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Dado Ruvic (Reuters)

'Criptomonedas', la ilusión de una economía descentralizada

Vicente Carbonell Castañer

17 de Mayo de 2022, 07:00

Impulsados por la revolución blockchain, los que abogan por una economía completamente descentralizada ocultan que tanto la propiedad como la gobernanza y el funcionamiento de las finanzas descentralizadas (DeFi) están, en realidad, concentradas en manos de unos pocos.

El desplome del precio de gran parte de las criptomonedas, junto a los problemas económicos que está experimentando El Salvador, el primer país en aceptar el bitcoin como moneda de curso legal, han reavivado el debate acerca del valor de estos activos. Las criptomonedas no sólo suponen una transformación económica, sino también ideológica y cultural. En un momento en el que los estados están interviniendo cada vez más en la economía, la tecnología 'blockchain' ha impulsado el resurgimiento del libertarianismo, que aboga por una economía libre de intermediarios sustentada por las DeFi (Finanzas Descentralizadas). Sin embargo, esta ideología descentralizadora no es solamente peligrosa sino que, además, oculta el verdadero funcionamiento de esas finanzas descentralizadas.

Las DeFi se basan en operaciones financieras que utilizan contratos inteligentes desplegados en una determinada red blockchain (por ejemplo, ethereum), los cuales, aun siendo públicos, no pueden ser modificados por los usuarios una vez desplegados. De esta forma, los contratos inteligentes confieren automatización y seguridad en las operaciones, dos elementos cruciales para alcanzar una economía sin intermediarios. La automatización proviene de la acción de los mineros, las personas que registran las operaciones a cambio de una recompensa. La seguridad emana de la cadena de bloques, una tecnología que blinda la información de los contratos inteligentes y la registra de forma segura y accesible; una especie de Excel inmutable.

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Estos avances tecnológicos han catapultado a las DeFi hasta alcanzar
los 227.800 millones de dólares en 2022. Aunque parte de este crecimiento se debe a la revalorización de las criptomonedas, sin duda nos encontramos ante un mercado en expansión que puede cambiar las reglas de juego del sistema financiero tradicional. Es evidente que esta tecnología, aun teniendo ciertas limitaciones, ha llegado para quedarse y que continuará creciendo en los próximos años.

Esta revolución tecnológica ha traído consigo que gran parte de los inversores en criptomonedas y los usuarios de las DeFi consideren que es posible alcanzar una economía descentralizada regida únicamente por las leyes del mercado. En esta economía quedarían fuera los gobiernos e instituciones financieras como los bancos, muy especialmente los bancos centrales, que son los grandes apestados por los líderes de esta nueva economía. Pero, ¿está esta economía realmente descentralizada? ¿Cumplen las DeFi con la promesa de liberalismo?

La evidencia nos dice que no es así. Según un informe del Bank for International Settlements (BIS), más bien existe una "ilusión de descentralización" debido a los modelos de gobernanza y a la concentración de poder en el ecosistema. 

En primer lugar, las DeFi dependen actualmente de las denominadas stable coins o monedas estables. A diferencia de criptomonedas como Bitcoin o Ethereum, las stable coins buscan replicar el comportamiento de divisas como el dólar o el euro con el objetivo de eliminar la volatilidad que tanto caracteriza a las criptomonedas. De hecho, las más usadas en las finanzas descentralizadas son aquéllas respaldadas por divisas tradicionales (aquellas que buscan sobrepasar). Paradójicamente, este tipo de stable coins dependen de empresas privadas con modelos de gobernanza completamente centralizados, que custodian dólares o activos financieros para respaldar el valor de la criptomoneda; dándose el caso de que, por ejemplo, un USDT (criptomoneda estable) equivale a un dólar. Por tanto, la configuración del activo más utilizado hoy en día en las DeFi no concuerda con el dogma de descentralización que predican.

