se dirá aquí que lo de Marine Le Pen el pasado domingo fue una muestra de declive, que quede claro desde el principio. No obstante, lo que hoy se percibe como un sostenido ascenso de Agrupación Nacional (RN) convive con la evidencia de que los partidos de la extrema derecha en Europa exhiben trayectorias heterogéneas. En muchos países, estos partidos han superado alguna vez la barrera del 20% de los votos. En Austria, el Partido de la Libertad (FPÖ) alcanzó su mayor apoyo en las europeas de 1996 (27%). En Suiza, que tiene un sistema multipartidista y alta fragmentación del voto, el Partido del Pueblo Suizo (SVP) es uno de los más longevos del continente; y logró el 29% en las legislativas de 2015. En Reino Unido, el Ukip alcanzó el 26% en las europeas de 2014. La Lega en Italia fue más lejos, al obtener el 34% en las europeas de 2019. Le Pen consiguió el 41% este domingo en la segunda vuelta. La ventaja de Macron es más que clara en términos absolutos (58%) pero pierde fuelle en términos relativos. Macron decrece si se compara con las elecciones previas (-8) y Le Pen crece (+8). Y esto en un contexto en el que no hubo una masiva movilización (participó el 74% en la primera vuelta y en la segunda el 72%, en la tendencia a la baja que se observa desde los comicios de 2007). 

Pero, ¿qué es o cómo se define la extrema derecha? ¿Por qué crece? ¿Estamos condenados a observar su auge? Nada de esto es baladí porque el escenario es cada vez más complejo. Hasta hace poco, había un acuerdo bastante extendido en definir a la derecha extrema por su adhesión a un núcleo ideológico duro, que defendía nociones tradicionales de familia, enraizado en la religión y orientado a restaurar valores perdidos, un pasado glorioso, el rol tradicional del varón proveedor y de mujer-madre-cuidadora subordinada socialmente (véase aquí, aquí y aquí). Le Pen es divorciada, no se opone al matrimonio homosexual, se ha enfrentado a Macron defendiendo políticas sociales en un campo en el que disputó el electorado a la izquierda y llevó adelante una efectiva campaña de desdemonización. No es la única en abrir caminos que desbordan los enfoques simplificadores (óigase '¿La ultraderecha se volvió libertaria?'). Sin embargo, aunque se haya desdemonizado en términos comunicacionales, su proyecto político sigue suponiendo un riesgo para la convivencia democrática porque es anti-europeísta y reniega de la universalidad de los derechos humanos. 

La oferta de partidos populistas y extremistas crece donde el sistema político pierde legitimidad. Estos partidos tienen éxito cuando dan forma a divisiones que estaban presentes y ofrecen soluciones (a menudo sumamente simplificadoras, centradas en los inmigrantes y/o en las diversidades sexualesen la disputa por la nación, en el caso español) y un argumentario que aporta una hoja de ruta en entornos de elevada incertidumbre (aunque la misma sea inaplicable y/o sus resultados dudosos; a la cabeza en esta deriva, Viktor Orbán). Las reglas electorales y de reparto del poder también influyen (la UE ha supuesto un reto especial para la generación de alianzas entre estos partidos).

Los sistemas presidenciales, por ejemplo, puede que sean más permeables al crecimiento del populismo que los parlamentarios. Las estrategias de los líderes y la accesibilidad de las redes sociales también hacen su parte. Y la hacen tanto a favor como en contra de los extremistas, como bien demuestra la elección en Eslovenia, donde la extrema derecha ha perdido sacando más votos que en la elección previa, debido a la emergencia de un liderazgo opositor (Robert Golob consiguió el 34% de los votos frente al 23% de Jansa).

En las trayectorias electorales de la extrema derecha no todo son éxitos: hay partidos que nunca encuentran su caldo de cultivo, otros que crecen y luego caen o se ubican en un nicho, como ha mostrado Beatriz Acha en 'Analizar el auge de la ultraderecha' (Gedisa 2021). En Austria, el FPÖ frenó su ascenso en 2004 aunque volvió a remontar en 2017. Más drástica fue la caída de Ukip en Reino Unido. Véase la gráfica del citado libro de Acha.
 

