Électricité de France (EDF) salió a Bolsa a finales de 2005 y tocó el cielo (75 euros la acción) dos años después. Ayer, poco antes de que el Gobierno francés anunciara su decisión de estatalizarla por completo, cotizaba a siete euros. Subió como la espuma, posiblemente en un intento, o con la consecuencia, de que los accionistas privados reciban más o pierdan menos por sus títulos.
Para visualizar mejor de qué hablamos tomamos prestado este gráfico de Statista. Como se puede observar (datos de 2021), es la mayor compañía eléctrica del mundo. También conviene recordar que el Estado galo posee el 84% del capital; así que lo de nacionalizar igual es un poco exagerado. Y no está de más tener en cuenta que, ante la crisis energética agravada por ya saben quién, la situación del gigante empresarial no es para tirar cohetes. Porque ya sabrán que el país vecino tiene
fuertemente subvencionado el recibo de la luz, amén de la rebaja de los impuestos asociados. Entre unas cosas y otras (no seremos exhaustivos por
economía), la suma de
pasivos de EDF es de decenas de miles de millones de euros. En conclusión, quizás el concepto que más se ajusta al anuncio gubernamental es
rescate a costa de los franceses,
rescatados a su vez por el Estado.
Queda por discernir si en el movimiento del Gobierno francés tiene algún papel la idea defendida por
Roy William Cobby: una "empresa pública para liberar la energía y la innovación sostenible en nuestra economía".
Aunque la noticia sobre EDF ha provocado, como ya es costumbre con todo, una nueva escaramuza entre los dos bandos de la guerra cultural/política (que cunda en otros países/es socializar pérdidas), lo cierto es que la otra guerra, la de verdad, ha puesto en alerta también a Francia, que reabrirá una planta de carbón, acelerará la construcción de una terminal flotante para importar y regasificar gas licuado (GNL) y restringirá o suspenderá temporalmente instalaciones gasistas para producir electricidad con objeto ahorrar energía. Se llama economía de guerra, analizada por
José Moisés Martín y comparaba
Simon Reid-Henry con un pasado no tan lejano, pero lo suficiente como para que muchos desconozcan el precedente. Y los hay quienes, al hilo galo, auguran una oleada de nacionalizaciones.
Alemania, cuya factura de gas natural representa ya, a los precios actuales, varios puntos de su PIB, estaría trabajando legislativamente en esa dirección.
Otro gráfico, demostrativo de que los combustibles sucios ya vivían (seguían viviendo) cómodamente el año pasado, sin invasión de Ucrania, según la visualización del periodista de Bloomberg Javier Blas a partir de datos de BP (British Petroleum, para más señas).
Volviendo a Francia, recordar también sus especificidades: vocacionalmente nuclear, aunque lleve semanas afrontando parones de reactores por fallos y labores de mantenimiento), y con cerca de la mitad de sus electores apoyando (algunos, quizás, sin ser conscientes de ello), el desmontaje de los molinos de viento.
Crisis energéticas actuales y transición energética
David Robinson lo explica mucho mejor: de los objetivos del trilema energético (sostenibilidad, seguridad de suministro y asequibilidad), la crisis actual ha desvaído el primero, lo que implica "un desvío en el camino hacia lograr emisiones netas cero porque aumentan las emisiones (...) y los gobiernos gastan sus recursos para hacer frente a los otros dos objetivos". Imperdible, y
aquí en inglés.
Balcanes occidentales: entre las fuentes limpias y la carrera por el gas
Infraestructura energética anticuada, instituciones débiles, influencia limitada de los movimientos ecologistas de base, penetración muy escasa de las renovables y con un papel aún destacado de las inversiones en combustibles fósiles (carbón incluido) apoyadas por China, Rusia, Estados Unidos… y sí, la UE. Lean este análisis de Stefan Ćetković sobre una región de interés creciente para Europa a raíz del componente geopolítico de la crisis.
Aquí, en inglés.
Audioanálisis.- Sumidos como estamos en la incertidumbre y la escalada de precios,
Anna Gumbau nos
habla del funcionamiento, evolución y expectativas del mercado europeo de derechos de CO2, uno de los instrumentos principales para la descarbonización y que en medio año (esperemos) cumplirá la
mayoría de edad.
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El tope al gas y el futuro del sistema marginalista
La excepción ibérica acordada con Bruselas, explicada por Pedro Fresco respecto a España e incluyendo la compensación para las empresas gasistas, quién la paga y quién la pagará. ¿Conclusión? Funciona, será menor cuantas más fuentes renovables haya y no sería de extrañar que Europa acabe pidiendo un sistema similar.
Buena lectura
Guillermo Sánchez-Herrero
Editor