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Cristóbal Castro

El tope al gas y el futuro del sistema marginalista

Pedro Fresco

11 mins - 7 de Julio de 2022, 07:00

El pasado 15 de junio se puso en marcha la excepción ibérica, que permite a España y Portugal contener el alza de precios de sus mercados eléctricos mediante la aplicación de un tope al precio del gas que los ciclos combinados internalizan en sus ofertas y que, directa o indirectamente, marca el precio final del mercado eléctrico. Durante los próximos seis meses este precio del gas será de 40 €/MWh, lo que nos debería ofrecer un mercado sobre los 150 €/MWh, para aumentar progresivamente durante los seis meses siguientes. 

El mecanismo no es intuitivo ni fácil de explicar, pero simplificando un poco se puede entender bien. A diferencia de lo que pasaba hasta ahora, cuando el coste de los ciclos de gas marcaba el ingreso de todas las tecnologías generadoras, el tope de 40 €/MWh produce un precio de mercado alrededor de esos 150 €/MWh antes comentados, que será lo que ingresen todas las tecnologías inframarginales (renovables, hidráulica y nuclear, fundamentalmente). La generación térmica, en cambio, no puede ingresar eso porque sería llevarla probablemente a pérdidas, así que a ésta sí se le paga como si hubiese ofertado sin este tope, en función del coste del gas en el mercado spot. Ese ingreso extra al del mercado es lo que se llama el 'mecanismo de compensación', que permite a los generadores térmicos cubrir sus costes sin que esto influya en el precio de todo el mercado.

Hagamos un número sencillo. Imaginemos que la oferta libre de un ciclo combinado fuese 300 €/MWh. En un mercado marginalista normal todas las energías ingresarían eso y el mercado acabaría en 300 €/MWh. Sin embargo, con el tope al gas el mercado quedará en esos 150 €/MWh comentados anteriormente. Además, la generación térmica cobrará otros 150 €/MWh mediante el mecanismo de compensación debido a lo que ha dejado de ingresar, pero esa cantidad sólo la cobran los generadores térmicos, no el resto. Imaginemos también que la generación térmica fuese, por ejemplo, el 25% del mix. En ese supuesto, el coste final sería un 25% de la energía a 300 €/MWh y un 75% a 150 €/MWh, obteniendo un ingreso medio para los generadores de 187,5 €/MWh.
 

El mecanismo parece excelente para reducir el precio que pagan los consumidores. Sin embargo, hay una cuestión esencial que es la que complejiza el mecanismo: ¿quién paga esa compensación de gas, si los ingresos de los generadores son sólo 150 €/MWh? Los gobiernos de España y Portugal pactaron que lo hiciesen los consumidores. El problema es que no todos se ven beneficiados por este tope al gas, ya que aquéllos que tienen contratos fijos previos a su aprobación no ven rebajado su precio a pesar del nuevo mecanismo. Para que esto no fuese un agravio para los consumidores que no obtienen beneficios se decidió que sólo lo pagasen aquellos que sí se veían directamente beneficiados, que en el momento presente son esencialmente los que tienen contratos indexados a mercado y, conforme pasen los meses, también lo serán todos aquellos que renueven sus precios fijos desde la aprobación del mecanismo. Esto es lógico porque el tope al gas ha hecho bajar el mercado de futuros, que sirve de referencia para los precios fijos que ofertan las comercializadoras, así que las renovaciones de precio también se ven beneficiadas.

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Este hecho de que sólo paguen aquellos consumidores beneficiados es lo que ha dado lugar a todo tipo de cálculos e incluso manipulaciones. Volviendo al ejemplo anterior, el precio medio final del sistema de 187,5 €/MWh está compuesto de 150 €/MWh de mercado y 37,5 €/MWh de compensación. Pero esa compensación de 37,5 €/MWh sería ésa solo si la pagasen todos los consumidores; si la paga la tercera parte, entonces esos 37,5 €/MWh se deben multiplicar por tres y cada consumidor beneficiado pagaría 112,5 €/MWh. Por tanto, para estos consumidores, el precio final sería de 150 + 112,5= 262,5 €/MWh. Mucho más que los 150 €/MWh del mercado, pero menos que los 300 €/MWh que hubiesen pagado sin el mecanismo. 


Después de esta sencilla explicación, permítanme que introduzca un nuevo factor de complejidad: al igual que el precio del mercado es distinto cada hora, el coste de compensación también lo es; y varía bastante. Si han interiorizado más o menos el mecanismo ya se habrán dado cuenta de que, cuanta menos generación térmica haya durante una hora, más bajo será el coste de compensación (es lógico: hay menos centrales a las que compensar). Dicho de otro modo: a más renovables, menos compensación y precios más baratos. Y eso ha llevado a un fenómeno curioso: como estamos en verano y ahora la máxima aportación renovable se produce en las horas de sol, nos estamos encontrando con que el coste de compensación es mucho más bajo de día que de noche. Ahora las lavadoras ya no deben ponerse a las 3 de la mañana para ahorrar, es mejor ponerlas a las 3 de la tarde

Conforme vayan pasando los meses y más consumidores se beneficien del mecanismo por renovación de sus precios fijos, más consumidores pagarán el coste de compensación y a menos saldrá éste por consumidor. También es previsible que, en invierno y primavera, cuando la generación eólica e hidráulica es mayor y suele haber más aporte renovable, la cantidad de ciclos a compensar sea menor y, por tanto, más bajo el coste de la compensación. Realmente el verano, sobre todo durante olas de calor, parece el peor momento para este mecanismo y éste fue uno de los problemas de los primeros días de funcionamiento: comenzó a andar en medio de una enorme ola de calor con poca producción eólica.

