5 mins - 21 de Julio de 2022, 20:54
Estimadas lectoras, estimados lectores
En el orden del día de ayer y hoy estaban marcados a fuego (nunca mejor dicho) dos hitos y medio acerca de la transición/crisis energética: el plan de emergencia de la Comisión Europea ante un definitivo corte del suministro de gas ruso, aprovechando las labores de mantenimiento del gasoducto Nord Stream I (éste sería el medio hito, por su relación con el primero), y la supervivencia, o no, de Mario Draghi al frente del Gobierno italiano.
Lo de Draghi ya se ha consumado (pérdida de mayoría, dimisión y elecciones) y añade leña al fuego de la incertidumbre en Europa. Putin ha reanudado el flujo de gas (eso sí, a un 30% de su capacidad), pero no se puede descartar que un día de éstos se levante con la cerilla. Y en cuanto a lo primero, de momento han saltado chispas.
La Comisión quiere que en la primavera próxima se haya reducido un 15% del consumo de gas ruso y que, mucho antes, en noviembre, las reservas estén en el 80% (hoy, dependiendo del país, entre el 65% y el 71%). Cuanto más se haga voluntariamente, menos se hará, sí o sí, por la fuerza. El aire acondicionado a 25º mínimo; la calefacción, a 19º máximo. Hablen con sus ciudadanos; persuádanlos.
¿Resultado? Material inflamable: en pleno infierno de olas de calor sucesivas, récords históricos de máximas (y mínimas) e incendios proliferan los mensajes del tipo pondré el termostato a la temperatura que me parezca o cómo vais a controlar a cómo tengo el aire acondicionado. Añadir que ya veníamos de una fatiga climática, real y/o inducida, y eso que entonces el panorama era idílico si lo comparamos con el de hoy. Igual merece la pena poner una vela para dejar en ruido, libertario o no, estos amagos de rebeldía sin causa.
Desde luego, tampoco ayuda a perimetrar y extinguir ese ruido acompañar las legítimas reticencias de países como Portugal, Grecia, Polonia y España al plan de ahorro europeo con alusiones del estilo de "a diferencia de otros países, no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético". Sobre todo cuando la cruda realidad (la falta de interconexiones entre países para poner en práctica, en su caso, la solidaridad requerida) ya está contemplada en el borrador, aunque muy susceptible de mejorarse. No están las cosas para aprovechar esta coyuntura endiablada para cobrarse cumplida revancha (y, de paso animar al colectivo destroyer, como si le hiciera falta) contra Alemania, Países Bajos y otros por su desempeño pro-austeridad en la crisis de 2008 (ver este análisis publicado en Der Spiegel).
¿Y la descarbonización, la transición energética? Pues nominalmente bien, con países europeos anunciando planes ambiciosísimos de energías limpias aunque, al mismo tiempo, reabran las centrales de carbón porque, como dice la Comisión Europea, lo de la reducción de las emisiones va a haber que relajarlo hasta decir adiós al gas ruso. ¿Y la adaptación a los fenómenos climáticos extremos crecientes? Pues habrá que dejarlo también para septiembre; pero no mucho más, no nos vaya a pasar lo mismo que con el mercado europeo integrado de la energía. ¿Y el cambio radical que reclamaba aquí Gonzalo Escribano, para no repetir los errores de gobernanza energética de la era fósil al echarnos en los brazos de países autoritarios e híbridos? Pues un poco lo mismo que en la pregunta anterior: cuando consigamos apagar el fuego.
A todo esto, el BCE acaba de anunciar que sube los tipos 50 puntos básicos.
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Buena lectura
Guillermo Sánchez-Herrero
Editor