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El Pasok y las cinco fases del duelo

Paris Aslanidis

9 mins - 7 de Julio de 2022, 11:00

El sistema de partidos griego se vio afectado por la crisis de la deuda soberana y provocó una caída en picado de los socialistas de la formación Pasok, quienes perdieron su posición dominante a la izquierda en favor de su némesis, la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), dirigida por Alexis Tsipras. Diez años después, ambas formaciones siguen enfrentándose en una lucha por la supervivencia y la conquista, pero los daños para el destronado hegemón son ya difícilmente revocables. La triste caída en desgracia del Pasok puede compararse, en efecto, con el paso por las cinco etapas del duelo.

Poco después de su victoria electoral de octubre de 2009, los socialistas revelaron que el déficit anual, de un 3,7% previsto inicialmente por la Comisión Europea, se dispararía en realidad al 12,5%, lo que supondría una grave violación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE. Un desconcertado Yorgos Papandreu, que había hecho campaña prometiendo inversiones públicas en lugar de recortes, renunció a buscar un nuevo mandato popular ante las difíciles e incongruentes decisiones que se avecinaban. En su lugar, optó por la negación: los socialistas seguirían en el poder, firmarían un acuerdo de rescate draconiano con los acreedores y luego emplearían su cómoda mayoría parlamentaria para aplicar la austeridad por adelantado y hacerla pasar rápidamente sobre una población desilusionada, esperando que al final del ciclo electoral la economía diera un vuelco y los griegos recompensaran al Pasok con su reelección.

Tras varias rebajas de la calificación de Fitch, reuniones del Eurogrupo y proyectos de ley de austeridad, la negación dio paso al enfado por la falta de voluntad de los líderes europeos a la hora de asistir a un país en apuros. A mediados de su mandato, Papandreu ya había gastado su considerable capital político y tanto su circunscripción como su grupo parlamentario se estaban desintegrando rápidamente. Ante el terrible espectro de un segundo rescate que podía condenar el legado socialista, un Papandreu indignado decidió recurrir a un referéndum popular.

Cuando Merkozy (Angela Merkel y Nicolas Sarkozy) rechazó ignominiosamente este plan a principios de noviembre de 2011, el Pasok pasó a la fase de negociación. Papandreu renunció a su cargo de primer ministro, pero sólo después de asegurarse de que no se celebrarían elecciones durante un tiempo. Rápidamente, se conformó un Gobierno de coalición tecnocrática entre Nueva Democracia y la derecha radical Laos.
Para los estrategas del Pasok, la humillación de ceder voluntariamente el poder al archienemigo de la derecha se compensó con la oportunidad de difuminar la culpa de la austeridad y ganar tiempo para recuperarse de cara a la próxima contienda electoral, cuyo calendario se desconocía. El Gobierno tecnócrata obtuvo en febrero de 2012 un segundo rescate y una reducción de la deuda griega e inmediatamente convocó unas elecciones anticipadas.

Al acercarse estos comicios, las encuestas comenzaron a reportar algo impensable: Syriza, que fuera un partido electoralmente marginal de la izquierda radical, estaba en proceso de superar al Pasok, royendo profundamente su base electoral socialista. El sorpasso era sólo cuestión de tiempo. En marzo, los socialistas, desesperados por minimizar sus pérdidas, sustituyeron a Papandreu por Evangelos Venizelos, pero fue en vano. Las estériles aunque trascendentales elecciones de mayo de 2012 confirmaron la premonición: el Pasok perdió 30 puntos porcentuales, mientras que Syriza triplicó con creces sus cifras.

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Sin embargo, la caída de los socialistas no se completó hasta las elecciones de junio, cuando su diferencia electoral con Syriza superó los 15 puntos porcentuales. A pesar de la continua hemorragia de cuadros y votantes hacia su rival en la izquierda, el Pasok se aferró al poder como socio de coalición menor de Nueva Democracia, lamiéndose las heridas pero negándose a aceptar la capitulación total.

La aceptación, la etapa final del duelo, se afianzó después de las elecciones anticipadas de enero de 2015. El Pasok cayó hasta su mínimo histórico del 4,7% y Syriza alcanzó su máximo también histórico, el 36,3% de los votos nacionales. La marca socialista se había vuelto tan perjudicial que el partido intentó diluirla mezclándola dentro de coaliciones electorales más amplias del centro-izquierda. En septiembre de 2015, el esfuerzo de cambio de marca de la Alianza Democrática y la formación del Movimiento por el Cambio (Kinal) a mediados de 2017 no sirvieron de mucho para reanimar la suerte electoral del Pasok, a pesar de un repunte hasta el 8,1% en las elecciones de 2019, que dieron paso a un Gobierno de Nueva Democracia bajo Kyriakos Mitsotakis.

Los socialistas, que han pasado por las cinco etapas del duelo, han permanecido en la oposición durante más de siete años consecutivos, más que en cualquier otro momento de su historia. Como buscadores de cargos por excelencia, cabe preguntarse si el partido podrá mantenerse alejado del poder durante mucho más tiempo. 