Algunos se atrevieron a decir, el primer día, que el mecanismo no funcionaba. 
Pero no era cierto, lo hizo incluso el primer día. En medio de las peores condiciones para el mecanismo se generó un ahorro de unos 13 €/MWh, más o menos como el día siguiente. A partir de ahí, los ahorros fueron a más por la mitigación de la ola de calor y por otro factor clave para entender la principal virtud del mecanismo: el gas comenzó a escalar de precio, y cuanto más alto esté el gas más ahorro teórico genera el mecanismo, ya que evita la internalización de los costes del gas en el resto de tecnologías. Desde entonces el ahorro habitual que genera el mecanismo supera ampliamente los 50 €/MWh. Según el propio Ministerio para la Transición Ecológica, el ahorro medio de la segunda quincena de junio fue de 40 €/MWh. Insisto, y creo que es importante repetirlo, el tope al gas SÍ funciona

Sin embargo, aquí radica una de las paradojas del mecanismo: a pesar del tope el precio final para el consumidor, fue mayor que los días anteriores. La fuerte subida del gas provocó que la parte que pagamos para compensarlo ocultase el ahorro producido por el mecanismo. En este contexto, para algunos les fue fácil convencerse de que el sistema no servía o incluso era contraproducente porque la electricidad no estaba bajando. Y por mucho que sea fácil calcular que sin el mecanismo la subida hubiese sido muchísimo mayor, es difícil de trasladar esta idea a la opinión pública. La tardanza del Gobierno en reaccionar a nivel informativo tampoco ayudó, ya que para cuando lo hizo la idea de que el mecanismo era un fracaso se había repetido hasta la saciedad. 



La excepción ibérica realmente actúa como una especie de freno al aumento del mercado si se dispara el coste del gas; y se está disparando. Mientras los mercados de nuestros vecinos superan los 300 €/MWh, el coste de mercado para los consumidores afectados está sobre 200 €/MWh en los días con bastante porcentaje renovable y sobre 250 €/MWh los días que más tiramos de gas. Y si éste sigue subiendo, el diferencial seguirá aumentando. Si vemos los precios de futuros, el cuarto trimestre del año ibérico está sobre 150 €/MWh, mientras el alemán está sobre los 375 €/MWh y el francés ¡¡A 745 €/MWh!! Por muy alta que sea la compensación, que no será tan alta con más penetración eólica y con más consumidores afectados, el precio final seguirá siendo muy inferior. Y si los problemas con el suministro de gas empeoran, el diferencial (y la situación) puede ser terrible. Ese precio francés ya es insoportable para prácticamente cualquier industria, y si no están cerrando es gracias a que en Francia existen multitud de contratos a precio fijo y a largo plazo que no se han visto afectados por esta situación de mercado. 

La excepción ibérica representa, además, una novedad conceptual: es una 'desmarginalización' parcial del mercado, en tanto que el precio medio final ya no se calcula estrictamente con el precio ofertado por la última unidad que cubre la demanda, sino en función de los ingresos otorgados a cada tecnología. Porque, en el fondo, el mercado ha fijado unos ingresos de alrededor de 150 €/MWh para las tecnologías no fósiles y un ingreso spot (este sí) para las fósiles, y el precio final depende del porcentaje de ambas en el mix eléctrico. En el fondo, es casi como si hubiese dos mercados: uno spot y otro a precio semi-fijo.

Las críticas a este sistema pueden ser muchas. Es evidente que 150 €/MWh está muy por encima de los costes de la generación inframarginal y de cualquier expectativa de ingreso cuando se invirtió en aquellas tecnologías. Es verdad que el coste del gas de muchos ciclos combinados no es el spot, sino uno inferior sustentado en un contrato a largo plazo. Se puede desaprobar que el coste de compensación lo soporten los consumidores y no se pague mediante otro mecanismo. O se puede preferir, directamente, una intervención del mercado por motivos de urgencia. Ésta no es la medida perfecta. De hecho, fue producto de una negociación nada fácil de los gobiernos de España y Portugal. Pero esta medida rompe un dogma, rompe una muralla: el resultado del mercado marginalista no es inamovible, no es el sistema perfecto ni un castigo divino que debamos aceptar. El mercado marginalista falla, se rompe y deja de funcionar en determinadas circunstancias, como han dicho la propia Von der Leyen o la vicepresidenta Ribera. 

Y esto abre un nuevo horizonte a futuro. Europa no puede permitir que el gas escale sin límite y que la electricidad llegue directamente hasta la inasequibilidad. Si seguimos así, tendrá que suspender el mercado, intervenirlo o marcar nuevas reglas. Los demás países no creo que acepten de buen grado que el incremento del precio del gas afecte mucho menos a un lado de los Pirineos que al otro simplemente por tener reglas distintas. Europa debe parar la espiral inflacionista y debe promover la electrificación precisamente para depender menos de los combustibles fósiles rusos, y nada de eso sucederá con precios mayoristas de electricidad en una escalada sin fin.

Los próximos meses serán clave y, si la cosa se complica, se tendrán que tomar decisiones contundentes. Nuestra historia reciente nos ha demostrado que viviendo en el dogma no hacemos más que enquistar y agrandar los problemas. Afortunadamente, la Unión ha demostrado ser mucho más pragmática en las crisis recientes. El invierno en Europa puede ser muy duro y la excepción ibérica puede ser la inspiración para romper el corsé energético que nos auto-inflige dolor. Sería gracioso que, después de hacer correr ríos de tinta contra la excepción ibérica, muchos basados en la mala fe o el anumerismo, Europa acabara implantando un mecanismo parecido. Aunque mi intuición me dice que, de abrirse este melón, se podría ir bastante más allá de lo permitido a la península ibérica.
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