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con la colaboración de
Luis Sevillano

Qué significa la encrucijada actual para la política exterior alemana

Lars Klingbeil

20 mins - 25 de Junio de 2022, 07:00

Hay momentos en los que queda inmediatamente claro que son históricos y que cambiarán el curso de la historia.
 
Cuando tenía 11 años, cayó el Muro de Berlín y terminó la Guerra Fría. Ése fue uno de esos momentos. La idea del comunismo había muerto y sólo había un camino hacia el futuro: la democracia liberal. El choque de ideologías parecía haberse resuelto. Nunca entendí la idea descabellada de suprimir la libertad tras los muros. Pero el hecho de que se hubiera hecho este intento me dejó una profunda impresión.

Cuando tenía 23 años y estaba en Nueva York para hacer unas prácticas, fui testigo directo de los atentados del 11 de Septiembre. Los atentados cambiaron mi visión del mundo en muchos aspectos. Me politizaron, moldearon mi relación con el Bundeswehr (Ejército) y reforzaron mi interés por la política de seguridad.

Y ahora (24 de febrero de 2022): el inicio de la guerra de agresión rusa contra Ucrania. Una cesura para el orden de paz europeo. Un momento decisivo (Zeitenwende).

Nos enfrentamos a una enorme tarea política. Lo viejo ha dejado de existir, pero lo nuevo aún no ha comenzado.

Sacar las conclusiones correctas
Hoy no tengo ni 11 ni 23 años. Tengo 44. Como presidente del partido del SPD, soy responsable.
 
En la mañana del 24 de febrero, era plenamente consciente de que este momento lo iba a cambiar todo, y de que la principal tarea que le corresponde a mi generación es sacar las conclusiones correctas de este momento decisivo.
 
Este momento decisivo nos exigirá mucho. Marca una cesura. La convulsión tiene implicaciones para la agenda política de los próximos 20 años.

El presidente ruso Vladimir Putin comenzó esta guerra. Es él el responsable de las brutales matanzas y del sufrimiento infligido a los ucranianos. Ha atacado la soberanía de un país europeo.
 
No se nos puede culpar de la guerra de Putin, pero debemos preguntarnos con autocrítica qué podíamos haber hecho de otra forma antes del 24 de febrero. Y, sobre todo, debemos preguntarnos qué podemos hacer mejor ahora de cara al futuro, y luego hacerlo.

La era post- Guerra Fría
¿De dónde venimos? Tras el asesinato masivo de judíos europeos y las dos guerras mundiales iniciadas por el Reich germano, los alemanes fuimos readmitidos en la familia internacional de estados. Fue milagroso que, primero la República Federal y después la Alemania unida volvieran a ser un socio apreciado de la comunidad internacional. Nuestra historia nos dicta que debemos actuar con moderación. Nuestra integración en Europa pasó a formar parte de nuestra nueva auto-comprensión.
 
El final de la Segunda Guerra Mundial dio paso a la aparición de un orden mundial bipolar. Éste tuvo un abrupto final en 1989. Le siguieron la reunificación alemana y la desintegración de la Unión Soviética. La dirección estaba clara: Occidente había ganado.
 
Parecía sólo cuestión de tiempo que el mundo entero estuviera formado exclusivamente por democracias liberales. Samuel Huntington escribió sobre olas de democratización. Francis Fukuyama proclamó el fin de la historia. Pero la historia no había llegado a su fin.
 
Occidente se sentía demasiado seguro de que ese fin era todo lo que le deparaba el futuro. Una guerra entre estados en Europa parecía inimaginable. Nuestro orden se basó durante décadas en la creencia en la inalterabilidad de las fronteras, en la soberanía de los estados, todo ello fundado en los tratados y el Derecho internacional.
 
Nos acomodamos en este mundo. Cuando sufría una sacudida aquí o allá, estábamos convencidos de que al final todo volvería a estabilizarse. Creíamos que, al final, nuestro modelo político se impondría, que prevalecería el orden internacional basado en normas.

Un orden mundial flexible
No reconocimos que las cosas habían empezado a tomar un rumbo diferente desde hacía tiempo. Debiéramos haber interpretado las señales de Rusia de otra manera; como muy tarde en 2014, con la anexión de Crimea, en calara violación del Derecho internacional. Rusia se volvió cada vez más autoritaria y ahora es una dictadura. China también tiene una visión completamente diferente a la nuestra. Y muchos países del sur global se han visto decepcionados por las promesas de las democracias liberales.    

