El 24 de abril, Emmanuel Macron revalidó su mandato como presidente de la República, convirtiéndose en el primero en lograrlo en 20 años. Ahora bien, desde la reforma de 2008, la Constitución de la V República establece que nadie puede ejercer más de dos mandatos consecutivos. Siendo así, ¿qué pasará en 2027, cuando expire el último mandato de Macron?
Antes de entrar en los detalles, es importante resaltar una cuestión: la implosión del sistema de partidos francés que se produjo en la elección de 2017, y la consolidación de este fenómeno durante el mandato de Macron, hasta el punto de que en la primera vuelta de las elecciones de 2022 los dos partidos tradicionales han sumado, juntos, menos del 7% de los votos.
En efecto, Macron llegó al poder valiéndose de numerosos votantes del Partido Socialista (PS), absorbiendo por tanto el espacio de la centro-izquierda, y durante su mandato se ha esforzado por hacer lo mismo con la derecha tradicional, Les Républicains (LR). Ante este escenario de descomposición, ¿qué puede suceder en cinco años? Repaso a continuación tres posibles escenarios.
El primero sería que surgiese un heredero dentro del partido de Macron, La République en marche! (LREM). Actualmente no existen grandes figuras en este partido aparte del mismo Macron, y además las pocas caras conocidas son tránsfugas de los dos partidos tradicionales, incluyendo pesos pesados como Bruno Le Maire, ministro de Economía (proveniente de LR) o Jean-Yves Le Drian, de Exteriores (PS).
La figura más destacable dentro de ese espacio político es Édouard Philippe, proveniente de LR, alcalde de Le Havre, y que fue primer ministro de Macron entre 2017 y 2020, cargo en el que adquirió un
gran protagonismo durante la pandemia, durante la cual
su popularidad se disparó, alcanzando una valoración más favorable que la del propio Macron: un 61% de la población consideraba que sería un mejor presidente. En enero de 2022
una encuesta mostraba que los franceses le consideraban más competente, simpático, convincente y cercano a la gente que Macron, además de mucho menos brutal, y actualmente goza de la
simpatía del 48% de los franceses.
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Philippe ya ha dado algunos pasos para poder crear un movimiento político: fundó su propio partido en 2021, y cuenta en él con
representantes locales y nacionales. Si bien en esta elección ha apoyado a Macron, podría postularse como sucesor de cara a 2027; y, de hecho, ya ha logrado que en algunas circunscripciones
sean miembros de su partido los que se presenten a las elecciones legislativas por parte del movimiento de Macron.
La posibilidad de que el candidato surgido del espacio político del macronismo triunfe depende en gran medida del balance que se haga en 2027 de los 10 años de Presidencia de Macron. Aunque si el candidato acaba siendo alguien que, como Philippe, no está en el Gobierno desde hace varios años, tendría alguna posibilidad de desmarcarse de ese balance en caso de que sea negativo. Ahora bien, para tener figuras presidenciables de aquí a 2027 sería necesario que alguien distinto a Macron empiece a tener algo de protagonismo y visibilidad en ese espacio político. Y eso, hoy, por hoy, no es fácil bajo la sombra del presidente de la república.
El segundo escenario, prácticamente imposible a día de hoy, es aquél en el que resurge uno de los dos partidos tradicionales, PS y LR. Si bien sus resultados en las últimas presidenciales han sido catastróficos (1,74% y 4,78%, respectivamente), ambos partidos poseen todavía una serie de fortalezas que conviene recordar.
En otros niveles de gobierno, los dos partidos todavía sobreviven. A nivel municipal, mantienen muchas grandes ciudades, y a nivel regional gobiernan la mayoría de los territorios. Partiendo de ahí, y dado que en 2026 volverá a haber elecciones municipales, éstas podrían ser una ocasión para demostrar su fuerza y reconstruirse de cara a 2027.
En línea con lo anterior, aunque LREM captase a muchos de ellos en 2017, a ambos partidos les quedan todavía algunos políticos experimentados. Estos cuadros quizá sean capaces de relanzar sus organizaciones durante los próximos cinco o 10 años. Para ellos, el poder local y regional supone un salvavidas que les está ayudando a mantenerse a flote, alojando a personal político, proporcionando recursos económicos y altavoces institucionales y mediáticos. Si aprovechan bien esos recursos, podrían superar la travesía por el desierto y volver a ser competitivos. Aunque para eso probablemente necesiten una década envés de un lustro.
