A finales de febrero de este año, Rusia inició su invasión a Ucrania, algo que sorprendió a muchos a pesar de todas las
señales previas. De hecho, apenas unos días antes Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz habían visitado por separado a Vladimir Putin para tratar de detener el conflicto por la vía diplomática.
Lo que resulta menos sorprendente, si se tiene en cuenta la actitud de Europa hacia los conflictos bélicos durante los últimos tiempos, ha sido su respuesta tardía y fundamentalmente enfocada en lo económico, como evidencia el hecho de que, un mes después de la invasión, la Unión Europea y Estados Unidos
se resistían a acorralar por completo a Rusia y
el esfuerzo principal estaba en las sanciones económicas. De esta manera, las mismas naciones que hace poco más de un siglo iniciaron la Primera Guerra Mundial por la chispa que significó el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, han optado esta vez por seguir fieles a su estrategia de las últimas décadas: la diplomacia y la chequera.
Querer evitar cualquier conflicto armado sin duda es meritorio, pero en la compleja arena de la geopolítica internacional vale la pena preguntarse sobre las mejores herramientas disponibles para lograr conciliar tantos y tan diferentes objetivos. Y específicamente uno de los mayores interrogantes gira en torno a la efectividad de las sanciones económicas como mecanismo de disuasión y, eventualmente, de represalia en un mundo cada vez más interconectado, con actores económicos cada vez más diversos y poderosos.
Hacia un nuevo equilibrio económico global
El mundo ya no es lo que era hace 50 años; no sólo respecto a la manera en que se resolvían los conflictos entre naciones, sino desde el punto de vista de la estructura económica global. Por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el Producto Interno Bruto de los países menos democráticos es similar al de los países más democráticos.
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Lo anterior tiene implicaciones importantes en varios sentidos, pero quizás la más evidente es que, en la medida que el club de los países no democráticos se hace más rico, las posibilidades de continuar funcionando económicamente sin su contraparte son más factibles. Un buen ejemplo es la
compra de petróleo y carbón ruso
por parte de China. Incluso Venezuela, un país cercano geográficamente a Estados Unidos y relativamente pequeño en la arena geopolítica internacional, ha logrado
burlar las sanciones impuestas por Washington.
La estructura económica global actual es hija de las naciones que resultaron victoriosas de la Segunda Guerra Mundial, y se centra en los llamados (de manera errónea) valores de Occidente. Es poco probable que esta hegemonía se pierda en el corto plazo, pero la importancia relativa del PIB de los países según su grado de democracia–autoritarismo es un ejemplo claro de una nueva realidad. Y es en este contexto en el que Estados Unidos y Europa deben replantearse la efectividad de la estrategia de las sanciones económicas para regular la arena internacional.
Este nuevo contexto hay que observarlo con mayor detalle; más concretamente, la composición de cada bloque. En este sentido, se pueden tomar los cinco países con el mayor PIB por bloque, resaltando que cada grupo está, a su vez, subdividido entre aquellos países que se encuentran en el extremo del espectro respectivo y los que se sitúan en posiciones intermedias. Es decir, entendiendo que hay una 'zona gris' entre autoritarismo y democracia en la que muchos estados van y vienen.
En este sentido, en el bloque autoritario China lidera claramente en cuanto al tamaño de su economía, seguido de Rusia, Arabia Saudí, Turquía e Irán; todos ellos ubicados en el extremo del espectro autoritario. Lo que ocurre con el grupo de países democráticos es distinto: de los cinco con las mayores economías, tres son democracias plenas (Japón, Alemania y Francia) y dos son parcialmente democráticos (Estados Unidos y Brasil). En este punto es importante recordar que esta clasificación se hizo dividiendo a todos los países en cuatro grupos según el rango 0 a 1 que utiliza el V-Dem.
Bloques económicos y geopolítica
Visto cada bloque, habría que preguntarse dónde existe mayor capacidad de coordinación, considerando que Brasil ha dado pasos hacia el autoritarismo y Estados Unidos lucha por evitar el regreso de Donald Trump. Esto no significa que los países que conforman el bloque autoritario estén plenamente coordinados pero sí que, dada la naturaleza de sus regímenes, su capacidad de actuar mediante estrategias bilaterales y sin responder a la opinión pública es mayor, lo que en principio les puede permitir ser más ágiles en sus decisiones de actuar conjuntamente.
Esa cooperación entre países autoritarios, hoy con un gran poder económico combinado, es quizás una de las principales trabas a la estrategia de las sanciones (más allá de los claros efectos adversos sobre la población y su dudosa efectividad a la hora de contribuir al cambio de regímenes autoritarios). En la medida en que los países sancionados por
Occidente encuentren apoyo económico en su bloque, podrán sortear el castigo impuesto. Además, esto puede tener como consecuencia un mundo más fracturado, en el que cada bloque piense que puede ser autónomo del otro, con dos polos (Estados Unidos y China) y sus respectivos satélites. Esto puede recordarnos los tiempos de la Guerra Fría, con la gran diferencia que hoy los adversarios de
Occidente son economías fuertes, la confrontación es menos ideológica y más pragmática y algunos de los actores clave del lado democrático pudieren, por sus propias contradicciones, transitar por rutas menos democráticas.