La primera vuelta presidencial en Colombia de este 29 de mayo arrojó un resultado inesperado. Gustavo Petro, el favorito y candidato por la coalición de izquierda, quedó en primer lugar con 40% de los votos, asegurando con ello su paso al balotaje. En segundo fue un candidato desconocido: el independiente Rodolfo Hernández (con un 28% de los sufragios). El buen desempeño de la izquierda ya estaba anunciado desde las primarias de marzo. Por tanto, la sacudida corre a cuenta de de Hernández, cuya irrupción a última hora ha tomado a la mayoría del país por sorpresa y obliga a reconsiderar lo que creíamos saber sobre esta contienda.
Desde que arrancó, esta campaña se ha caracterizado por ser "arenas movedizas" debido al alto número de presidenciables y a la magnitud del descontento del electorado y de los cambios que está experimentado el sistema político. Varios analistas han calificado de terremoto político los resultados de la primera vuelta, y no es para menos.
Quede en manos de quien quede la Presidencia, será en las de un candidato abiertamente 'anti-establishment', lo que parece un mensaje ciudadano claro de insatisfacción con la clase política y el
statu quo. No importa quien resulte elegido: ante la ausencia de un candidato de derecha (primera vez en décadas) y de los partidos políticos tradicionalmente dominantes, se inicia una nueva era en la política colombiana.
Hasta hace sólo tres semanas parecía seguro que la segunda vuelta sería un enfrentamiento entre Petro y Federico Gutiérrez, candidato por la coalición de derecha. Pero éste ha quedado fuera (tercero, con un 23%). Al candidato del oficialismo (que no logró distanciarse de un Gobierno impopular) se le hizo esquivo buena parte del caudal electoral que le había dado la victoria al actual presidente, Iván Duque, en 2018.
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Hernández ha sido el principal beneficiario de la debacle de la derecha: se ha llevado consigo buena parte de los votos en departamentos como Cundinamarca, antaño bastión del partido derechista Centro Democrático. Los votos del centro, de los que en la primera vuelta de 2018 se fueron 4.602.916 al candidato Sergio Fajardo, parecen haberse repartido en esta oportunidad entre Hernández y Petro. Fajardo entró en cuarto lugar (4,2%), con alrededor de 3,7 millones de papeletas menos que hace cuatro años. El centro ha muerto víctima de sus múltiples errores de estrategia y peleas intestinas.
Hasta la primera vuelta, Petro tenía el monopolio del discurso del cambio. Ahora que su oponente ya no es el
establishment, sino otro candidato que también se presente como alternativa a
lo de siempre, la campaña tendrá que ser diametralmente diferente. La jornada dibujó un nuevo mapa político y deja muchos interrogantes. Destacan dos:
¿Por qué le fue tan bien a Hernández? ¿Tiene posibilidades de ganar?
Aunque Petro parece tener una ventaja considerable frente a su oponente en número de votos, la posibilidad de que Hernández se haga con la Presidencia es, al día de hoy, real. Es un empresario que fue alcalde de Bucaramanga en 2015. Su discurso es tan sencillo como potente: anti-corrupción y anti-políticos. Hernández conectó muy bien con votantes insatisfechos con el sistema político y con el Gobierno actual.
Dado que los dos candidatos se presentan como anti-sistema, en las próximas semanas cobrará relevancia una dimensión más afectiva o emocional, que es el
anti-petrismo. Hernández es un desconocido que critica a los políticos, pero al que aparentemente hay poco que criticarle (aunque le acecha, por ejemplo, un
escándalo de corrupción). En contraste, Petro es un ex guerrillero que lleva décadas haciendo oposición e intentando alcanzar la Presidencia. En el camino se ha construido trayectoria y experiencia, pero también una fama que le precede, especialmente entre algunos votantes de centro y los de derecha, que no lo toleran. En ese sentido, la ventaja la tiene Hernández: los votantes de derecha y centro-derecha que apostaron por Gutiérrez lo ven más tolerable simplemente porque no es Petro. En este grupo, el ascenso del dirigente de izquierda genera rechazo y temor.
Este sentimiento anti-Petro, que Hernández probablemente atizará, alimentará seguramente la polarización y dificultará la estrategia a la izquierda.
¿Petro tocó techo?
Ha hecho campaña en oposición a la derecha y a la clase política, presentándose como el representante de las masas excluidas de un modelo económico y político neoliberal que requiere reformas. La izquierda nunca ha llegado a la Presidencia en Colombia, así que Petro presentaba su candidatura y la de su vicepresidenta, Francia Márquez, como la alternativa a un sistema que no ha escuchado ni permitido participar a personas como ellos. Al posicionar a la izquierda como una fuerza viable a nivel nacional, logró lo que le había sido esquivo a otros líderes que le antecedieron. Para ganar en esta oportunidad necesita ampliar su base aún más allá de los 8,5 millones de votos que obtuvo en esta primera vuelta.
Mientras Hernández solo tiene que seguir siendo él mismo para crecer, Petro tiene que replantear su estrategia. Lo ilustran claramente las muestras de apoyo públicas de líderes clave de este sector (Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, el propio Federico Gutiérrez) hacia Hernández la misma noche de la elección. No es una empresa fácil. El
anti-petrismo es una fuerza que pesa en una porción significativa del electorado que no se moverá hacia Petro bajo ninguna circunstancia.
Una opción es tratar de movilizar a los ciudadanos que se abstuvieron allí donde el candidato de izquierda ya es fuerte, como son los departamentos del Caribe. Es una estrategia que requiere mucho músculo organizativo, recurso humano, y en la cual no necesariamente se esconden tantos votos. En Colombia, la abstención es tradicionalmente alta y no necesariamente aumenta a medida que avanza la campaña. En 2018, por ejemplo, el índice de participación entre primera y segunda vueltas fue virtualmente idéntico, de hecho, descendió levemente, de 54,22% al 54%. En la primera vuelta de este año participaron el 54,48% de las personas habilitadas para votar. Es una buena cifra para los estándares colombianos. Que suba es una posibilidad, pero establecería un record. La otra cara de esta moneda sería atacar a Rodolfo para promover al abstencionismo entre personas que pueden ser afines a su mensaje.
Seguramente, la campaña petrista optará también por acercarse en las próximas semanas a políticos de centro o tradicionales, en busca de los votos que le faltan. Paradójicamente esto, que se vislumbra necesario, dificulta la tercera estrategia que parece ya estar en marcha: un cambio de discurso. En esta recta final,
el candidato pasaría a describir a Hernández como el 'outsider' irresponsable y carente de la experiencia necesaria para manejar el país. En su discurso la noche del 29, Petro arremetió contra él afirmando que la lucha contra la corrupción es más que hacer
tik toks (haciendo alusión al
modus operandi de la campaña de su rival), y se presentó a si mismo como el verdadero cambio, equiparando el voto por Hernández como un suicidio. Como bien apuntó
Will Freeman, lo difícil de esta maniobra es que presentarse como el candidato del cambio no encaja del todo con cultivar activamente el apoyo de políticos del
establishment.
Petro se ha quedado sin hoja de ruta y se ve obligado a improvisar. Enfrente, Hernández está definiendo la estrategia, el ritmo; y, de paso, reinventando las reglas de hacer campaña electoral en Colombia.