Creo que, en el futuro, el mundo ya no estará organizado en diferentes polos, sino por centros que ejercerán el poder de diferentes maneras. La lealtad, la presión y la opresión ya no son decisivas para la alineación, sino las convicciones y los intereses. Estos centros de poder son atractivos, crean vínculos, dependencias y cooperación. Son dinámicos, y unirse a ellos redunda en el propio interés. Así, el poder se ejerce hoy de forma distinta.
 
Este orden mundial tiene grandes ventajas para los estados que todavía no constituyen un centro fuerte pero que tienen un gran potencial económico y político, porque ya no tienen que alinearse con un bloque. Pueden elegir en qué asuntos quieren cooperar y con quién. El orden mundial es cada vez más flexible y dinámico. Las negociaciones entre estados son cada vez más importantes, pero también lo son las relaciones de confianza y resistencia.
 
Las alternativas al modelo occidental de desarrollo han proliferado. Durante muchos años, Rusia y China han estado cortejando a estados democráticos como Sudáfrica, India y Brasil, dándoles voz a nivel internacional a través, por ejemplo, de la iniciativa Brics. Han atendido los intereses de estos países y tratado a sus gobiernos con respeto. Eso ha generado confianza.

Actualmente, vemos los efectos de esto cuando muchos estados están rechazando nuestra política de sanciones contra Rusia. Las votaciones en la Asamblea General de las Naciones Unidas muestran que la mitad de la población mundial no apoya nuestra política. Esto debe hacernos reflexionar. Aunque no debiera afectar al fondo y la firmeza de nuestras decisiones, sí debería influir en nuestras actuaciones en otras regiones del mundo.

Estructuras inclusivas
Si el nuevo orden mundial se organiza en torno a los centros, podemos deducir lo que hay que hacer. Debemos dedicarnos a cultivar el poder vinculante, a forjar nuevas alianzas políticas, a celebrar acuerdos de asociación y a ofrecer estructuras abiertas, como el club internacional del clima propuesto por el canciller alemán Olaf Scholz. Necesitamos estructuras que sean inclusivas y no excluyentes, que tengan un valor añadido para todas las partes.
 
Debemos construir y ampliar estas asociaciones estratégicas. Más concretamente, esto ha de ocurrir ya en los próximos meses, cuando se trate de afrontar la escasez de alimentos. Habrá hambrunas en África, América Latina y muchos países de Asia; también como consecuencia de la guerra del Putin. Ahora debemos trabajar juntos para contrarrestarlo.
 
Necesitamos nuevas alianzas estratégicas basadas en los intereses económicos y la orientación política.
 
Debemos comprometernos más intensamente con los países del sur global y hacerles ofertas de cooperación. A ellos no les afectan menos que a nosotros los problemas mundiales no resueltos. Al hacerlo, debemos buscar nuevas asociaciones; por ejemplo, en los ámbitos de la salud, la tecnología, los combustibles alternativos como el hidrógeno y el cambio climático.
 
No más 'cambio a través del comercio'
Nuestra ambición en Europa debe ser convertirnos en el primer continente climáticamente neutro del mundo, crear innovaciones y normas para lograrlo y garantizar que la transformación sea socialmente justa. Queremos demostrar que la protección del clima y la prosperidad pueden ir de la mano. Si lo conseguimos, otros países seguirán nuestro ejemplo y recorrerán el mismo camino.
 
Al hacerlo, también tendremos que lidiar con países que no comparten nuestros valores o incluso rechazan nuestro orden social. Sin embargo, tenemos que trabajar con ellos. Se trata de sopesar siempre hasta dónde debe llegar nuestra cooperación y en qué punto puede ésta violar nuestros principios y valores. Nuestra brújula interior debe ser inquebrantable. Debemos hacer frente a la injusticia; no debemos renunciar al cambio; no puede haber cooperación sin adoptar una posición. El cambio mediante el acercamiento (Wandel durch Annäherung) nunca debe reducirse al cambio mediante el comercio (Wandel durch Handel).
 
