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con la colaboración de
Thomas Coex (AFP)

Mélenchon, ¿el fin del paréntesis social-liberal francés?

Victor Woillet

6 mins - 24 de Mayo de 2022, 13:12

La Unión Popular, tras obtener el 21,95% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, acaba de lograr una gesta: reunir bajo una misma bandera a todos los partidos tradicionales de la izquierda francesa. El Partido Comunista Francés, Europa Ecológica de los Verdes y el Partido Socialista han decidido unirse a la Unión Popular de Jean-Luc Mélenchon para hacer campaña en las legislativas del 12 y 19 de junio. Si muchos analistas ven en esta unión una forma de sumisión, una traición histórica (recordando el clamor de sus predecesores durante la campaña de François Mitterrand en 1981), la realidad es bien distinta. 

Trabajar desde la base
Si las comparaciones con la izquierda plural (es decir, el gobierno de cohabitación dirigido por Lionel Jospin de 1997 a 2002) o el Frente Popular de 1936 pueden tener su pertinencia, el origen estratégico de lo que hace hoy Mélenchon es otra cosa. De hecho, para explicar lo que quería hacer con la Unión Popular, el representante de la France Insoumise se ha referido muchas veces a Mitterrand. Sin embargo, esta analogía no es del todo evidente. 

El propio Mélenchon ha descrito la estrategia de la Unión Popular como "la unión en la base" cuando "en la cima" es imposible. Para entender a qué se refiere con esta argumentación, hay que tener en cuenta lo que hizo en su momento el propio Mitterrand. Tras derrotar a Charles de Gaulle en las presidenciales de 1965, el líder socialista formó una primera unión de la izquierda que aglutinó a todas las fuerzas anti-comunistas (la SFIO, el Partido Radical y la Convención de Instituciones Republicanas). Aunque esta coalición marcó un punto de inflexión, sobre todo en las elecciones legislativas de 1967, el Partido Comunista Francés mantuvo unos resultados muy elevados y obtuvo el 21,3% de los votos en las presidenciales de 1968.

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No fue hasta 1972, tras el Congreso de Épinay, cuando nació una nueva forma de unión. Mediante la asociación de los comunistas a la unión de la izquierda a través de la firma del programa común, Mitterrand amplió enormemente su base electoral y ya no se contentó con una unión en la cima. Esta apuesta se produjo tras la visita del propio líder socialista a Chile, entonces gobernado por la Unidad Popular de Salvador Allende, lo que le valió el apodo del Allende francés


Aunque la unión se rompió en 1977 debido a las posiciones de Mitterrand respecto a la política de defensa nacional, el momento crucial había llegado. En 1981, gracias al Ceres dirigido por Jean-Pierre Chevènement y Didier Motchane, Mitterrand conservó el liderazgo del PS a pesar de las críticas de la segunda izquierda que encabezaba Michel Rocard. De cara a las elecciones presidenciales de ese mismo año, si bien el programa común ya no existía las 110 propuestas que componían el de Mitterrand de entonces recuperaban su esencia. Al alcanzar la segunda vuelta de las presidenciales, los comunistas cambiaron de opinión y acabaron uniéndose a su candidatura. Al conseguir unir a las bases, ampliar su caudal electoral e integrar muchas de las reivindicaciones de los comunistas (jubilación a los 60 años, nacionalización de muchos sectores de la economía, reducción de la jornada laboral, etc.), la cumbre continuó…

Un giro político como condición para el cambio histórico

En el contexto de las elecciones presidenciales, ésta es la lógica que llevó a Mélenchon al fundar la Unión Popular. Si este acercamiento discursivo y estratégico puede ser criticado desde el punto de vista histórico, revela un elemento sorprendente: la relatéralisation de la izquierda francesa. En 1982-1983, el Gobierno de Pierre Mauroy aplicó una "pausa" (según la expresión de Léon Blum) en el programa de reformas (de inspiración keynesiana), defendida como una necesidad ante la situación monetaria de la época. Sin embargo, lo que se presentó como una medida necesaria por un tiempo determinado pasó a aplicarse de forma indefinida. Fue el comienzo del 'paréntesis neolibera'l francés que, desde entonces, nunca se ha cerrado realmente.

Este paréntesis favoreció notablemente a los partidarios de la segunda izquierda dentro del Partido Socialista, en torno a Rocard, Pierre Mauroy y Jacques Delors. Estos últimos, mucho más liberales que los artífices del Programa Común, ocuparon muchos puestos en los órganos del partido y de las instituciones. En 1988, tras la reelección de Mitterrand, Rocard fue nombrado primer ministro. En marzo de 1990, se asoció a Jospin. Un año después, aunque perdió su puesto de primer ministro, se convirtió en primer secretario del PS. En el Gobierno de coalición de 1997-2002, dirigido por Jospin, y junto a sus oponentes históricos, la segunda izquierda de Rocard formó parte del Gobierno de la unión de la izquierda. 



Con el voto mayoritario del no al referéndum para una Constitución Europea en 2005, surgió una primera unión circunstancial de la izquierda que se opuso a los herederos de la segunda izquierda, entonces particularmente representados en el seno del Partido Socialista. Mélenchon fue uno de los artífices. En 2008, esta unión informal encontró una primera vía de salida política: el Partido de la Izquierda, fundado por el propio Mélenchon y Marc Dolez, así como por otros representantes elegidos de las filas del Partido Socialista o de los Verdes. Desde entonces, esta formación no ha dejado de encarnar la oposición a los representantes de una izquierda favorable al neoliberalismo y a las restricciones presupuestarias, desde François Hollande hasta Emmanuel Macron

De esta forma, en 2012 y luego en 2017, Mélenchon, unido a los comunistas, representó esa corriente de la izquierda anti-liberal dentro del panorama político francés. Gracias a su resultado en las presidenciales pasadas, que atestigua una base electoral favorable a un programa claro de ruptura con el neoliberalismo y las limitaciones presupuestarias europeas, Mélenchon ha provocado un giro en el panorama político francés: el fin del paréntesis neoliberal que seguía abierto hasta ahora. Sin embargo, quedan dos condiciones para que ese amplio giro político y discursivo tome la forma de un punto de inflexión histórico. En primer lugar, el éxito de esta unión de la izquierda francesa en las elecciones legislativas, que fue posible gracias a la división de la derecha y la extrema derecha, pero sobre todo a la política del gobierno que llegaría entonces al poder. En un contexto inflacionista que afecta a todas las materias primas, la lucha que hay que librar contra el desempleo y a favor de las inversiones masivas en muchos sectores necesarios para la transición ecológica será especialmente dura, pero puede constituir una verdadera señal para el resto de la izquierda europea y confirmar el fin de un paréntesis que ha durado demasiado tiempo.
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