Parecen buenas noticias, pero pueden no serlo tanto. Serán buenas –para la convivencia democrática– cuando la caída obedezca al restablecimiento de los acuerdos básicos de convivencia (como parece ocurrir en Portugal); y no tan buenas si la se debe a que otros partidos tradicionales toman las banderas de la extrema derecha (sería el caso de Reino Unido y pudiere ser el del Partido Popular en España). Hay casos en los que la extrema derecha parece quedarse en su nicho, sin posibilidad de crecer, como le ocurriría a la AfD en Alemania (¿efectividad de los cordones sanitarios?).
 

Como sea, hay alivio en Bruselas. La llegada de Le Pen al Elíseo habría supuesto un riesgo existencial para la Unión. Pero cuidado, Le Pen no ha caído. Aunque mucho se insiste en la división de Francia en tres, lo cierto es que los estudios dan cuenta de una cultura francesa menos polarizada y mucho más centrista de lo que se suele suponer (véase 'La paradoja francesa'). Y se observa desconexión entre la dinámica de los medios, la social y la electoral. En un electorado ubicado en el centro triunfa la agenda de la derecha, pero esto no anula las demandas preexistentes, ni la incipiente insatisfacción. Macron tiene cinco años para tomarse en serio la necesidad de restaurar puentes y reconstruir un proyecto. El presidente tiene un rol central, pero no es el único con una responsabilidad crucial; también los líderes de los partidos europeístas y democráticos deben asumir su cuota.Toca ahora hacer política. 

Nuestros artículos de hoy se ocupan de Francia, pero aún nos queda espacio para analizar la política de seguridad de la Unión con los países que están fuera, están cerca y son los más afectados por la invasión de Putin. 

Artículos de Agenda Pública en 'El País'

Las dos vías posibles para Macron
Reconciliación. Restablecer puentes entre la Francia de la diversidad, apegada a la lucha contra las desigualdades y por el clima, que votó a Jean-Luc Mélenchon; la de la ruralidad, de obreros y asalariados, de clases medias tensionadas por el miedo, que votó a Marine Le Pen; y la de licenciados, ejecutivos, empresarios, jubilados que votó a Emmanuel Macron. Las dos primeras consideran que la Francia macronista les ignora y desprecia y no puede gobernar sin ellas. ¿Cómo? Lo explica Jean Louis Missika.

El candidato más detestado se impone a la candidata más temida
El gran reto que tiene Macron de cara al futuro, afirman Javier Carbonell y Bernardino León, es que, en un escenario en el que la extrema derecha acorta distancias, la continuidad de su partido no está asegurada. El líder de La République En Marche!, igual que han hecho Mélenchon y Le Pen, "ha dinamitado cualquier posibilidad de legar un sucesor popular al priorizar el control sobre su plataforma".
 
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¿Puede la UE proveer de seguridad a su vecindad oriental?
Ucrania, Georgia y Moldavia fueron incluidos en una iniciativa europea sobre vecindad lanzada en 2009. La invasión rusa de Ucrania hace temer por la integridad territorial de los otros países. El análisis de Miruna Butnaru-Troncotă y Georgiana Ambruș pone el foco tanto sobre los procedimientos en la UE como sobre los conflictos preexistentes (los territorios con fuertes demandas secesionistas como Transnistria en Moldavia y Abjasia y Osetia en Georgia), que suponen obstáculos adicionales (aquí, la versión en inglés).

Destacados 

'Podcast'.- Polarizar vende ¿el centro paga? Algunos piensan que "ocupar el centro deja el espacio libre a los extremos", pero ¿cuánto de mito hay en esa afirmación? Con Julieta Suárez-CaoFacundo CruzAndrés MalamudRaúl Gil y Esperanza Palma. Conducción: Yanina Welp y Franco Delle Donne.


Buena lectura,

Yanina Welp
Coordinadora editorial
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