No debemos volver a ser tan dependientes como lo fuimos de Rusia en lo que respecta a nuestra política energética. Europa debe desarrollar su autonomía estratégica. Los bienes críticos e infraestructuras críticos deben producirse y apoyarse aquí, en Europa. Con respecto a China, esto significa, por ejemplo, reducir las dependencias en los ámbitos de la medicina y la tecnología. No significa que debamos dejar de comerciar con países como China, como algunos proponen, sino que debemos adoptar líneas de acción estratégicamente inteligentes y resistentes.
 
Ahora nos enfrentamos a varios años de ambigüedad e incertidumbre respecto al futuro orden mundial. Estarán marcados por la competencia por las relaciones, las dependencias, los vínculos, las colaboraciones y la influencia. Debemos prepararnos para esta competencia.

Estoy convencido de que ningún Estado puede hacer frente en solitario los retos del mundo globalizado. Por lo tanto, necesitamos, como se ha descrito, centros fuertes que trabajen en una única dirección. La Unión Europea es uno de ellos, pero ahora debe desarrollar también su importancia geopolítica. En este sentido, sigue siendo enormemente importante que nosotros, como Occidente, nos mantengamos unidos: una Europa fuerte en el centro, pero en estrecha alianza con Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Japón y otros.

El papel de Alemania
Alemania debe aspirar a ser una potencia líder (Führungsmacht). Tras casi 80 años de contención, tiene ahora un nuevo papel en el sistema internacional. En las últimas décadas, ha adquirido un alto nivel de confianza. Pero con esta confianza vienen las expectativas. Lo acabamos de ver en los debates de las últimas semanas. Alemania es, cada vez más, el centro de atención. Debemos cumplir estas expectativas.

El liderazgo no significa adoptar una postura agresiva y machista. Esperemos que las culturas de liderazgo inteligentes se impongan en la política internacional, al igual que en la política nacional. Por cierto, esto también incluye la idea de una política exterior feminista. El liderazgo significa ser consciente de su papel: no eludir los retos ni la confrontación, llevar a los demás contigo; no ser nunca arrogante, sino actuar con reflexión, convicción y coherencia. Un estilo de liderazgo colaborativo es lo inteligente. También debe ser respetuoso, incluso en caso de desacuerdo.
 
Debe quedar siempre clara nuestra motivación. Llevamos a cabo la política exterior para que la gente pueda vivir con seguridad, paz y prosperidad. El presidente estadounidense Joe Biden habla de una "política exterior para la clase media". Creo que es exactamente el enfoque correcto. El compromiso de la política exterior nunca es un fin en sí mismo; siempre tiene un impacto en nuestras condiciones sociales concretas.
 
Actualmente, somos testigos del enorme coste de un orden internacional inestable, de la guerra y de la interrupción de las cadenas de suministro para la vida aquí, en casa. Al final, los conflictos internacionales también tienen un enorme potencial explosivo para nuestra democracia y la cohesión de nuestra sociedad. Precisamente por eso es tan importante el compromiso de la política exterior. Las circunstancias internas y externas están cada vez más interconectadas.
 
Decisiones difíciles
Sí, este nuevo papel de potencia líder requerirá que Alemania tome decisiones financieras y políticas difíciles. Tenemos que cambiar las estructuras y renegociar los presupuestos. necesitamos un debate completamente diferente sobre la política de seguridad en el país.
 
El canciller Olaf Scholz y el Gobierno alemán han tenido que replantearse y cambiar algunos principios básicos de la política exterior en las últimas semanas. Nos solidarizamos con Ucrania. Estamos suministrando armas, incluida la artillería pesada; imponiendo duras sanciones cuyos efectos Rusia sentirá durante décadas, y estamos ejerciendo una fuerte presión política junto con nuestros socios de Estados Unidos y Europa. Es correcto que tomemos estas medidas. Éste es el nuevo papel de Alemania.

Un nuevo enfoque hacia los vecinos del Este
En los últimos años, hemos seguido en política de seguridad el enfoque dominante de descuidar la defensa nacional y las alianzas. Hace poco recibí la visita de mis colegas socialdemócratas de Lituania. Me hablaron de su temor a que Putin atacara también su país. Mi primer reflejo fue decir: "Tonterías, Putin no hará eso". Pero luego me di cuenta de que precisamente ese pensamiento era un error.

