Estimadas lectoras, estimados lectores
Por poder se puede uno quedar con que Francia es el
mayor productor de energía de Europa y, además, el más
limpio (el 95%, baja en emisiones); que es, o también por eso mismo, el mayor exportador neto del mundo de este bien de primerísima necesidad; y que es, asimismo, el que ha presentado ante la Comisión Europea uno de los
planes de Recuperación más ambiciosos y hasta originales en acción climática, desde luego si se lo compara con los de los cinco mayores emisores de la UE (
club que se completa con Alemania, Italia, Polonia y España). Bien por Francia.
Pero también, por poder, se puede incidir en que el país vecino es el único de la Unión que ha
incumplido los objetivos europeos de renovables, según
Eurostat (ver gráfico); que en los últimos tiempos ha pasado a importar energía (también de
España); que en el debate electoral de 2017 los candidatos no hicieron mención alguna a la cuestión climática y en esta campaña, la de 2022, los medios de comunicación han dedicado a ella
un triste 5% de su despliegue informativo; y, ojo, donde el 41,4% de los votantes en la segunda vuelta de las presidenciales (y un nada despreciable 23%, como mínimo, en la primera) lo hicieron por opciones políticas que plantean desmantelar los molinos de viento (“horrores que cuestan una fortuna”), acabar con todos los subsidios a la solar y eólica y reducir del 20% al 5,5% el IVA de los combustibles fósiles.
Se podría decir ahora mal por Francia, pero se ha optado por recordar que estas cosas del cambio climático son muy complejas y, pese a lo que uno puede deducir de los mítines y debates electorales, de algunos medios y de las redes sociales, no se debieran describir y resolver con frases que quepan en un tuit.
En cualquier caso, nos pongamos como nos pongamos, decir Francia es decir nuclear. Es el mayor productor europeo, líder mundial si se calcula en función de su población, y cerca del 7% de su mano de obra industrial
bebe de este sector. El
verdor de su
mix energético (sin entrar en los eventuales riesgos de seguridad y en la gestión de los residuos) se debe a que casi el 70% tiene este origen; y su conversión en importadora neta de energía es consecuencia de que la mitad de su capacidad de generación nuclear estaba parada a principios de mes (ver gráfico, tomado prestado de
Xavier Cugat) por trabajos de mantenimiento y fallos.
Francia, junto con República Checa, Hungría, Polonia, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia pelearon, con éxito al menos temporal, para que la Comisión Europea incluyera la energía nuclear en la llamada
taxonomía verde. A este logro hay que añadir que el flamante presidente reelecto de la República, Emmanuel Macron, prometió en campaña la construcción de seis reactores de nueva generación (la mitad para 2031 y la otra para 2036), pero también la de 50 parques eólicos marinos para 2050. El efecto combinado (junto con la reducción, estimada o comprometida, de dos dígitos en la demanda energética), llevaría al país vecino a rebajar del 70% al 50% el peso de esta fuente en 2035.
Pero la Francia de Macron no es la única: la
segunda, la representada por Marine le Pen,
añora un país muy distinto y nos propone
dos tazas de caldo: a contracorriente en acción climática (hay que ir más despacio, no más deprisa, en “ecologismo punitivo”), y con una cuota-objetivo de la nuclear del 81%.
No se retiren, aún hay más: uno de los representantes estelares de la
tercera Francia, Jean-Luc Mélenchon, abomina de la energía nuclear… y del gas de esquisto, obtenido mediante la técnica conocida como
fracking y del que el país (y no nos engañemos,
todo quisqui) lleva tiempo importando
volúmenes récord; en el caso francés, de Qatar, Rusia y Estados Unidos.
No ha sido un olvido, pero habrán observado que en este rompecabezas faltan piezas fundamentales: para empezar, y en posición destacada, la invasión de Putin, que ha venido a endiablar (más) las cosas; también las elecciones legislativas francesas del 12 de junio próximo, que pueden arrojar un resultado que obligue al presidente a practicar la cohabitación con un Gobierno hostil, en un momento en el que cohabitar y consensuar son verbos caídos en desgracia; y, por último (salvo error u omisión), el hecho de que Bruselas, recién aprobado su objetivo de renovables para 2030 (40%), se esté planteando
apretarnos más las tuercas.
Todo esto sobre la segunda economía de la UE. La primera, la alemana, tiene su propio rompecabezas (des)montado, y con tintes si cabe más enrevesados. A analizarlo están dedicados dos de los textos que podrán encontrar más abajo, que dan idea de a lo que se enfrenta el país a la luz de las dificultades que ya le plantea sólo embargar el petróleo ruso. Cambien
petróleo por
gas y hagan sus cábalas.
Con todos estos elementos, no sería de extrañar que esta
newsletter tuviera que
auto-destruirse en los próximos días o semanas; porque las noticias, incertidumbres y volatilidades no dejan de sucederse. Un ejemplo: mientras se escriben estas líneas, Putin ha cortado el suministro de gas a Polonia y Bulgaria al negarse éstos a pagar en rublos. Les dejamos con el análisis de urgencia de
Simone Tagliapietra.
El canciller alemán, Olaf Scholz, ha declarado ser consciente de que su país está entre los siguientes: "Estamos preparados".
A continuación, los artículos publicados en la sección de Transición Energética, con la colaboración de Red Eléctrica de España (los dos primeros), así como los publicados en la categoría
Green Deal.
Los retos para Alemania de un embargo al petróleo ruso
Pendientes del momento en que Putin cortara el suministro de gas a Alemania (palabras mayores),
Kerstine Appunn analiza las distorsiones que provocará en el país un embargo del petróleo ruso. Por ejemplo: "El suministro alternativo de petróleo al este tendrá que llegar a través de los puertos del Mar Báltico de Rostock y Gdansk, así como por carretera y ferrocarril".
El audaz y ambicioso plan alemán de energía 100% renovable
"La guerra de Rusia contra Ucrania ha provocado un cambio tectónico en la política alemana y europea. Las ideas del gas como combustible de transición y del hidrógeno 'azul' han muerto"; el modelo duplicar y cuadruplicar, según tecnologías, la inversión urgente en energías limpias. El análisis de
Pieter de Pous.
Audio-análisis.- Al sector energético le faltan (o sobran) algunos rasgos o características que hacen que el sistema marginalista de fijación de precios no funcione, al menos en el contexto actual, como lo hace en otras actividades.
Manuel A. Hidalgo,
aquí, explica alguno de ellos.
Sombras del plan de choque contra la crisis energética
Este plan, cuyo real decreto se ha convalidado este jueves
in extremis y que "compromete un elevado volumen de recursos en relación con otros países", han de restringirse a los grupos más vulnerables y tendrá que ser temporal "aunque no se produzca" un abaratamiento de los precios de los combustibles, según
Xavier Labandeira y
José María Labeaga.
Un plan de choque necesario que habrá que reforzar
Mikel González-Eguino,
Xaquín García-Muros,
Eva Alonso-Epelde afirman que el plan convalidado tiene un cierto "carácter progresivo", aunque echan de menos "medidas orientadas a contener la demanda de carburantes y favorecer el transporte público".
Cuidar a los más vulnerables para que la transición no descarrile
Con las luces largas,
Marta Suárez-Varela pone el acento en la transición energética y defiende la protección de los colectivos más vulnerables y las zonas rurales por una cuestión justicia y, también, para evitar que rebelen contra la
descarbonización.
Buena lectura
Guillermo Sánchez-Herrero
Editor