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con la colaboración de
DPA via Europa Press

Volver a la familia: cómo el populismo de derecha rediseña las políticas sociales

Guglielmo Meardi

10 mins - 6 de Junio de 2022, 07:00

En los últimos 30 años, los partidos populistas de derechas han crecido en casi toda Europa, y en los últimos 10 han entrado en coaliciones de gobierno con mayor frecuencia. Si cuando estaban en la oposición tendían a centrarse en las cuestiones identitarias (en particular, la inmigración) y podían permanecer intencionadamente ambiguos en las socioeconómicas, cuando llegan al Gobierno tienen que adoptar medidas concretas y ofrecer algo más que una simple retórica anti-extranjera.

La relevancia de la inmigración es intrínsecamente volátil (y está disminuyendo en los últimos dos años). Está ya claro que dificultar la vida de los inmigrantes por sí mismos no proporciona ninguna mejora material a los votantes nativos. Por tanto,
si quieren ocupar puestos de gobierno y ser reelegidos, estos partidos tienen que ensuciarse las manos haciendo 'política silenciosa' en los terrenos social y de empleo.

En algunos casos, como en Países Bajos, Dinamarca o Austria, los partidos populistas de derechas sólo han gobernado en coalición junto a los partidos conservadores tradicionales, los cuales han determinado las principales directrices económicas para la acción gubernamental. En estos casos, la influencia populista en la elaboración de políticas sustanciales ha sido menor, limitándose a introducir elementos de chovinismo del bienestar y a priorizar el gasto en pensiones sobre las políticas de inversión social, dado que su electorado suele ser de mayor edad y masculino.

Pero ahora podemos observar la acción de estos partidos en situaciones en las que no están atados de manos por los partidos tradicionales. En Hungría (desde 2010) y Polonia (desde 2015) Fidesz y PiS, respectivamente, han gobernado con mayorías absolutas, mientras que Lega gobernó en Italia en 2018-19 en coalición con otro partido populista (difícil de situar en el continuo derecha-izquierda), el Movimiento Cinco Estrellas. 

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Los casos de Polonia e Italia son especialmente interesantes; dos países con trayectorias políticas y económicas diferentes, pero con una fuerte similitud: la
permanencia de una fuerte tradición católica y de valores 'familiaristas', que se reflejan en una constelación específica de bienestar que se basa en gran medida en el trabajo de cuidados no remunerado que realizan las mujeres. Los dos países ocupan los cuatro primeros puestos entre los países de la UE en cuanto a la diferencia de empleo entre hombres y mujeres, en cuanto a la proporción de hijos adultos que viven con sus padres, en lo que respecta al trabajo por cuenta propia (a menudo una forma de empresa familiar) y en cuanto al sesgo de edad respecto a los ancianos en el gasto social. En los años anteriores a la llegada al poder del PiS y la Lega, se habían intentado recalibrar los estados de bienestar polaco e italiano, desplazando la inversión y la protección hacia las generaciones más jóvenes y con políticas de apoyo al empleo femenino. Esta tendencia fue, en la mayoría de los casos, interrumpida o incluso invertida por PiS y Lega.

Hay que añadir que tanto Polonia como Italia tuvieron gobiernos populistas después de años de políticas de mercantilización del mercado laboral y del Estado del bienestar. Los partidos de centro-izquierda contribuyeron de forma significativa a este proceso de mercantilización, dejando sin respuesta a la fuerte demanda popular de mayor protección social por parte de los partidos tradicionales. El PiS y la Lega (así como el Movimiento Cinco Estrellas) aprovecharon esta circunstancia en su beneficio. En la década anterior, ambos partidos habían mantenido una perspectiva más liberal en cuestiones socioeconómicas, y habían hecho campaña en función de reivindicaciones a favor de un Estado pequeño y unos impuestos bajos. A partir de 2015 en Polonia, y de 2018 en Italia, las cuestiones sociales cobraron protagonismo. Las pensiones pasaron a ser el segundo punto del programa de la Lega de 2018 (antes de la inmigración), mientras que el programa del PiS de 2019 se titulaba Un modelo de Estado de bienestar polaco

No eran palabras vacías de campaña. Tanto el PiS como la Lega aumentaron el gasto social una vez en el poder (en el caso italiano mucho menos, dada la corta duración del Gobierno M5S-Lega), pero no por ello dejó de ser significativo, ya que se logró en poco tiempo y en contra de las fuertes críticas de las instituciones de la eurozona, que exigían un compromiso con la reducción del déficit. Pero, ¿qué tipo de política social introdujeron? Además de algunas diferencias (sobre todo referidas a la aportación del M5S en Italia), hay dos fuertes similitudes entre las políticas del Gobierno del PiS y las de la Lega-M5S: la política de pensiones y la política familiar.