A mediados de febrero, más de 2.000 expertos se reunieron en la Conferencia de Seguridad de Múnich. Sólo un puñado de ellos pensaba que Putin atacaría Ucrania. Unos días después, lanzó su ataque. Por tanto, tenemos que pensar en escenarios y prepararnos. Cuando oímos a los Estados bálticos o a Polonia decir que temen ser los próximos objetivos de Rusia, debemos tomarlo en serio.
 
El canciller Scholz ha dejado claro en repetidas ocasiones que defenderemos cada centímetro del territorio de la Otan. Acojo con satisfacción su decisión de ubicar más tropas alemanas en el flanco oriental de la Alianza y reforzar la protección de nuestros socios de Europa oriental. Para ello se necesita urgentemente un mejor equipamiento de la Bundeswehr.
 
Potenciar las Fuerzas Armadas
Tenemos que desarrollar una forma diferente de tratar el Bundeswehr. Es bueno que hayamos lanzado el fondo especial de 100.000 millones de euros. Nos permitirá colmar las lagunas de capacidad y volver a situar la defensa nacional y de la Otan en el centro de atención. Al hacerlo, también subrayamos nuestra promesa de protección a nuestros propios ciudadanos y a nuestros socios de la Alianza.

Nuestras Fuerzas Armadas fueron reduciendo progresivamente su tamaño, se cerraron bases y se suprimió el servicio militar obligatorio. La Bundeswehr quedó cada vez más relegada a un segundo plano en los debates públicos. A menudo sólo recibía atención cuando se producían escándalos. Casi se tiene la impresión de que algunos creían que cuanto menos Bundeswehr hubiera, menos probable sería una guerra. Pero es justo al contrario.
 
Hace tiempo que experimento esta contradicción de cerca: soy hijo de un soldado, mi ciudad natal es Munster, también sede de la mayor guarnición del Ejército, sé lo que significa perder a un conocido en la misión de Afganistán y he sido miembro de la Comisión de Defensa del Bundestag durante 12 años. Defender a la Bundeswehr en la sociedad suele ser visto de forma crítica.
 
Como sociedad, espero que desarrollemos una nueva normalidad con las Fuerzas Armadas. Que se convierta en una cuestión rutinaria mostrar respeto y reconocimiento a quienes prestan su servicio por nuestro país y están dispuestos a hacer el último sacrificio si el Parlamento decide emplear la Bundeswehr. Me gustaría que la incluyéramos en nuestras conversaciones sobre la paz y la seguridad. Hablar de la guerra no conduce a la guerra; cerrar los ojos a la realidad, sí.
 
Para mí, la política de paz significa también considerar la fuerza militar como un medio legítimo de la política. Por cierto, esto también está previsto en la Carta de las Naciones Unidas. Siempre es el último recurso, pero también debe quedar claro que es un medio. Lo estamos viendo ahora en Ucrania.
 
Extendiendo una mano 'fuerte'
Estas declaraciones pueden sonar alarmantes: la presidenta del SPD habla de Alemania como potencia líder, de la Bundeswehr y de la fuerza militar. Pero mi argumento es que debemos ser realistas. Los cancilleres Willy Brandt y Helmut Schmidt ya sabían que la fuerza y la capacidad militar son también uno de los fundamentos de una poderosa política de paz. En aquella época, el presupuesto de defensa representaba más del 3% de nuestro PIB.
 
La mano que tendemos debe ser fuerte. Brandt y Schmidt comprendieron que sólo se puede defender la paz y los derechos humanos desde una posición de fuerza. No debemos llevar a cabo los debates de forma truncada.
 
Estoy orgulloso de la Ostpolitik de Willy Brandt. Le valió el Premio Nobel de la Paz. Esa política fue la base de la reunificación, la superación de las contradicciones sistémicas y la democratización de muchos estados del antiguo bloque oriental.
 
Cuando digo que el momento decisivo requiere que nos despidamos de las certezas, esto no significa tirar por la borda todo lo que estaba bien. La diplomacia, los acuerdos, las iniciativas internacionales de desarme, el Derecho internacional, la política de desarrollo, el multilateralismo y una política financiera internacional justa son y seguirán siendo los medios más eficaces para la resolución de conflictos y, sobre todo, para su prevención. Forman parte de una política de seguridad global y debemos reforzarlos. Esto sigue siendo una cuestión de rutina para los socialdemócratas. Para mí, el proyecto más importante de una política exterior y de seguridad socialdemócrata es Europa.
 
