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Filippo Attili Handout (Efe)

Draghi ha muerto, viva Draghi

Michele Testoni

7 mins - 19 de Julio de 2022, 10:30

Lo que no pudieron los temibles halcones del Banco Central Europeo, lo consiguió el debilitado Movimiento Cinco Estrellas (M5E): que Mario Draghi dimita. Sólo leer esta frase deja cierta incredulidad. Diez años después de aquel julio de 2012, en el que Súper Mario salvó el euro y toda la eurozona, parece que los persistentes particularismos de la política italiana le han hecho tirar la toalla. 
 
Esta crisis llega en medio de una conyuntura internacional muy peculiar para el país: por un lado, la guerra de Ucrania y todo tipo de emergencias económicas, energéticas, humanitarias, etc; por otro, un renovado protagonismo en Europa: con los escándalos y las dimisiones de Johnson, la falta de una mayoría parlamentaria absoluta para Macron, los problemas de la Alemania post-Merkel y las dificultades del gobierno de Sánchez, Draghi se había convertido en un punto de referencia y liderazgo. Ojo: Draghi, no Italia.
 
Aquí reside el problema: confiar en que un 'asset' tan extraordinario como Draghi pudiera ocultar bajo la alfombra la larga lista de 'liabilities' del sistema político italiano. Esto fue lo que esperaba el presidente Mattarella en su discurso del 2 de febrero de 2021: "Un Gobierno de alto perfil, que no se identifique con ninguna formula política" para gestionar la crisis de la Covid y los fondos europeos de recuperación. Draghi era el mejor hombre para el cargo más importante en la hora más difícil; un Churchill del siglo XXI
 

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Un sueño (¿o un espejismo?) de 17 meses. ¿Hasta aquí hemos llegado? En efecto, según una establecida práctica constitucional, el presidente de la República puede rechazar las dimisiones del residente del Consiglio si la crisis de gobierno es de naturaleza "extra-parlamentaria"; es decir, si el jefe del Ejecutivo dimite por una falta de apoyos políticos sin haber sufrido un voto de no confianza. Como varios de sus predecesores, Draghi ha sido reenviado al Parlamento para que se aclare si finalmente hay mayoría parlamentaria (la vieja o una nueva) o no. En este último supuesto, su dimisión ya no se podría rechazar.

 
En este momento hay tres escenarios. El primero (algo realista): el M5S negocia algo favorable y Draghi sigue hasta el final de la legislatura, es decir, marzo de 2023. El segundo (el más improbable): no hay acuerdo, Mattarella acepta las dimisiones de Draghi y empieza un proceso de consultas con todos los grupos parlamentarios; luego se nombra un nuevo jefe del Ejecutivo para sacar el país adelante y preparar los nuevos comicios. El tercero (quizás el más probable): las consultas de Mattarella fracasan y se convocan elecciones anticipadas para el otoño.
 
Pero, ¿por qué no es insensato imaginar que la crisis se va a solucionar y que Draghi va a seguir en el Palazzo Chigi hasta marzo? Algo muy sencillo: si hubiese elecciones anticipadas, la casi totalidad de las encuestas (como esta simulación muy recienteotorgan la mayoría absoluta a la coalición de centro-derecha y la posición de lista más votada al partido ultraderechista Hermanos de Italia (FdI), con la muy concreta posibilidad de que su líder, Giorgia Meloni, se convierta en la nueva presidenta del Consiglio. Primera mujer en la historia del país, pero también socia política de Abascal y Orbán. Además, las alianzas preelectorales, necesarias en un sistema electoral mixto como el italiano, están aún por definir. Y los del M5E saben que hundir a Draghi significaría quedarse fuera de la coalición de centro-izquierda y, por ende, obtener muy pocos escaños.
 
Hay algo aparentemente perverso en la trayectoria del Gobierno de Draghi. Nacido para arrinconar al M5S y limitar sus bandazos, en una rivalidad personal muy dura entre Matteo Renzi y Giuseppe Conte, su amplio consenso político ha sido progresivamente erosionado por FdI, el único partido que se opuso a Draghi y su vuelta al euro-atlantismo tradicional. En el último año y medio, en efecto, la 'oposición de derecha' ha crecido un 8%.
 
 
Al mismo tiempo, la oposición al envío de armas a Ucrania (había que capitalizar el resurgimiento de un pacifismo tout court, es decir, anti-estadounidense), la derrota a los comicios municipales del pasado mes de junio y la escisión provocada por el ministro Di Maio han sido los tres detonantes de esta crisis de gobierno: al M5S, en constante caída  electoral, sólo le quedaba el chantaje y, posiblemente, la venganza.
 
Fuente: www.youtrend.it
 
En resumen: si el Gobierno de Draghi nació principalmente para solucionar la falta de competencia y credibilidad del M5S, su acción no ha conseguido frenar el ascenso de FdI, y su vida política está ahora en las manos del mismo M5S. Como una tragedia de Shakespeare, elígan ustedes si Macbeth u Othello, o una broma surrealista del novelista Ennio Flaiano.
 
Pero hay muchos que se preguntan, tanto en Italia como en el extranjero (no vamos a considerar todos aquellos que lo hacen por su propio cálculo político) si es moral y políticamente aceptable que el próximo primer ministro sea alguien como Giorgia Meloni, euroescéptica y muy ambigua con el pasado fascista. Es una perspectiva preocupante. 
 
Volvamos entonces a imaginar que Draghi va a sobrevivir a la tormenta y llega ileso a su destino natural (marzo de 2023). ¿Podría Súper Mario permanecer en el poder también después de las próximas elecciones para evitar un Gobierno de Meloni? Desconocemos sus intenciones, pero se trata de un escenario interesante y, a la vez, problemático. Por un lado, sabemos por Levitsky y Ziblatt cómo mueren las democracias: no sólo por actos violentos, sino también por el progresivo debilitamento de las instituciones esenciales por la mano de autoritarismos y populismos de diversa índole. Evitar que Meloni se convierta en primera ministra es un hecho político y de defensa democrática. Y una nueva 'coalición de salud pública' liderada de nuevo por Draghi sería una buena opción.


 
Sin embargo, como ya tuve la oportunidad de escribir, ¿cuánto tiempo se puede 'congelar' la política de un país por razones de eficiencia y reputación? El Partito Democratico (PD), la mayor formación del centro-izquierda y principal competidor de FdI, se enfrenta a una situación compleja: está condenado a apoyar a Draghi sin poder expresar una candidatura propia (su actual secretario general, Enrico Letta, fue primer ministro entre 2013 y 2014). ¡O Draghi o muerte! Pero, ¿qué sentido tiene para una organización política hacer franchising electoral? Y ¿cómo convencer a los electores de que, pase lo que pase, no hay alternativa? Agitar el espectro del fascismo y gritar '¡que viene el lobo!' no es suficiente. Lo sabemos.
 
Parece que, en el día de hoy, la disyuntiva para Italia, y para Europa, es una de muy difícil solución: una nueva 'gran coalición' o asumir los costes de un Gobierno no alineado con el proyecto europeo.
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