Sin embargo, este escenario se vuelve cada vez más improbable para el PS, que tras el acuerdo con 'La France insoumise' (LFI) se enfrenta a una enorme división, con la dimisión de varios políticos de primera línea; entre ellos, el antiguo primer ministro, Bernard Cazeneuve, que ha abandonado el partido. En efecto, el acuerdo con LFI, negociado desde una posición de extrema debilidad, ha obligado al partido de Mitterrand
a subordinarse a Mélenchon y a renunciar a varias de sus posiciones que algunos consideraban líneas rojas, como su europeísmo o su atlantismo. El PS va camino de sufrir el mismo destino que el viejo
Parti Radical de Gauche, central en la vida política de la III y IV Repúblicas, y hoy en día absorbido en la práctica por el PS.
El tercer escenario es el que, a día de hoy, parece más probable: que en 2027 las dos fuerzas que se disputen el Elíseo sean LFI, actualmente dirigida por Jean-Luc Mélenchon, y el 'Rassemblement national' (RN, antiguo Frente Nacional), capitaneado hoy por Marine Le Pen. Es decir, que las elecciones pasen a disputarse entre un partido de izquierda radical y otro de derecha radical.
El motivo por el que este escenario es el más probable en este momento es por sus buenos resultados en las últimas presidenciales: RN quedó en segundo puesto con un 23% y LFI en tercero con un 22%, muy por encima del siguiente competidor, el ultraderechista Éric Zemmour (7%). Aunque aún es pronto para saber con qué fuerza llegarán a 2027, si mantienen la tendencia actual ambos tendrían serias posibilidades de llegar a la segunda vuelta.
Los dos partidos han mejorado sus resultados respecto a 2012 y 2017, teniendo por tanto una tendencia ascendente a lo largo de 10 años. Especialmente destacable es el cambio de imagen de Marine Le Pen, que desde que sustituyó a su padre como líder del partido ha hecho un gran esfuerzo por desdiabolizar el partido, haciéndolo menos radical, y suavizando su propia imagen. Comparada con Macron, los franceses la consideran más simpática y
mucho más cercana al pueblo.
Precisamente, la viabilidad de este escenario depende de la capacidad de ambos partidos para moderar su discurso y su imagen de aquí a 2027. El sistema electoral a doble vuelta hace que, frente a un candidato ubicado en uno de los extremos del tablero político, un candidato moderado tiene más probabilidades de ganar. Siendo así, en un balotaje entre LFI y RN, el partido que hubiese moderado más su discurso tendría más factible alzarse con la victoria.
Las legislativas, que tendrán lugar en junio, serán la ocasión para que ambos partidos demuestren su fuerza, especialmente para LFI, que ha conseguido armar una coalición electoral con los verdes, los socialistas y los comunistas a la que los sondeos auguran un
excelente resultado, con un 34% de los votos, frente a un 24% para LREM y un 19% para RN. Si bien la dinámica a dos vueltas puede impedirles acceder a la Asamblea Nacional, son datos prometedores para Mélenchon, a quien un 37% de los franceses considera
el más adecuado para encarnar la oposición a Macron, frente a un 33% que prefiere a Le Pen.
Para concluir, vale la pena mencionar tres posibilidades que ahora mismo son perfectamente imprevisibles:
- Que Macron muera antes de 2027, lo que obligaría a adelantar las elecciones. Esto es sumamente improbable, dada su edad (44 años) y que no hay actualmente amenazas contra su vida.
- Que Macron emprenda una reforma de la Constitución para poder optar a un tercer mandato. Actualmente, ni él ni nadie de su entorno han mencionado esta posibilidad, y un acto así sería sumamente autoritario y chocaría con su discurso liberal. Incluso aunque el nuevo escenario internacional que ha dibujado la invasión rusa de Ucrania sea extremadamente inestable y permita justificar la necesidad de un líder fuerte, ahora mismo no hay motivos para pensar que el presidente vaya a aprovecharlo para reformar la Constitución y poder presentarse una tercera vez.
- Finalmente, que se produzca un inmenso estallido social que lleve a Macron a dimitir, como le sucedió a Charles de Gaulle en mayo del 68. Esto es absolutamente imprevisible, pero de la misma forma que a principios de aquel año era imposible predecir lo que iba a ocurrir unos meses después y que De Gaulle acabaría marchándose, no podemos saber si se va a producir próximamente un gran movimiento social de protesta. Sin embargo, sí es cierto que la crisis de los chalecos amarillos (2018) demostró que en Francia existe malestar social, cosa que podría agravarse si la economía empeora. Y eso también depende en parte del desarrollo de la guerra en Ucrania y de lo que haga Rusia en general en el panorama internacional.