En 'Cómo funciona el fascismo', Jason Stanley argumenta que "los países no tienen que ser fascistas para sufrir con la política fascista". Recientemente, el filósofo estudioso del populismo hizo
sonar las alarmas sobre un posible golpe de Estado en Brasil. ¿Había fundamentos para tal alboroto? Si son
características del neofascismo la glorificación del pasado, la propaganda (incluidas las
fakes news), el anti-intelectualismo y la irrealidad, Jair Bolsonaro las cumple todas:
1) Extraña la dictadura militar y admira a los generales de esta época;
2) No suele hablar con los medios de comunicación tradicionales, sino que
se apoya en la
difusión de 'fake news';
3)
Ha atacado
a estudiantes y profesores llamándolos "idiotas útiles";
4)
Desde que fue electo, acusa al proceso electoral de fraudulento y a las urnas electrónicas de no confiables.
Este año, con las elecciones del 2 octubre acercándose y en un contexto de alta polarización, la amenaza que representa adquiere un tono más serio. Bolsonaro ha reforzado su discurso contra el proceso electoral acusando al Tribunal Superior Electoral (TSE) de fraudulento y amenazando con suspender los comicios si ocurre algo que considere "anormal".
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Desde la re-democratización, y principalmente en los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva, se trabajó para que las Fuerzas Armadas estuvieran bajo control del poder civil. Bolsonaro, sin embargo, es ex militar en la reserva y su vicepresidente un general, así como su ministro de Defensa. Cuando era diputado federal, en su discurso a favor del impeachment de la entonces presidenta Dilma Rousseff, honró la memoria del coronel Ustra, lo que sería el equivalente argentino a enaltecer a Videla. Así que no sorprende que en mayo de este año las Fuerzas Armadas hayan tomado el relevo en las acusaciones de fraude electoral.
Los militares y las elecciones de octubre
Del 11 al 13 de mayo se realizaron tests públicos con las urnas electrónicas. Las Fuerzas Armadas solicitaron al TSE
difundir las siete propuestas presentadas por sus representantes a la Comisión de Transparencia Electoral. Entre ellas, destacaba aquélla en la que señalaban el bajo nivel de confianza en las pruebas y reclamaban la re-adecuación del número de urnas. También recomendaron el incentivo a la participación de entidades fiscalizadoras y que se incentivara al Legislativo a realizar las actividades de auditoría de manera independiente en el proceso electoral.
El TSE dirigió al Ministerio de la Defensa la respuesta a los siete puntos. En relación a las dos cuestiones mencionadas, replicó que el funcionamiento de todas las urnas electrónicas era igual y que nunca se habían constatado irregularidades en las pruebas en años anteriores. Con respecto a la fiscalización del proceso, contestó que eso ya lo hacen la auditoría interna independiente del proprio órgano electoral, así como la externa del Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU).
El Tribunal Superior Electoral había invitado a la Unión Europea para que fuera observadora electoral, pero
el Gobierno de Bolsonaro
canceló la propuesta. El presidente del TSE, Edson Fachin, salió en defensa del proceso electoral brasileño y de las instituciones, que no admitirían más
"aventuras autoritarias”. En represalia a Bolsonaro,
ha invitado
a más de 100 observadores internacionales, algo inédito en el país.
Las polémicas declaraciones del presidente y altos funcionarios del Gobierno sobre la idoneidad de los comicios y el funcionamiento institucionaltambién han encontrado resistencia por parte del presidente del Senado, Rodrigo Pacheco (PSD-MG). Aunque contó con el apoyo de Bolsonaro para ser elegido para este puesto, ha manifestado reiteradamente
su malestar y preocupación por el discurso del Ejecutivo, y
ha afirmado que el Congreso Nacional
no permitirá ninguna acción contra la democracia.
¿Qué dicen los estudios sobre reversión democrática?
Los acontecimientos en Brasil y en otros países del mundo alertan a la comunidad científica sobre la estabilidad de las democracias. Hay una línea que afirma que la democracia liberal estaría perdiendo fuerza o apoyo
principalmente entre los más jóvenes. De hecho, la investigación respalda la hipótesis de que
los
millennials tienen
un 16 % más de probabilidades de desconfiar de la democracia que las generaciones anteriores, en todo el mundo. La desilusión democrática entre los nacidos entre 1981 y 1996 también se reproduce en Brasil. Los altos niveles de desigualdad social y violencia, el desempleo y la alta inflación, contribuyen a que esta generación tenga menos interés en los partidos políticos tradicionales y ponga sus esperanzas en un líder con características más
mesiánicas, que promete soluciones rápidas para los complejos problemas cotidianos.
También es posible que las democracias
tiendan a morir gracias a los cambios paulatinos en las instituciones políticas que llevan a cabo los líderes populistas. La campaña de descrédito del Gobierno federal brasileño hacia el TSE y a todo el proceso electoral (aunque los organismos internacionales avalan su
confiabilidad) es otro indicio de que la democracia debe despertar para evitar su fallecimiento.
No obstante, la Academia también ha encontrado evidencias que apuntarían a una baja probabilidad de reversión democrática en los países que disfrutan de un sistema liberal consolidado: el riesgo de que éstas viren hacia el autoritarismo disminuye notablemente tras dos décadas de existencia democrática. Lo único que podría favorecer unvuelco sería la combinación de factores como un bajo nivel de desarrollo económico, el tipo de sistema de gobierno y la historia autoritaria del país. La pregunta es si Brasil es una democracia consolidada.
Con un desarrollo económico estancado, un sistema de gobierno presidencial (que en sí mismo es, en cierta medida, personalista) y un pasado dictatorial, la respuesta para Brasil es negativa, al menos al nivel de los países de Europa occidental. Sin embargo, cuando miramos la coyuntura política del país, a pesar de los constantes ataques a sus instituciones, parece que la democracia continúa afrontando sus batallas con cierta resiliencia, gracias a que su aparato legal y sus actores (estatales y no estatales) están reduciendo incertidumbres e intentando garantizar su supervivencia.
Acciones como la preparación del TSE para las elecciones generales de octubre; el papel del Supremo Tribunal Federal (STF) a la hora de juzgar las acciones (contra parlamentarios y ciudadanos) que violan la democracia, y la posición firme de los miembros del Congreso Nacional muestran la fortaleza y el compromiso de los principales actores estatales para el pleno funcionamiento de las instituciones democráticas brasileñas.
Sin embargo, no hay que dejar de lado los estudios sobre la democracia en América Latina, que dejan claro que, además de elecciones libres, limpias y justas, y del respeto por los derechos y libertades civiles, el sistema
debe asegurarse de que el Ejército esté bajo control civil. En un contexto en el que las Fuerzas Armadas cuestionan el más elemental de los requisitos del régimen democrático (las elecciones), no es exagerado encender el semáforo en rojo. Muchos analistas dudaron del juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, así como, durante mucho tiempo, que Bolsonaro tuviera posibilidades reales de ser elegido. En un país donde todo puede ser, no se puede decir que un golpe de Estado sea probable, pero tampoco imposible.