Estimadas lectoras, estimados lectores,
los estudios clásicos del populismo no sólo no incorporaron una visión de género (por pasiva), sino que hasta hace poco incluso han negado (activamente) que el populismo tenga una relación específica con el género. Algo diferente ocurre con
la derecha radical, que pone en el núcleo duro de su ideología la defensa de la familia tradicional, la heterosexualidad y el rol del hombre proveedor. Así,
la derecha radical se enfrenta con el feminismo en la disputa por el rol de la mujer. Sin embargo, se puede ir más lejos para sostener que el género es un componente fundamental de la definición no ya de un proyecto político en concreto, sino de cualquiera, porque el reconocimiento de los derechos de las mujeres conlleva implícito el de ciertos derechos humanos y políticos y, en consecuencia, define al sistema político como un todo. El avance de los talíbanes en Afganistán muestra hasta qué punto esta centralidad es evidente (eliminar y limitar los derechos de las mujeres y las niñas está en el centro de su actuación). Es un caso extremo. Otros, como el del
sofagate (cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fue relegada y
ninguneada por el presidente de Turquía ante la indiferencia del presidente del Consejo Europeo) muestran que esa disputa también se hace presente en el mundo occidental, por acción y por omisión.
La autonomía de las mujeres es el enemigo. Esto no implica ignorar que
han ganado posiciones en los partidos de la extrema derecha: Giorgia Meloni en los Fratelli d’Italia; Alice Elisabeth Weidel, en Alternativa por Alemania; Pauline Hanson, de One Nation, en Australia, por citar unas pocas. Estos partidos, como hace Vox en España, identifican la diversidad sexual y de estilos de vida con anomalías a limitar o directamente a eliminar. La agenda de la derecha radical permite atribuirles
una 'obsesión con el género' que es, a la vez, una cuestión de convicción y una herramienta útil para singularizar su proyecto político (
aquí,
Alba Alonso analiza las demandas de Vox para establecer pactos con el Partido Popular y Ciudadanos).
La procreación está en el centro de la polémica. Lo que hace dos décadas se veía como un avance en la secularización del mundo, ahora se ve como
un campo minado en el que los estallidos no se dan sólo, ni especialmente, en la periferia. No es una reversión lineal, sino una escalada de acción y reacción. Impulsado por la acción de los movimientos sociales, se siguen ampliando derechos de las mujeres en algunos países (véase nuestro segundo artículo de hoy), mientras la ultraderecha conservadora avanza sobre las instituciones, como ejemplifica el
Tribunal Constitucional polaco y el de
Texas, en Estados Unidos (véase también
aquí). De esta disputa trata nuestro primer artículo. Hay mucho más en esta Agenda España.
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La batalla desigual de los derechos reproductivos
Señala
Andrea Pető que ya hace más de una década que soplan vientos de cambio en relación a los derechos reproductivos. Tras señalar ejemplos que están muy presentes en la cobertura mediática sostiene que “las fuerzas políticas progresistas no han percibido las señales evidentes de que esos derechos estaban destinados a convertirse en el campo de batalla”.
El permiso menstrual en la ley de derechos sexuales y reproductivos
España se ha convertido en el primer país de la Unión Europea que reconoce un permiso de estas características. Lo hace sobre la evidencia de que la dismenorrea (nombre con el que se conocen a las menstruaciones difíciles y dolorosas) afecta al menos a un tercio de la población femenina fértil; y de éstas, un porcentaje significativo sufre un dolor severo e incapacitante. El análisis de
Patricia Nieto Rojas.
La guerra de Ucrania y la teoría de juegos
Michele Testoni busca poner racionalidad en el análisis del conflicto Rusia-Ucrania recurriendo a los instrumentos de las Ciencias Sociales: recurre a la teoría de los juegos para explorar el
dilema del prisionero y el
juego de la gallina. Se trata de ofrecer “un marco teórico para concebir situaciones sociales entre jugadores que compiten entre ellos con el propósito de maximizar su utilidad”.
En 'El País'
Habermas y la crisis de identidad alemana
El filósofo germano ha hecho una defensa del poder occidental que le ha granjeado que le tilden de
conformista.
Adam Tooze señala que su trayectoria no es la de un conformista y que lo que estaría haciendo (por ejemplo,
aquí) es pedir “una reflexión minuciosa, políticamente responsable y objetivamente exhaustiva”.
Destacados
Buena lectura,
Yanina Welp
Coordinadora editorial