Estimadas lectoras, estimados lectores,
China entró a la Organizacion Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Se esperaba que su incorporación generase cambios positivos a nivel global y que se
occidentalizara (el análisis de dicho significante queda para otra
newsletter)
. La Administración Trump desplegó una política de ataques cuasi directos a la OMC por considerar que no mostraba suficiente deferencia frente a las salvaguardas nacionales. Por su parte, China sacó provecho amparándose en su condición de país en desarrollo (por
aquí lo explicó
Marta Domínguez). El resultado: un declive paulatino de la institución incentivado por momentos álgidos de guerra comercial.
Con Joe Biden no ha habido cambios radicales: el objetivo explícito fue poco más que recuperar el estado de cosas durante el Gobierno de Obama; a la vista está que ni eso se ha conseguido. Pieza sobre pieza, el resultado es una escalada (véase el gráfico) en las tarifas a las exportaciones en el intercambio entre las dos mayores economías del mundo, que se estabilizó a raíz del acuerdo de enero de 2020.
Sí hubo –algo habrá que festejar– un cambio de tono. Aunque la Unión Europea recuperó al "aliado norteamericano",
los problemas del sistema multilateral de comercio siguieron ahí y no han hecho sino agravarse a golpe de coyuntura: primero la pandemia, luego la salida de EE.UU. de Afganistán, ahora la invasión rusa de Ucrania. Los impactos de la guerra más allá del territorio en conflicto son tantos y de tanto calado (con
la crisis alimentaria y la
energética en el foco) que implican un punto de no retorno en la consolidación de
políticas de 'doble circulación', orientadas a separar la economía nacional de la global protegiendo la primera mientras se extraen beneficios de la segunda. Se reduce así la interconexión global por una integración selectiva y controlada; y
en seleccionar y controlar en función de intereses particulares, los más fuertes llevan las de ganar. La Unión Europea tiene un rol clave que no es tal sin las dos potencias sentadas a la mesa.
La pugna entre China y Estados Unidos se ha manifestado en el ámbito de la
innovación y de los minerales tecnológicos, y se ha expresado en una sucesión de movimentos estratégicos, reactivación de viejas alianzas y creación de nuevas. El Indo-Pacífico lo ejemplifica con, entre otros, la asociación trilateral entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos en
el acuerdo denominado Aukus; o
la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el mayor acuerdo comercial del mundo. Con la guerra, la paralización de la exportación de gas neón desde Ucrania (40% de la producción mundial) incentivó a nuevos actores a movilizarse para ocupar espacios vacíos. También ahí puso China sus
fichas para convertirse en el mayor proveedor mundial de este gas. Las sanciones a Rusia han ido generando un espacio para el reacomodo y la búsqueda de nuevas oportunidades, como las que ofrece el
'yuan digital' para evitar el bloqueo financiero. Y casi todo apunta a seguir fortaleciendo la posición china. No es sólo una cuestión económica.
Nuestro primer artículo de hoy se ocupa de los retos que afronta la OMC. Seguimos con dos temas clave que son mucho más que efectos colaterales de la guerra: la violencia sexual contra las mujeres y las migraciones.
Una OMC con la legitimidad bajo mínimos
Señala
Marc Ibáñez que la Organización Mundial del Comercio afronta tres grandes crisis vinculadas a la soberanía nacional: las prácticas subversivas de algunos estados miembros y la falta de legitimidad la organización en el tratamiento de algunos temas. Lectura imperdible.
La violencia sexual contra las mujeres como arma de guerra en Ucrania
Les afecta a las mujeres de forma desproporcionada y, en contextos de guerra como el generado tras la invasión rusa de Ucrania, se evidencia que sus consecuencias desgarradoras no se limitan al territorio de guerra, sino que se extienden a los desplazamientos y el post-conflicto. El análisis de
Ana Belén Perianes Bermúdez.
Acostúmbrense a los muertos: migraciones en la frontera sur
Borja Monreal alerta sobre las correlaciones que, no por intuitivas, dejan de ser muy erradas. Por ejemplo, la relación entre crisis alimentaria y migraciones, o los efectos de un cambio de política entre dos países sobre un tercero. Para generar políticas adecuadas, primero hay que comprender. Pase y lea.
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Buena lectura,
Yanina Welp
Coordinadora editorial