Hoy en día, el Pasok cuenta con dos posibilidades de gobernar, pero como socio menor. Ambos le confieren el rol de 'investir al rey', pero conllevan graves desventajas a largo plazo que amenazan con asfixiarlo. En el primer caso, el Pasok se coaligaría con Nueva Democracia en un bloque político anti-Syriza, lo que relegaría a los socialistas al papel de apéndice permanente de Nueva Democracia. La segunda, un pacto anti-derecha con Syriza, que admite que nunca se recuperará la autonomía política de la izquierda. Sin embargo, el nuevo líder del Pasok (el cuarto en 10 años), cree poder forjar un espacio adecuado para el partido.

Trasvencer a Yorgos Papandreu en las primarias, Nikos Androulakis, de 43 años, asumió el cargo en el invierno de 2021 tras la prematura muerte del presidente, Fofi Gennimata. Miembro del aparato del partido desde sus años universitarios y eurodiputado del Pasok desde 2014, Androulakis carece de una fuerte orientación ideológica. Muchos analistas detectan consideraciones estratégicas detrás de su poco notable visión del mundo político, mientras que el diagnóstico de otros es sólo mediocridad. Sea como fuere, el ambicioso cretense basó su exitosa campaña en un tríptico de renovación, unidad y autonomía política, en el que ofrecía oportunidades a una nueva cohorte de políticos de carrera a la vez que enfatizaba su comportamiento centrista y no ideológico como garantía frente una mayor escisión. En muchos sentidos, Androulakis personifica la máquina política que es el Pasok.



El objetivo de Androulakis, como el de cualquier líder del partido posterior a 2012, es el de revertir el 'sorpasso'. Aunque las encuestas de opinión dibujan últimamente un descenso significativo de la diferencia con Syriza, parece haberse disipado el impulso inicial que supuso el ascenso de su nuevo líder. Las próximas elecciones están programadas oficialmente para julio de 2023 y el sistema electoral totalmente proporcional que Syriza instauró en 2016 hará imposible un Gobierno de un solo partido. Para lograr una autonomía política a largo plazo, el Pasok aspira a un resultado electoral que, como mínimo, ratifique los sondeos: casi duplicar su resultado anterior, es decir, una cuota de votos que supere idealmente el 15%, junto con un marcado deterioro de Syriza para reducir el margen al entorno del 10%. Eso desmoralizaría a Syriza, lo que llevaría a la dimisión de Tsipras y abriría las compuertas para el regreso del voto de centro-izquierda a su lugar de origen. Si esto se materializara, el Pasok buscaría una trayectoria independiente, permaneciendo en la oposición hasta las siguientes elecciones que, con suerte, devuelvan a los socialistas a la pole position de la izquierda. 

Por otro lado, si el resultado electoral confirmara la incapacidad del Pasok para estrechar el diferencial con Syriza, probablemente volvería a sumir al partido en el dolor y lo obligará a interiorizar el papel de apéndice de Nueva Democracia. Necesitado de conseguir puestos de trabajo para su ejército de apparatchiks, el Pasok volvería a unirse a los conservadores. Eso sí, estos últimos no optan por unas segundas elecciones consecutivas, pues el sistema electoral premia al ganador con una prima de hasta 50 escaños (el Vouli griego tiene 300 escaños), lo que muy probablemente permitirá a Nueva Democracia gobernar en solitario, aunque con una frágil mayoría. Un tercer escenario, un gobierno de coalición de la izquierda al estilo portugués que incorpore a Syriza y al Pasok, quizás junto con Mera25 (el vehículo de Yanis Varoufakis) y/o el Partido Comunista, no parece actualmente realista. Sin embargo, Syriza insistirá estratégicamente en la necesidad de una alianza anti-derecha para ejercer presión ideológica sobre el Pasok y aislar a Nueva Democracia.

Androulakis jugará sus cartas con sumo cuidado y secretismo. Mientras llegan las elecciones, se esforzará por mantener a raya tanto a Syriza como a Nueva Democracia, tachando a los primeros de populistas y a los segundos, de elitistas. El impulso de la socialdemocracia parece positivo a nivel europeo a la luz de las recientes victorias en Alemania y Portugal, lo contrario de lo que está experimentando la izquierda radical. El Pasok intentará subirse a esa ola. Sin embargo, Androulakis debe mantener un perfil bajo; la polarización ideológica está destinada a favorecer a los dos grandes partidos, excluyendo a todos los demás. Por lo tanto, no debemos esperar que el Pasok aporte ninguna idea novedosa e interesante a la causa de la socialdemocracia griega o europea. Con lo que está en juego, reinará la aversión al riesgo estratégico y el eslogan vacío. Además, si la táctica de Androulakis no da resultado, Syriza podría finalmente conseguir el codiciado apoyo de la Alianza Progresista Europea de Socialistas y Demócratas (S&D), cortando así el último hilo que une al Pasok con su antigua gloria.
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