Como se puede observar en el gráfico, mientras la evolución real de la población inmigrante define una curva regular que, a partir de 2008, se ha mantenido estable en torno a un 10%-12%, no sucede lo mismo con la percepción de la inmigración como problema, que sufre altibajos que se traducen visualmente en una línea quebrada. Ello conduce a paradojas sorprendentes, como el hecho de que
el mayor porcentaje de población inmigrante (una media de 11% entre 2010 y 2014) coincida con una percepción menor de la inmigración como problema principal (un 2% o incluso menos). Y es curioso porque
esa horquilla cronológica incluyó los peores años de la recesión económica. Sin embargo, a partir de 2017 (cuando los efectos de la crisis se suavizaron y decreció el porcentaje de población inmigrante) aumentó exponencialmente (de un 3% a un 15%) el porcentaje de personas que consideraban la inmigración como problema apremiante. Y es aquí donde, quizás, entra el factor Vox. Porque es
la época en la que el partido de Abascal empezó a tener mayor presencia mediática y más predicamento demoscópico: su irrupción, en diciembre de 2018, en el Parlamento andaluz coincidió con una abrupta subida del porcentaje que recogía la percepción de la inmigración como problema principal.
Es cierto que en estadística los datos no tienen una lectura unívoca. Pero la manifiesta concomitancia que se aprecia, en los últimos dos años, entre el aumento de la apreciación social de la inmigración como problema y la presencia mediática e institucional de Vox ofrece evidencias suficientes para concluir que la formación de Abascal ha conseguido situar este asunto como un tópico significativo en la agenda política española. Ellos mismos lo reconocieron en el programa electoral con el que se presentaron a las elecciones generales de 2016, donde afirmaban sin ambages que "en nuestro país hay factores que hacen de la inmigración uno de los problemas más importantes para España, sin que los poderes públicos hayan querido que los ciudadanos tomen conciencia de ello". Parece que lo han conseguido.
No se trata de que Vox haya creado un problema
ex novo: como se puede comprobar en el gráfico anterior, la impresión de que la inmigración es el principal problema del país alcanzó su máximo en 2005. Sin embargo, entonces no había ninguna oferta electoral que priorizara programáticamente este tema ni que aportara soluciones tan claras (y sobre todo tan
contundentes) como las de Vox. Puede decirse, pues, que
fue la oferta política la que creó (o, mejor dicho, espoleó) la demanda de soluciones a un problema que, ciertamente, formaba parte episódicamente de las preocupaciones de los españoles, aunque no con la acritud que le confiere Vox. De hecho, el de la inmigración es uno de los asuntos políticos más transversales en el imaginario político español: un ejemplo que aportaba Kiko Llaneras indicaba que un 40% de una muestra de la población española encuestada por el Pew Research Center tenía opiniones desfavorables sobre la presencia de musulmanes en España y, sin embargo, no era partidaria de Vox. No sólo eso sino que, como se muestra en el siguiente cuadro,
somos uno de los países de nuestro entorno que expresa un mayor rechazo (transversal) a la población musulmana residente.
Gráfico 2.- Porcentaje de personas desfavorables a la presencia de musulmanes en su país entre partidarios y no partidarios de formaciones de extrema derecha
Fuente: Pew Research Center, Encuesta de Actitudes Globales, primavera de 2019.