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Sebastián Borsero (AFP)

Argentina y la 'trama de espionaje' iraní

Gonzalo Fiore Viani

6 de Julio de 2022, 14:00

En la tan convulsionada política argentina algunas noticias pasan de largo y no tienen el suficiente tiempo de atención en el spotlight. Un ejemplo de esto fue lo sucedido con el Boeing 747 que aterrizó en el aeropuerto internacional de Ezeiza el 6 de junio pasado tras quedar varado por falta de combustible. A los dos días la aeronave tenia programado ir a Montevideo, pero el Estado uruguayo no le permitió acceder a su espacio aéreo, por lo que debió regresar a la Argentina, donde fue retenido por las autoridades del país ese mismo día.

Se trata de un avión que cuenta con cinco tripulantes iraníes y 14 venezolanos. Mientras el avión es investigado por algunas irregularidades, las personas que viajaban a bordo se encuentran hospedadas en un hotel de Buenos Aires, a la espera que se decida su situación. El avión supuestamente transportaba autopartes de Volkswagen, pero la empresa afirmó no tener ningún tipo de conexión con la aerolínea.

 
La primera discusión fue a quién pertenecía la aeronave. Lo cierto es que la compañía aérea Emtrasur registró el avión como parte de su flota en enero pasado. Esta aerolínea tiene su sede en Caracas. Lo curioso es que el vehículo pertenecía a la compañía iraní Mahan Airlines, para la cual operó durante 15 años. Ambas compañías están sancionadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos. De acuerdo con información de inteligencia estadounidense, Mahan Airlines mantiene vínculos con las fuerzas Quds, es decir, una poderosa facción del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán. En mayo del 2020, el Gobierno estadounidense afirmó que Mahan trasladaba personal iraní, equipos técnicos y otros materiales hacia Venezuela.

Más allá de esta cuestión, lo que mas levantó sospechas en Argentina fue la presencia de cinco iraníes. Incluso, y según afirmó Aníbal Fernández, el ministro de Seguridad del Gobierno presidido por Alberto Fernández, uno de los tripulantes iraníes, Gholamreza Ghasemi, sería miembro de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.
 

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La situación despierta viejos fantasmas en Argentina. Por un lado, la problemática del terrorismo que, a pesar de todo lo que está sucediendo en el mundo de hoy, no ha dejado de ser uno de los principales escollos que afrontan los países centrales. Esto no es ajeno al país sudamericano,
que sufrió en 1994 uno de los atentados más sangrientos del terrorismo internacional, la bomba a la Amia, la mutual judía, precedido por el atentado a la Embajada de Israel, sin que se sepa a día de hoy quiénes fueron sus autores materiales e intelectuales. Hasta la fecha, sólo ha habido condenados por encubrimiento en ambos atentados.

Al mismo tiempo, todo lo que concierne a los servicios de Inteligencia en Argentina es un asunto particularmente sensible; hasta el punto de que, cuando asumió Fernández (hoy con un Gobierno en jaque por las internas y los problemas económicos) fue un tema central en sus discursos y su accionar, con una Agencia Federal de Inteligencia (AFI) que permanece intervenida por el Gobierno, en una tarea que parece no tener puntos oscuros, mas allá de las criticas puntuales de la oposición.
 
Según las denuncias de diputados de la oposición, el avión venia de hacer escala en Ciudad del Este, donde había 29 pasajeros pero 10 se quedaron allí. Entre ellos, según el diputado de Juntos por el Cambio (JxC), Gerardo Milman, había uno con el mismo apellido que el ministro de Interior iraní, Ahmad Vahido, actualmente investigado por la Justicia argentina como autor intelectual del atentado a la Amia. Lo cierto es que, con una oposición tan proclive al show mediático en la siempre televisada y espectacularizada política argentina, es poco claro qué puede haber de realidad y de relato en esto. De acuerdo con el ministro de Seguridad, ninguno de los tripulantes tenia alertas rojas de Interpol ni orden de captura. No obstante, se les retiraron los pasaportes y se les concedieron permisos para poder estar en Argentina hasta que se resuelva su situación, además de que una fiscal federal pidió que se investigue a los cinco iraníes por presuntos vínculos con el terrorismo.


 
Aunque existe un vínculo que viene de lejos entre Venezuela e Irán, especialmente desde la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) en los años 70 del pasado siglo, las relaciones de Irán con algunos países latinoamericanos, especialmente con Cuba y Venezuela, fue engrasada desde la Presidencia de Mahmud Ahmadinejad, que entre 2005 y 2013 viajó nueve veces a la región. Siempre con escala en Venezuela, estuvo dos veces en Bolivia y visitó también Brasil, Cuba, Ecuador y Nicaragua. Por supuesto, nunca Argentina, ya que tpesa sobre él una reclamación pendiente respecto de lo sucedido con los atentados sufridos en la década de los 90. En la trama también participa el presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, con estrechos vínculos con el ex mandatario argentino Mauricio Macri. Ando afirmó que el copiloto del avión retenido es Mohammad Khosraviragh, quien se habría sometido en Cuba a una cirugía plástica para cambiar su rostro. Supuestamente, se trataría de nada mas y nada menos que un alto miembro de las Fuerzas Quds, a cargo de las fuerzas especiales externas, que operan en Cuba y en Venezuela. Ademas, habría sido un hombre de extrema confianza del general Qassem Soleimani, asesinado por Estados Unidos a comienzos de 2020.
 
Lo cierto es que no está claro qué hacía el avión en Argentina, cuál era su destino final, si fue un malentendido o si, efectivamente, hay algo más detrás. Lo que parece una mala novela de espionaje puede ser nada más que eso. Por lo pronto, no se puede más que especular y atar cabos entre los actores participantes. Es verdad que existe un fuerte vínculo entre Teherán-Caracas y La Habana, mas por necesidad que por alianzas ideológicas concretas. Argentina no participa de ninguna manera de ese eje, más allá de sus buenas relaciones con el Gobierno cubano y, en menor medida, con el venezolano. La Casa Rosada se encuentra fuertemente condicionada debido a la deuda externa y su vínculo con Estados Unidos está en uno de sus momentos más reforzados. A ello obedecen, por ejemplo, las reuniones de Cristina Fernández, la vicepresidenta, con la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, a finales del abril pasado, o los dos encuentros que mantuvo con el embajador de la Casa Blanca en el país, Marc Stanley. En este contexto, el Gobierno argentino no tendría absolutamente nada que ganar con una eventual relación con Irán. Por ahora, sin embargo, hay muchas más dudas que certezas respecto de lo sucedido. Podría cerrar este articulo diciendo que tenemos que esperar hasta que la investigación esclarezca el escenario, pero, dada la historia, esto nunca suele ser realmente así.
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