La guerra total de ésta contra Ucrania está empujando a los europeos a reducir rápidamente su dependencia del petróleo y el gas rusos. Pero su futura independencia energética no consiste en cambiar el combustible fósil de Rusia por un nuevo proveedor, sino en reorientar por completo sus objetivos del suministro energético. La energía renovable es la solución perfecta para liberar a Europa de la dependencia fósil y proporcionar un peldaño fundamental en el camino hacia la neutralidad del carbono. Desde este punto de vista,
. No obstante, aunque las energías renovables eliminan una dependencia, generan otras.
En primer lugar, la tecnología verde necesaria para generar energía renovable (paneles solares, turbinas eólicas, baterías) requiere minerales y metales para su producción. Rusia es una fuente de algunos de ellos (como el cobre y el níquel), mientras que el rival sistémico de Europa,
China, ha estado trabajando activamente para asegurarse en origen estas
materias primas y
minerales críticos (CRM). África no es la única fuente de CRM en el mundo, pero la combinación de la mayor demanda europea por su transición acelerada hacia las energías renovables y la desvinculación de Rusia como fuente de CRM (y, potencialmente, de China) significa que
la importancia de África para Europa ha pasado de ser algo bueno a decisivo.
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En segundo lugar, el plan europeo
REPowerEU apuesta por que África sea una fuente de energía renovable. Los europeos ya están considerando el
hidrógeno verde, una forma de gas limpio, como la siguiente y más importante exportación energética de África. Su producción requiere grandes aportes de electricidad que el rico potencial de energía solar africano pudiere generar.
Por último, está el papel de África para cubrir las necesidades inmediatas de combustibles fósiles de Europa derivadas por la desvinculación de Rusia. África posee importantes reservas de gas natural. Dado que todavía no se dispone de una energía renovable suficiente para Europa, es inevitable la sustitución de la energía rusa por un combustible fósil. El Viejo Continente necesita tanto petróleo como gas; pero el primero se sustituye más fácilmente que el segundo en el mercado abierto mundial. Por lo tanto, es el gas lo que más le urge a Europa para solucionar sus problemas energéticos. Suele comercializarse a través de contratos a largo plazo y a gran escala entre productores y consumidores, lo que proporciona seguridad a las inversiones de aquéllos. Su excedente sale a la venta en el mercado global, llamado
'al contado', pero es relativamente escaso en comparación con los contratos a largo plazo. Los picos de precios inducidos por la escasez a los que se enfrenta actualmente Europa se explican en parte por el hecho de que la producción de gas existente a largo plazo ya está asignada a los clientes.
Así que Europa debe
taparse la nariz y abastecerse de gas en otros lugares distintos de Rusia, a pesar de que esto entre en contradicción con la transición verde. La Unión está cuadrando este círculo distinguiendo entre el momento inmediato y el medio y largo plazos.
A corto, el 'todo vale' ha hecho que los jefes de Estado y los ministros europeos salgan en busca de cualquier excedente de capacidad gasístico. Pero la política para el medio plazo (tal y como se articuló en las conclusiones de la COP-26), sigue siendo, al menos por ahora, rechazar cualquier inversión adicional en combustibles fósiles, apostando en cambio por que Europa consiga hacer la transición hacia una energía renovable (casi) total.
África alberga uno de los raros excedentes de capacidad de gas del mundo. Argelia está conectada a España a través de un gasoducto, al igual que Rusia lo está con el este de Europa. El sureste y el oeste africanos cuentan con grandes reservas aún no explotadas del todo, mientras que Egipto y, próximamente, Senegal poseen reservas e infraestructuras para producir gas natural licuado (GNL), exportable y transportable por mar. El GNL es especialmente crítico para Alemania y otros países del este de Europa, que siguieron una política de (inter)dependencia intencionada a través de gasoductos hacia Rusia en lugar de diversificar sus medios de suministro.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, la escala de Scholz en Senegal fue generalizadamente interpretada como otra
cacería de líderes europeos para
adquirir gas de forma urgente. Pero lo que realmente ilustra es la tensión entre la política climática europea (no realizar nuevas inversiones en el desarrollo de combustibles fósiles) y la seguridad energética europea (tensión en el mercado mundial del gas y desvinculación del gas ruso). Los medios de comunicación
han pasado por alto el hecho de que
el gas senegalés entregable en 2023 no podrá ir a Alemania pese a los deseos de Scholz, pues ya está comprometido con inversores a largo plazo en Asia. Si hubiera una posibilidad para Alemania, sería la de cerrar un acuerdo para el desarrollo a medio plazo y el eventual suministro de la nueva capacidad de GNL del país africano a Alemania. Así pues, África analizó la visita de Scholz, y en particular la etapa de Senegal, en busca de señales de un cambio en la política climática europea, que, de producirse, añadiría la seguridad energética a través del gas como tercer vínculo esencial en la relación África-Europa.
Europa, África y la crisis alimentaria
A pesar de la retórica europea en sentido contrario, en las últimas décadas su relación con África se estancó en el paradigma de la caridad, en lugar del de asociación. Pero
ahora Europa necesita realmente una verdadera asociación estratégica con este continente para poder gestionar la crisis energética, abordar la crisis climática, evitar futuras crisis migratorias y competir con sus rivales geopolíticos.
Por eso, Scholz
anunció en su gira que Europa trabajaría para restablecer las exportaciones de grano a África.
No se trata sólo de un acto humanitario de caridad, sino de una decisión inteligente basada en los intereses. Consolida la asociación África-Europa, pero también contrarresta la influencia de Rusia.
África depende mucho más que la mayor parte del mundo de las exportaciones de alimentos de Rusia y Ucrania: 25 países importan más de un tercio de su trigo de ambos; y 15, más de la mitad. Para las economías africanas, que aún se tambalean por los trastornos provocados por la pandemia, la subida de precios es un
golpe demoledor. Más allá de los productos agroalimentarios que Rusia controla directamente, ha multiplicado el impacto al bloquear la exportación de unos 20 millones de toneladas de cereales ucranianos a través del Mar Negro. Además, ha proclamado abiertamente su intención de
instrumentalizar los alimentos al servicio de sus objetivos geopolíticos. Los alimentos se convierten entonces en una
'divisa de influencia' rusa de influencia con los estados africanos dependientes, mientras que algunos afirman también que se está llevando a cabo un juego de mayor calado:
fomentar la migración africana hacia Europa promoviendo la hambruna en África. La dependencia de Europa del petróleo y el gas de Rusia era una palanca de influencia; la desestabilización de las sociedades europeas y, con ello, el recrudecimiento de las luchas políticas, es otra forma de socavar la fortaleza europea a la hora de apoyar a Ucrania.