En segundo lugar, una de las operaciones básicas de las DeFi son los intercambios entre criptomonedas. En este sentido, debemos diferenciar entre las plataformas de intercambio centralizadas como Binance y las plataformas de intercambio descentralizadas como Uniswap. Al igual que en lo referido a las stable coins, en este mercado predominan las plataformas de intercambio centralizadas, que son empresas privadas con modelos de gobernanza idénticos a las tradicionales. Según el BIS, aunque ambas plataformas han experimentado un crecimiento considerable en 2020, las de intercambio descentralizadas representan menos de un 10% del volumen total de transacciones entre criptomonedas. 

En tercer lugar, existen también plataformas descentralizadas que actúan como entidades financieras, otorgando préstamos utilizando criptomonedas como aval, conectando libremente a acreedores con deudores. Estas plataformas (por ejemplo,  Aave, Compound) conceden préstamos utilizando otros criptoactivos como garantía. De esta forma, aun teniendo un volumen de 20.000 millones de dólares, su implicación es limitada, puesto que sólo se conceden préstamos a quien ya tiene capital, dejando a un lado los préstamos nómina, hipotecas o avales de otro tipo. Es decir, que la mayoría de los préstamos se conceden a quienes ya tienen dinero, reproduciendo las desigualdades económicas del sistema.



Asimismo, los modelos de gobernanza de estas plataformas presentan también elementos inherentes de centralización. Los tokens de gobernanza, generalmente propiedad de los desarrolladores, otorgan poder de decisión en estas plataformas de una forma muy parecida a la de los accionistas de una empresa. Esta concentración en la gobernanza se arraiga en la necesidad de una continua revisión de los contratos inteligentes desplegados en la red. Al igual que ocurre en los contratos de las empresas tradicionales, los smart contracts no pueden contemplar todas las posibles eventualidades y, por tanto, precisan de desarrolladores que los actualicen continuamente.

Por último, cabe destacar la concentración de la actividad minera y de la propiedad de las criptomonedas. Gran parte de los 'mineros' (los que crean nuevas criptomonedas al registrar las operaciones) están concentrados en muy pocas regiones del mundo debido a los costes energéticos. Inicialmente, había miles de mineros que utilizaban pequeños ordenadores particulares para registrar las operaciones, pero hoy en día estos usuarios han sido desplazados por equipos informáticos muy sofisticados propiedad de grandes empresas. Además, en criptomonedas relevantes como Bitcoin, solamente el 0,01% de los propietarios controla más del 27% de la cantidad en circulación

Así pues, el ideal revolucionario en contra de las entidades financieras tradicionales no es más que una mera ilusión. Detrás del éxito de las criptomonedas hay importantes entidades de capital riesgo como A16Z (3.100 millones de dólares), de Andreessen Horowitz, o Paradigm (2.700 millones de dólares), creada por el también cofundador de Coinbase Fred Ehrsam. De la misma forma, según un estudio de PwC, el 21% de los hedge funds tradicionales tienen inversiones en criptomonedas y el 85% tienen planeado invertir en estos activos en los próximos años. Pensar que, al poseer criptomonedas, se está fuera del sistema implica estar completamente sometido por el sistema.

En resumen, tanto la propiedad, como la gobernanza y el funcionamiento de las finanzas descentralizadas son, en realidad, extremadamente centralizadas. Esto no quita para que la revolución de las DeFi es incuestionable. Este mercado es cada vez más grande y puede suponer una amenaza real para el sistema financiero actual. Rebasar a los bancos centrales mediante la utilización de divisas digitales independientes o dejar a un lado a los bancos tradicionales a la hora de conceder préstamos o invertir dinero debería preocupar tanto a los reguladores como a los políticos.

Sin embargo, lo que sustituirá a la economía actual no es un libre mercado descentralizado, como piensan los 'criptolibertarios', sino la reproducción de las desigualdades económicas. Es decir, la revolución blockchain no favorecerá la libertad, sino al capital. Se hace urgente, por tanto, prevenir y regular este mercado para que pueda ser realmente beneficioso para la mayoría de los usuarios y no sólo para unos pocos.
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