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Neil Hall (Efe)

Después de Boris, ¿qué toca ahora para Reino Unido?

Joe Zammit-Lucia

11 de Julio de 2022, 11:33

Por fin se ha ido... bueno, lo que haya ocurrido.
 
Hasta el final, y a pesar de todo el caos desesperante y la mendacidad, la personalidad de Boris Johnson sigue suscitando a regañadientes una fascinación. Algo parecido a lo que todos sentimos por nuestros propios vicios y malos hábitos: racionalmente, no nos gustan; y, sin embargo, de alguna manera, emocionalmente, en el fondo, sí, y persistimos.
 
La política es un deporte cruel. A pesar de su relativo éxito en la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea -como prometió tras el resultado del referéndum-, de un exitoso programa de vacunación y de un claro liderazgo sobre Ucrania, lo que se recordará es el interminable rosario de pasos en falso, escándalos, desprecio desenfadado tanto de las convenciones como de las normas escritas y los floridos defectos del carácter de Johnson. Todo ello hará posiblemente que su legado sea el de uno de los peores primeros ministros británicos de todos los tiempos. El de uno que se rodeó de un gabinete de individuos elegidos principalmente por su obsesión por el Brexit, su lealtad al primer ministro y un grado de tolerancia hacia sus defectos que resulta increíble. Sin embargo, se las arregló para destruir todo eso. 
 

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La cuestión que se plantea ahora para el Partido Conservador y Gran Bretaña es ¿qué viene ahora?
 
Reino Unido se ve acosado por desafíos, muchos de los cuales no son exclusivos: la perspectiva de la estanflación persigue a gran parte del mundo; la guerra en Ucrania, su impacto humanitario y sus efectos en los precios de la energía y los alimentos; la ruptura de la globalización y la perspectiva de un caos geopolítico cada vez mayor; flujos imparables de refugiados y solicitantes de asilo; un entorno natural que se acerca a su punto de inflexión catastrófico; un modelo económico que ya ha superado su fecha de caducidad. No son problemas específicos de este país, y nadie tiene la respuesta.
 
Reino Unido, como la mayoría de los estados, tiene también su conjunto de problemas particulares: definir un modelo exitoso de economía política fuera de la Unión Europea; mantener unidas las cuatro naciones que lo componen en un acuerdo constitucional sostenible; encontrar una forma de salir de la trampa de un Londres y un sureste cada vez más prósperos para repartir las oportunidades entre sus cuatro naciones.
 
Todas estas cuestiones supondrán una carga para cualquier nuevo primer ministro. Entonces, ¿cómo podría ser un nuevo líder?



Se ha dicho hasta la saciedad que Reino Unido se mueve entre un liderazgo emocionante y otro aburrido en la sucesión. El tedioso Callaghan fue sucedido por la nada aburrida Margaret Thatcher, quien, a su vez, fue sucedida por John Major. El adusto, aunque diligente, Gordon Brown siguió a la excitación de Tony Blair. Boris Johnson siguió a la seria y trabajadora Theresa May.
 
¿Toca aburrirse?
 
Sin embargo, a diferencia de otros países, como Alemania o Países Bajos, que han hecho de la política discreta, constante y sin emociones una forma de arte, el público británico no tolera la política aburrida durante mucho tiempo. En el fondo, toleran (e incluso disfrutan) el show de Westminster, aunque ni se inmutan ni se lo toman demasiado en serio. Lo ven más como una pantomima que como un drama serio. Saben que cualquier periodo (sea de caos o de orden) pasará.

No soportan estar representados en la escena mundial por un anodino traje gris que es incapaz de mantener al país por encima de su peso. Sobre todo, y a diferencia de los franceses, no les gustan los políticos que se entregan a un pensamiento demasiado abstracto, son excesivamente ideológicos y acaban tomándose demasiado en serio a sí mismos. Consideran que estas características dan lugar casi inevitablemente a un Gobierno que acaba interfiriendo demasiado en la vida de los ciudadanos.
 
El 'Mutti' de Angela Merkel nunca podría funcionar en el Reino Unido. Tampoco lo harían los eruditos delirios jupiterianos de Macron.
 
¿Qué camino tomará el Partido Conservador? ¿Mantener la tradición de intercambio emocionante-aburrido o seguir emocionante (aunque defectuoso) con razonablemente emocionante y esperemos que menos defectuoso?

Si no se produce una nueva catástrofe, el nuevo primer ministro llevará probablemente a su partido a las próximas elecciones generales. Allí se enfrentará a Sir Keir Starmer, aparentemente competente, pero que no rebosa carisma y corre el riesgo de ser considerado demasiado serio. Podría ajustarse al apelativo de aburrido y no está claro que el público británico sea capaz de reunir mucho entusiasmo para unas elecciones entre aburridos.
 
A medida que Gran Bretaña se enfrente a los retos del siglo XXI, necesita un líder que pueda invocar lo que George Orwell, escribiendo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, dijo de los británicos: "En momentos de crisis suprema, toda la nación puede congregarse de repente y actuar según una especie de instinto, un código de conducta que es entendido por casi todo el mundo, aunque nunca haya sido formulado". Lo que se necesita ahora es un liderazgo que pueda invocar ese espíritu.
 
Es difícil ver que esa capacidad de liderazgo esté claramente presente en muchos de los que probablemente se presenten a las elecciones. Además de ser difícil de conseguir, ese carácter es complicado de predecir. Suele surgir (o no) una vez que el líder está en el cargo.
 
Entre los nombres que se han barajado, tengo mis favoritos; pero no puedo votar. Sólo podemos esperar que quienes lo hagan tomen la decisión correcta.
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