Todas estas cuestiones supondrán una carga para cualquier nuevo primer ministro. Entonces, ¿cómo podría ser un nuevo líder?
. El tedioso Callaghan fue sucedido por la nada aburrida Margaret Thatcher, quien, a su vez, fue sucedida por John Major. El adusto, aunque diligente, Gordon Brown siguió a la excitación de Tony Blair. Boris Johnson siguió a la seria y trabajadora Theresa May.
Sin embargo, a diferencia de otros países, como Alemania o Países Bajos, que han hecho de la política discreta, constante y sin emociones una forma de arte, el público británico no tolera la política aburrida durante mucho tiempo. En el fondo, toleran (e incluso disfrutan) el
show de Westminster, aunque ni se inmutan ni se lo toman demasiado en serio. Lo ven más como una pantomima que como un drama serio. Saben que cualquier periodo (sea de caos o de orden) pasará.
No soportan estar representados en la escena mundial por un anodino traje gris que es incapaz de mantener al país por encima de su
peso. Sobre todo, y a diferencia de los franceses, no les gustan los políticos que se entregan a un pensamiento demasiado abstracto, son excesivamente ideológicos y acaban tomándose demasiado en serio a sí mismos. Consideran que estas características dan lugar casi inevitablemente a un Gobierno que acaba interfiriendo demasiado en la vida de los ciudadanos.
El 'Mutti' de Angela Merkel nunca podría funcionar en el Reino Unido. Tampoco lo harían los eruditos delirios jupiterianos de Macron.
¿Qué camino tomará el Partido Conservador? ¿Mantener la tradición de intercambio emocionante-aburrido o seguir emocionante (aunque defectuoso) con razonablemente emocionante y esperemos que menos defectuoso?
Si no se produce una nueva catástrofe,
el nuevo primer ministro llevará probablemente a su partido a las próximas elecciones generales. Allí se enfrentará a Sir Keir Starmer, aparentemente competente, pero que no rebosa carisma y corre el riesgo de ser considerado demasiado serio. Podría ajustarse al apelativo de
aburrido y no está claro que el público británico sea capaz de reunir mucho entusiasmo para unas elecciones entre aburridos.
A medida que Gran Bretaña se enfrente a los retos del siglo XXI, necesita un líder que pueda invocar lo que George Orwell, escribiendo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, dijo de los británicos: "En momentos de crisis suprema, toda la nación puede congregarse de repente y actuar según una especie de instinto, un código de conducta que es entendido por casi todo el mundo, aunque nunca haya sido formulado". Lo que se necesita ahora es un liderazgo que pueda invocar ese espíritu.
Es difícil ver que esa capacidad de liderazgo esté claramente presente en muchos de los que probablemente se presenten a las elecciones. Además de ser difícil de conseguir, ese carácter es complicado de predecir. Suele surgir (o no) una vez que el líder está en el cargo.
Entre los nombres que se han barajado, tengo mis favoritos; pero no puedo votar. Sólo podemos esperar que quienes lo hagan tomen la decisión correcta.