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Marcelo Hernández (Getty)

Estallido social y fetichismo político

Marcelo Mella Polanco

5 mins - 29 de Junio de 2022, 12:25

Con demasiada frecuencia, algunos analistas ven la protesta social (incluidas sus manifestaciones más violentas) como epifanía y póliza de cambios políticos futuros. Si el estallido social de octubre de 2019 ocurrido en Chile fuese una coyuntura crítica reconocible por sus efectos y consecuencias lineales, el análisis sería tanto más sencillo. Sin embargo, la historia ha sido más compleja.

El proceso chileno resulta más incierto en su trayectoria, porque a tres años del 18-O no es posible determinar cuánta innovación o adaptación generará la crisis de 2019. ¿Cómo se reestructurará el espacio de competencia política entre actores declinantes y emergentes? ¿Es efectivo que la crisis de entonces dejó atrás los últimos 30 años? ¿La coalición minoritaria de Gabriel Boric permite que su Gobierno materialice la agenda de transformaciones comprometida en el programa presidencial? ¿El proceso constituyente iniciado el 15 de noviembre de 2019 conseguirá institucionalizar el conflicto y el malestar? Nada de esto se encuentra resuelto y no es evidente el legado transformador de la crisis de 2019.  

Por el contrario, los últimos meses en Chile han revelado una incongruencia entre el impulso de cambio generado por el estallido social, el fuerte desgaste inicial del presidente Boric y el clima de opinión crispado frente a la Convención Constitucional. Esta bipolaridad del proceso se expresa como contradicción entre inputs y outputs del estallido del 18-O. ¿Cuánto han impactado los errores comunicacionales repetidos de un Gobierno integrado por personas sin experiencia en la administración del Estado para que se debilite el impulso por el cambio de octubre de 2019?
 
Gráfico 1.- Aprobación presidencial: "Independientemente de su posición política, ¿Ud. aprueba o desaprueba la forma en que Gabriel Boric está conduciendo su gobierno? (en %)
Fuente: Encuesta semanal Cadem.
 

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Desde el 18 de marzo hasta el 24 de junio, la desaprobación del presidente aumentó 39 puntos (del 20% al 59%) y la aprobación descendió 16 (del 50% al 34%). Por su parte, en el mismo periodo, el respaldo al voto de aprobación en el plebiscito de salida del proceso constituyente, programado para el 4 de septiembre próximo, cayó desde un 56% a un 33%, llegando a 18 puntos la diferencia a favor del rechazo. Los datos muestran que existe interacción entre la aprobación presidencial a Gabriel Boric y el respaldo al apruebo para el plebiscito de salida, de modo tal que cuando disminuye el apoyo al Gobierno también cae el respaldo al borrador de nueva Constitución.
 
Si el estallido social consistió en una ruptura con el proceso político anterior, debe ser entendido como una coyuntura originada desde un ciclo que se agotó. Se trata de un resultado y no de una causa. Por ello, el estallido social es un momento opaco e incierto en sus resultados. En cambio, una "coyuntura crítica" (Lipset y Rokkan 1967; Collier y Collier, 1991) será reconocible por sus consecuencias y resultados; por ejemplo, la reestructuración del espacio de competencia política, los cambios en el comportamiento de actores o la institucionalización del conflicto.
 
El 18-O constituyó un acontecimiento políticamente descentralizado, de alta complejidad estratégica y generado por impulsos deconstructivos destinados a erosionar las bases de legitimación del poder institucional, más que a promover o consolidar estructuras de reemplazo. En su mayor parte, Apruebo Dignidad está integrado por organizaciones que comparten, como cemento normativo común, una robusta cultura anti-oligárquica. Por ello, el Gobierno de Boric surgido de la crisis, y acompañado por una coalición minoritaria, aparece enfrentado a un destino incierto que multiplica los costes políticos en la negociación con los partidos tradicionales para el cumplimiento de su programa y de su agenda de reformas. 


 
Sin embargo, es la evaluación de costes económicos para los cambios políticos la consideración más relevante para mantener el impulso transformador generado por el estallido social de 2019, en una sociedad determinada por importantes restricciones derivadas de la crisis económica internacional. ¿Cómo afectará el estancamiento de la economía chilena al interés por el proceso constituyente? ¿Cuál será el aumento de la carga tributaria para financiar el programa del presidente Boric y la creación de la nueva institucionalidad en el caso de aprobarse la nueva Constitución? 

Desde esta perspectiva, el concepto de estallido social (elaborado para comprender un tipo de crisis política de alta complejidad, con autonomía de actores estratégicos e incierta en sus resultados) representa una categoría propensa a ser utilizada simultáneamente como instrumento analítico y como recurso de poder al servicio de propósitos estratégicos particulares. El riesgo en este último caso es que la noción de estallido social, convertida en fetiche, constituya una obsesión esclavizante que limite la madurez estratégica de las organizaciones que integran el Gobierno de Apruebo Dignidad.
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