En el caso de las pensiones, tanto la Lega como el PiS revirtieron rápidamente las reformas que había aprobado el Gobierno anterior para retrasar la edad de jubilación. Esto, en sí mismo, es una contrapartida de la inversión social a la protección social, pero más concretamente las contrarreformas restablecieron las oportunidades de jubilación más temprana para las mujeres. En Polonia, el PiS rebajó la edad de jubilación de los 67 a los 65 años para los hombres y a los 60 para ellas (lo que, dentro de un sistema de contribuciones definidas, implica pensiones mucho más bajas para la mayoría de las mujeres). En Italia, la Lega (que dentro de la coalición tenía la responsabilidad de la reforma de las pensiones a través del viceministro de Trabajo Claudio Durigon) redujo la edad de jubilación de los 67 a los 62 años (sujeta a 38 años de cotización), pero también renovó y consolidó el régimen denominado opción mujer, que permite a las mujeres jubilarse antes. También propuso ventajas para las pensiones de las mujeres en relación con el número de hijos, pero este punto no se aprobó como consecuencia de la corta duración de ese Ejecutivo. En ambos casos, se defendió explícitamente la reducción de la edad de jubilación femenina en referencia al importante papel que desempeñan las abuelas en las familias y, en particular, en el cuidado de los niños.



También hay interesantes paralelismos en la intersección de las políticas familiares y sociales. La nueva política estrella del PiS fue la llamada 500+: una generosa prestación por hijo, inicialmente condicionada a los recursos, de 500PLN (unos 120 euros) por cada hijo a partir del segundo. En 2019, se hizo universal y se extendió a los primeros. La popularidad de esta política, que redujo radicalmente el histórico problema social de la pobreza infantil, fue decisiva para la reelección del PiS en 2019, hasta el punto de que incluso los partidos de la oposición, que anteriormente habían criticado la medida por considerarla demasiado cara, dejaron de oponerse a ella.

Además, se elevó el ingreso en la enseñanza obligatoria de los seis a los siete años, ampliando así la duración de la responsabilidad familiar de los hijos para muchas familias. En Italia, la Lega introdujo políticas menos ambiciosas, pero que iban en la misma dirección. Aumentó las prestaciones por natalidad en un 20%, a la vez que se suprimía una prima de niñera que ayudaba a las mujeres a compaginar el trabajo con el cuidado de los hijos. También propuso nuevas prestaciones por hijos de 100 a 300 euros, pero que finalmente no fueron aprobadas por el partido de coalición.

Estas políticas familiares específicas iban claramente en la dirección de promover el papel de la mujer en la maternidad, incluso con el riesgo de obstaculizar su papel en el mercado laboral. En la práctica, la generosa política de 500+ no redujo el empleo femenino en Polonia, como se temía, ni aumentó la tasa de natalidad, como se había prometido. Sin embargo, el cambio de orientación de la política social con respecto a las mujeres se mantuvo, aunque en parte se compensó con otras políticas, como la inversión en guarderías preescolares en Polonia.

Estas políticas socioeconómicas están ideológicamente alineadas con otras políticas familiares y reproductivas. El gobierno del PiS restringió el derecho al aborto, fue abiertamente anti-LGBT y eliminó la mayor parte de la educación sexual de los programas escolares. La Lega, al estar en coalición con un partido culturalmente muy diferente, no tenía poder para tomar medidas similares, pero su ministro de Familia se mostró abiertamente en contra del aborto y de los derechos LGBT, e intentó modificar la ley de divorcio en un sentido favorable para los hombres.

La importancia de las políticas sociales, que supusieron el mayor gasto público de los últimos años tanto en Polonia como en Italia, demostró que los partidos populistas de derechas se tomaron las cuestiones socioeconómicas de forma estratégica una vez que llegaron al gobierno. Atendieron, de forma paternalista y tradicionalista, las demandas relativas a la protección social que surgieron después de años de privatizaciones, austeridad y precarización. En concreto, la Lega y el PiS se sirvieron de las políticas de pensiones y de ayudas a la infancia como instrumentos para ampliar masivamente su electorado objetivo más allá del tradicional de derechas y antimigración: en particular, la Lega (que antes sólo hacía campaña en el norte) se acercó al electorado más pobre del sur de Italia, mientras que el PiS movilizó a la población rural que antes no votaba. La Lega, en 2018, y el PiS, en 2015, hicieron enormes incursiones en estos grupos demográficos, caracterizados tanto por necesidades sociales más fuertes como por valores más tradicionales.

Con ellos, puede resonar la idea de que el natalismo y las redes de seguridad familiar resuelven a la vez los problemas demográficos, migratorios y de seguridad social, aunque no haya ningún indicio real de que tales políticas puedan detener el declive demográfico de sus países o responder a las aspiraciones y necesidades de las generaciones más jóvenes. 

Este tipo de activismo político es factible en países en los que están arraigados el tradicionalismo católico (distinto del oficial, más equilibrado políticamente) o valores conservadores similares. El populista Aleksandar Vučič siguió con entusiasmo esta orientación basándose en el tradicionalismo ortodoxo, mientras que en la Hungría más laica, Fidesz introdujo algunas políticas familiaristas y atacó culturalmente la ideología de género, pero sin ninguna novedosa política social.

En España y Portugal, Vox y Chega podrían intentar imitar los programas de Lega y PiS si se acercan al gobierno. En cambio, en el noroeste de Europa, donde la familia tradicional multigeneracional lleva más tiempo en declive y el catolicismo tradicional carece de las mismas características, los partidos de la derecha populista buscarán probablemente otras fuentes de inspiración, desde el nacionalismo y el autoritarismo hasta la ética laboral protestante. En todos los casos, sin embargo,
los partidos populistas de derechas están redefiniendo la agenda social, ante lo cual la izquierda debería prestar atención.
 
(Aquí, la versión original en inglés)
 
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