Ampliación y reformas de la UE
Como potencia líder, Alemania debe promover una Europa soberana. Alemania sólo puede ser fuerte si Europa lo es. El canciller ha estado en los Balcanes en las últimas semanas y ha prometido a Macedonia del Norte y Albania iniciar pronto las negociaciones de adhesión a la UE. También lanzó un importante mensaje durante su viaje a Kiev en compañía de otros jefes de gobierno: Ucrania pertenece a Europa. Está luchando por los valores europeos. Con Ucrania, Europa es más fuerte. Moldavia también necesita el estatus de candidato.
 
Europa debe adquirir un mayor peso como actor geopolítico. Tras el final de la Guerra Fría, la UE ya demostró que es capaz de actuar geopolítica y estratégicamente. El objetivo político era permitir que los países del antiguo bloque del este se incorporaran rápidamente a la Unión.
 
Quiero que la UE impulse las próximas negociaciones de adhesión con presión política también ahora. Eso no significa ningún descuento o vía rápida para los países candidatos. Los criterios de Copenhague siguen siendo de aplicación. No dejaremos que los procesos de adhesión se empantanen en la burocracia de Bruselas, sino que los impulsaremos activamente como proyecto geopolítico.
 
Cuando hablamos de ampliación, sin duda tenemos que hablar también de reformas internas. Sólo así la UE será capaz de admitir nuevos miembros.
 
Incluso con más miembros, la UE debe ser capaz de actuar con rapidez. Por lo tanto, debemos suprimir el principio de unanimidad, tanto en política exterior como en política financiera y fiscal. Esto haría a la UE más ágil, le permitiría actuar más rápidamente y la haría también más democrática.
 
No habrá concesiones sobre el Estado de derecho y la democracia. Por tanto, necesitamos un nuevo mecanismo para defender eficazmente los criterios de Copenhague incluso después de que un país haya sido admitido.
 
Politizar el futuro de Europa
Estoy firmemente convencido de que ahora es el momento adecuado para impulsar, por fin, una política europea de defensa y seguridad. Hoy, 27 países que mantienen sus propios sistemas de adquisición, tienen sus propios contratistas de defensa y negocian individualmente con ellos: es imposible explicar por qué no estamos agrupando finalmente estos recursos a nivel europeo.

Deberíamos ponernos por fin manos a la obra. Al final, el objetivo debe ser que unamos eficazmente los recursos y construyamos un fuerte pilar europeo en la Otan. Los estados europeos de la Alianza deben ser capaces en el futuro de defender conjuntamente el territorio europeo. No se trata de una política en contra de la Otan, sino que la fortalece.
 
Además de la política exterior y de seguridad, se trata también de fortalecer a Europa internamente, de invertir en la cohesión social. En toda Europa, la gente está luchando contra el aumento de los precios. La guerra también está poniendo en peligro la paz social en nuestro país. Todo ello forma parte de la estrategia de Putin. Está librando una guerra contra las democracias europeas; quiere subvertirlas y dividirnos.
 
Tenemos que mantener unidas nuestras sociedades en esta crisis. Con el fondo de reconstrucción y el programa Sure, un escudo protector europeo contra el desempleo, lo hemos demostrado en los últimos tiempos. Han proporcionado seguridad en toda Europa. Ahora la tarea es asegurar que este progreso esté firmemente anclado. Esto incluye permitir flexibilidad en una reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para invertir en cuestiones relacionadas con el futuro, como la transformación ecológica y digital.
 
Creo en el poder único de Europa; en el poder de las convicciones socialdemócratas para una vida en libertad, seguridad y solidaridad; y en el poder creativo de nuestra democracia, el poder de la política para crecer a través de las crisis y dar forma a un futuro mejor.
 
(Este artículo es la traducción de un discurso del autor sobre política exterior pronunciado, el 21 de juicio de 2022, en la 'Conferencia de Tiergarten' de la Fundación Friedrich Ebert y adaptado, en inglés, por 'Internationale Politik'. La versión original en alemán puede encontrarse aquí)
 

 

 
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