La geopolítica tiene un alto poder transformador y, en el caso de la geopolítica de la tecnología, consigue que gases como el neón, el litio y el níquel pasen de ser elementos en una tabla periódica a convertirse en la ventaja estratégica que toda potencia tecnológica querrá asegurar para tener garantizada la cadena de suministro. Estos elementos se han convertido en piezas clave de la nueva era digital, y tanto la nueva revolución de movilidad eléctrica como la transición energética están plenamente asociadas a la capacidad transformadora que van a impulsar estos minerales en la industria automotriz y en las políticas mundiales de sostenibilidad.
La capacidad de innovación, como elemento diferenciador y de supremacía, ha sido el escenario en el que ha evolucionado la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China en la última década. Una pugna por liderar la generación de innovación que ha marcado el pulso entre ambas potencias hasta ahora, pero que cambiará de foco por los minerales tecnológicos en el corto plazo por la necesidad de asegurar su abastecimiento.
En esta última década, los avances de China por convertirse en una potencia en diseño y producción de semiconductores le han permitido reducir distancias con las potencias líderes. Y será en la próxima cuando el gigante asiático pueda considerarse realmente un competidor en el diseño, además de convertirse en el mayor productor de semiconductores del mundo en 2030, con una cuota de mercado del 24% según la Asociación de la Industria de Semiconductores. Supondrá superar a la hegemónica Taiwán, triplicar la capacidad de producción europea y distanciarse de EE.UU., que pasará a representar un 10% de cuota de mercado, menos de la mitad que su rival. Si a estas proyecciones se suma la pugna por los minerales tecnológicos, el escenario resultante podría cambiar significativamente.
Con la atención geopolítica mundial enfocada en el conflicto armado y en la búsqueda de estrategias que permitan reducir la alta dependencia energética con Rusia, el hueco que está dejando Ucrania en el mercado de gases raros puede convertirse en uno de los factores de cambio más importantes de la geopolítica de la tecnología. Estos minerales reivindican su posición estratégica en esta transformación global hacia la digitalización como parte esencial de las cadenas de valor tecnológico, siendo el bien más esencial para la producción de dispositivos electrónicos. Así, el giro inesperado de la invasión sobre Ucrania va a suponer una redistribución en las capacidades de producción mundial de litio, níquel y gas neón, un cambio de escenario que puede situar a China como principal agente en la producción y suministro de los elementos esenciales que están en el origen de la manufactura tecnológica a corto plazo.
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Con la paralización, por tiempo indefinido, de la exportación de gas neón desde Ucrania, que representaba el 40% de la producción mundial, y los efectos de las sanciones internacionales a Rusia, que aglutina el 30%, nuevos actores movilizarán el mercado de gases raros, poniendo en los próximos meses el foco en el gigante asiático, cuando las fundiciones agoten sus reservas y tengan que buscar nuevos productores. China podría entonces elevar su participación en la producción mundial del 30% al 50% para satisfacer la demanda global, convirtiéndose en el mayor proveedor mundial del gas que se utiliza en la fabricación de chips.
La batalla por el níquel también experimentará nuevos entornos de rivalidad. La revolución de la movilidad sostenible ha reactivado este mercado, utilizado para fabricar baterías de coches eléctricos y acero inoxidable, y sobre el que crecerá la presión a corto plazo, fundamentalmente por el incremento progresivo de una demanda que comenzará a superar la oferta a partir de 2024, según un informe de Rystad Energy.
El efecto caos en la cotización del níquel refleja bien el poder tecnológico que están alcanzando los minerales más demandados en la era digital. De hecho, la inestabilidad de los mercados amenaza la cotización de elementos básicos en la manufactura tecnológica, que en el caso del níquel se disparó un 250% en dos días, forzando a la Bolsa de Metales de Londres (LME, London Metal Exchange en inglés) a suspender su cotización durante una semana.
El auge en la demanda del níquel suscita la redefinición de estrategias entre las grandes potencias tecnológicas para asegurar la cadena de suministro, que ahora debe incorporar la incertidumbre geopolítica generada por las sanciones internacionales a Rusia, líder del mercado global al suministrar alrededor del 20% del níquel de mayor calidad. Esta disrupción pondría en riesgo la transición energética, además de generar más tensión sobre un elemento que Estados Unidos ya ha situado en la lista de metales críticos por la alta dependencia de las importaciones extranjeras, lo que genera una nueva prioridad tecnológica.
Como competidor por el liderazgo, la volatilidad del níquel también afecta a China, que es además el mayor productor mundial de acero inoxidable, poniendo más presión a la crisis derivada de este elemento. Los efectos de la suspensión de la cotización aún resuenan en los mercados y la posibilidad de que la Bolsa de Futuros de Shanghai pueda desempeñar un rol más activo en el mercado de metales añade más tensión a un escenario geopolítico que está incorporando la rivalidad tecnológica como palanca de decisiones.
En la transición energética, el litio también tiene un rol prioritario. Abaratar la producción de las baterías permitirá aumentar la penetración de los vehículos eléctricos, que alcanzará el 45% de las nuevas ventas de coches en 2030 desde el 9% que supuso en 2021, según Credit Suisse. La utilización de las baterías de litio ferrofosfato (LFP), más económicas, puede suponer una revolución que impulse la nueva generación de movilidad sostenible y China, que lidera el mercado de coches eléctricos, está realizando movimientos estratégicos. La inversión de 380 millones de dólares para construir una planta de litio en Argentina, que comenzará a producir a finales de 2023, mejora su posición ante los desafíos que plantea la cadena de suministro mundial, y permitirán al gigante asiático seguir ganando cuota en un mercado que ya lidera con 500.000 coches eléctricos vendidos el año pasado.
La geopolítica tecnológica va abriéndose camino y el efecto tsunami de la invasión de Ucrania tendrá un mayor alcance más allá de los mercados financieros. Asegurar el suministro de los minerales estratégicos y convertirse en agente global capaz de controlar sus precios puede emerger como la derivada tecnológica de la reconfiguración del escenario geopolítico que dejará la invasión rusa a medio plazo. Y el equilibrio resultante bien puede afectar a las ventajas estratégicas de las grandes potencias tecnológicas en la industria de los semiconductores y en la evolución de la transición energética.